Autor: ALBERTO GAY HEREDIA (http://www.decastroero.blogspot.com)

NATURISMO: SU ARRAIGO DEFINITIVO EN CASTRO DEL RÍO Y SUS CONTORNOS (1920-1922).

    El fenómeno, moda, doctrina o forma de vida que apareja la práctica del Naturismo no es exclusivo del movimiento obrero anarcosindicalista. Estuvo también muy extendido entre los círculos socialistas y de la izquierda republicana pequeño burguesa. En la provincia de Córdoba, exceptuando la capital y algún que otro seguidor aislado en la comarca minera de Peñarroya-Pueblonuevo, la mayoría de grupos y seguidores se concentran en las poblaciones pertenecientes a la Federación Comarcal de Castro del Río y sus contornos, afecta a la C.N.T.

     Antes, incluso, de los viajes y primeros contactos con el Dr. Eduardo Alfonso, determinantes para su definitivo arraigo, podemos constatar la existencia de profesos del credo vegetariano naturista en sus diversas formas (frugívoros, crudívoros, heliópatas, bañistas…) en poblaciones como Bujalance (Francisco Toro López; y los hermanos Manuel, Teresa y Juan Abril), Cañete de las Torres (Francisco Capilla Zamorano), Montemayor (Benito Cordobés Herencia), Espejo (José Aquilino Delgado) o Castro del Río (Pedro Villatoro Garrido “El Bueno”).

   Los primeros que anuncian constituirse en grupos son los practicantes de Espejo y Castro del Río. El proyectado grupo de Espejo no terminaría de fructificar hasta algo después, siendo la iniciativa que emana de Castro del Río la primera en adoptar la forma de grupo organizado:

Grupo Vegetariano-Naturista


    De Castro del Río nos comunican la constitución definitiva del grupo que encabeza estas líneas.

    Sus componentes saludan fraternalmente, por nuestro conducto, a cuantos ya constituidos esparcen la buena semilla, y ofrecen su concurso y relación en todo aquello que sea necesario. Cuantos quieran, pues, con ellos relacionarse pueden dirigirse a nombre de Pedro Villatoro, en Castro del Río (Córdoba), calle Sin salida núm. 1.

   Creemos inútil hacer constar cuanto nos complacen estos deseos de mejoramiento moral, intelectual y físico que evidencian entidades y grupos , y es de esperar, que en todas las localidades se constituyan semejantes núcleos de actividad regeneradora, a fin de, en no lejano tiempo, tocar los beneficiosos resultados de todo orden.

   Camaradas, ¡adelante siempre!


(HELIOS JUNIO DE 1919)



     Como consecuencia de aquella primera visita de propaganda del Dr. Alfonso en el otoño de 1919 nacen los grupos de Córdoba y Montemayor

     Los mentores del grupo cordobés son el librero Rogelio Luque Díaz y su  inseparable amigo y compañero Francisco Serrano Olmo (natural de Cañete de las Torres). Ambos desde atrás se hallaban relacionados con otra corriente de perfeccionamiento humano muy en boga entre los círculos obreros y republicanos: “El Esperantismo”.

    Rogelio Luque (natural de Priego de Córdoba) antes de establecerse como librero trabajo como dependiente de comercio en la capital cordobesa, de cuyo gremio (Unión de Dependientes) llegó a ser Presidente.

    El primitivo grupo vegetariano-naturista que nace a principios de 1920, poco después se reformula dentro de un proyecto más ambicioso que titulan “Sociedad de Cultura y Altruismo”:


   “Esta entidad cooperará con todos sus esfuerzos y por cuantos medios estén a su alcance a la divulgación y fomento de las ideas naturistas y de tondo cuanto tienda a la cultura y perfeccionamiento del hombre. Cultivará y desenvolverá el idioma universal Esperanto, como fácil expresión para estrechar los lazos de unión entre los hombres”.


Rogelio Luque con su compañera Pilar Serasola
    Entre los miembros de su Junta Directiva se encuentra el castreño Antonio Pérez Rosa, hombre de peso de la organización sindical de Castro del Río, que en 1919, tras aparcar la vida societaria, se había instalado en Córdoba con un taller de ampliaciones fotográficas. No aparece su ex correligionario y socio Benito Cordobés, que ante la escasa rentabilidad del negocio fotográfico regresaría a Fernán Núñez donde residía desde que prácticamente lo expulsaran de Montemayor, al fracasar en su intento de establecerse con una Escuela Racionalista, que sería finalmente clausurada. Ambos debieron de iniciarse en el Naturismo durante su primera etapa de militancia en Castro del Río.

    Esta sociedad cordobesa, por volumen y preparación, fue capaz de redactar unos estatutos que regularan su funcionamiento y de formular el Ideario por el que se había de regir su actividad. Destacamos lo siguiente:


   “El Ideal más grande del Hombre es ser libre, y nadie ha de conseguirlo si, ante todo, no se perfecciona a si mismo para que la sociedad de la que forma parte sea buena, fundamento indispensable de la verdadera libertad.

   Para conseguir la perfección debe practicar todas las costumbres sanas que dignifican, y ha de estar exento de vicios que denigran, imponiendo a todos sus actos la más estricta moral y el más puro altruismo.

   El hombre, para obtener el bien propio, ha de elaborar el ajeno, sin esperar de sus actos otra recompensa que la satisfacción de su conciencia.

   El uso del tabaco, el alcohol y los juegos con interés empieza como pasatiempo y acaba en vicios denigrantes, que causan la degeneración humana; por ello, todo hombre, que de tal se precie, ha de librarse de los mismos, cambiando sus costumbres actuales en el comer y en el beber, en el vestir y el respirar y hasta en el pensar y en el querer. Y cuando todos estemos  libres del vicio, que tan humillantemente no esclaviza, la humanidad habrá alcanzado la perfección social. Sólo entonces el hombre será libre”.


   Esta declaración de intenciones nos sirve para comprender el apodo o remoquete de “El Bueno” que en Castro del Río le colocaron a Pedro Villatoro Garrido, ferviente defensor de estas corrientes de regeneración humana. Según confidencias reservadas, no se hallaba aquejado de dolencia o enfermedad alguna. Murió de viejo y su biblioteca particular fue pasto de las llamas ante el típico miedo a la represión puesta en marcha por los “Salvadores de España”. Desconocemos hasta qué punto pudo ser molestado.

   Fruto también de aquellas primeras propagandas es el Grupo Regeneración Naturista de Montemayor, que nace en la primavera de 1920 y que en agosto del mismo año acoge al Dr. Eduardo Alfonso, que pronunció una conferencia en el Teatro Torre: “Naturistas célebres y medicina natural”.


   “El Dr. Alfonso, correcta y mesuradamente como él sabe hacerlo, nos demuestra que las más preclaras inteligencias que en todo tiempo han servido de norte y guía al género humano, han sido exclusivamente frugales.

     Dice que la vacuna y toda esa serie de sueros más o menos preservadores de todo tipo de enfermedades, no sirven  más que para atrofiar la fuerza vital del pobre enfermo y para que acumulen dinero sus explotadores”.

   La crónica la remite José Lucena (Presidente), que debe ser José Lucena Sánchez, directivo del CIO-SOV de Montemayor, Matías Torres consta como Secretario, mientras que Antonio Moral Torres, un pegajulero adepto, fue el encargado de presentar al Dr. Alfonso.


    A principios de 1921 el primitivo grupo naturista creado por Pedro Villatoro adopta título o denominación:

   
“Con este poético título, que nos recuerda a aquel inmenso rio por do pasa un caudal inmenso de filosofía, conocido por mitología griega, se ha constituido un nuevo grupo en Castro del Río, bajo la presidencia del entusiasta naturista Pedro Villatoro Garrido.

    Todos los elementos que lo integran sienten vehementemente deseos de propagar las doctrinas naturistas, porque están plenamente convencidos de la eficacia moral de sus principios, que por si solos bastarían para levantar el espíritu de los hombres del fango de sus concupiscencias para elevarlo a las más altas regiones de la luz, donde la virtud es el único tirano ante cuya potestad se humillan”.

    Por las mismas fechas se produce el asalto a otra posición elevada de la campiña, la villa de Espejo, donde se constituye un Grupo Vegetariano, que en el escrito que remiten a la prensa manifiestan unos propósitos similares a los de sus vecinos de Castro del Río: “Abstenerse de los perniciosos vicios del tabaco, las bebidas alcohólicas y el juego de naipes, como primer paso, siguiendo la selección del régimen alimenticio en todo lo que racionalmente sea equilibrio para una vida placentera y anhelante a todo lo sublime”.

    Entre sus primeros observantes encontramos a dos hombres estrechamente relacionados con el movimiento obrero local. Se trata de José Aquilino Delgado yDemófilo Villatoro Requena. Este último había representado a la sociedad de Artesanos-Oficios Varios en el II Congreso de la Confederación del Trabajo celebrado en Madrid en junio de 1919. Era hijo del sastre Carlos Villatoro Reyes (simbólico Demófilo), hermano de padre del castreño y también sastre Vicente Villatoro Aranda. Ambos militaron en la logia masónica «García Vao» de Castro del Río (1888-1893).

    Se presentan en público el 24 de marzo con una Conferencia en el Teatro: “Maravillas de los baños de sol, como curan las enfermedades” impartida por el profesor Canetti:

    “Principió entonando un himno al Sol y al sistema planetario, y dio a conocer la importancia que ejercen los rayos solares para purificar todas las dolencias del cuerpo. Presentó numerosas proyecciones de curas de tuberculosis, que ilustraron grandemente al selecto auditorio, que las escuchó con verdadero interés. La conferencia del señor Canetti ha sido un inmenso poema de amor, de paz, de arte y filosofía”. 


Profesor Canetti

   Alejandro Canetti Simonciani, un suizo de padres italianos con aires de bohemio y discípulo de Unamuno en Salamanca, fue pionero del alpinismo, militó en la Masonería e impartió lecciones de alemán e italiano en el Ateneo de Madrid. Llegó al Naturismo a través de la práctica deportiva. Terminaría convirtiéndose en un incansable propagador del Naturismo, a modo de profesional itinerante de la conferencia, lo que le permitió viajar a lo largo y ancho de la geografía española, incluidos sus archipiélagos. El tema desarrollado en Espejo lo esparció por los más dispares rincones del país entre 1918 y 1923.

    En la primavera de 1921 se produce una escisión entre los naturistas castreños que puede que guarde relación con la crisis del obrerismo local y con la incorporación de nuevos practicantes desde otra procedencia ideológica. Aparece un nuevo grupo denominado Fundamento:



     Precisamente, en esta misma dirección postal de la calle Nueva Salud nº 29 coincidirían durante el verano el Dr. Eduardo Alfonso y el veterano anarquista sevillano Manuel Pérez y Pérez.



    Durante los meses de julio y agosto de 1921 el Dr. Eduardo Alfonso fija su residencia en Castro del Río. Pasa consulta de medicina natural en la huerta de su amigo y cliente Antonio Pérez L. Toribio, debajo de un albaricoquero:

    “Los enfermos venían, usando toda clase de medios de locomoción, atraídos por el éxito de nuestras primeras prácticas y ansiando que les diese la ablución en las aguas del Guadajoz, que era así como una especie de Jordán de mi apostolado. Allí mismo, un inspector de Sanidad me pidió el título profesional, por intermedio de un guardia, y esparció entre mis enfermos que yo llevaba escondida una máquina de picar carne para preparar en ella, sin ser visto, lo que me guisaba la patrona al efecto”.



    Manuel Pérez y Pérez, un trabajador del campo natural de Écija (Sevilla), procedía de la exaltación obrerista de principios de siglo. Desde Sevilla, en cuyo Centro Obrero jugó un papel destacado, pega el salto en 1912 al segundo departamento de La Carlota (Córdoba), donde en unión de su prima Ángeles Montesinos lograron poner en marcha una sociedad obrera y una Escuela Racionalista. Representa al Centro Obrero de La Carlota en el Congreso fundacional de la FNOA celebrado en Córdoba entre el 17 y 20 de abril de 1913. Poco después se instala en Córdoba donde consiguió trabajo en un taller de ampliaciones fotográficas. Le duró poco el asiento. Entre 1914 y 1916 se entrega a la propaganda itinerante por los pueblos de la campiña de Córdoba. Díaz del Moral define su táctica propagandística como similar a la empleada por los nihilistas: “En los pueblos en los que no existía organización o se encontraba decaída se presentaba en los cortijos y caseríos, tomaba parte en el trabajo si era preciso  y por las noches y en los descansos predicaba a los obreros”.

    Aquejado de problemas de salud (parálisis parcial) se retiró a su tierra donde regentó una pequeña librería dedicada a la venta de libros y folletos orientados en sus ideas. Para poder desplazarse hasta Castro del Río ese verano de 1921 y  entregarse de lleno al régimen vegetariano y naturista recurrió a una original sistema para la obtención de ayuda: una rifa.


    Desconocemos hasta que punto aquellos meses de huerta en Castro le ayudaron a aliviar sus males.

   En la primavera de 1922, en vísperas de una nueva visita de Eduardo Alfonso y tras fracasar el «Grupo Ceres» en su empeño de recabar el apoyo de todos los grupos de la comarca para traer de gira de propaganda al Dr. Casiano Ruiz Ibarra, se aproximan y terminan fusionándose los dos grupos locales:



    El Dr. Alfonso, finalmente, no pasó consulta aquel verano debajo del albaricoquero de la huerta de Antonio Pérez, como se había anunciado. En noviembre de 1922 arranca con una nueva gira de conferencias de divulgación, que le sirven, de camino, para promocionar su libro “Como os curala medicina natural”, editado por primera vez en 1921. Su primera escala fue la provincia de Córdoba, pasando por Málaga y rematando la gira en Bilbao.

   Aquella gira la resume en un artículo titulado “Andanzas Naturistas” que apareció publicado en Acción Naturista. Aunque extenso, trascribiremos su periplo completo por aquellas localidades cordobesas en las que tenía adeptos al Naturismo y clientes de su medicina natural:




    El primer punto de parada en nuestra ruta fue Córdoba, esa mística y alegre ciudad, capital de la provincia andaluza de más fondo, en la que nos acogió el fraternal afecto de la familia Luque, y donde el naturismo se mantiene merced a la única labor de dichos amigos. Aquí no fue posible dar ninguna conferencia.

    Seguidamente pasé a Espejo, donde una crisis de trabajo mantenía dispersos a gran parte de los consecuentes naturistas de este sano pueblo. Es Espejo un pueblo notable por su grado elevado de sanidad y los frecuentes casos de longevidad que se dan en él. Situado sobre un cerro, en cuyo espejo se mira toda la provincia, sus mujeres se ven obligadas a subir empinadas cuestas con su cántaro de agua cogido en las fuentes de la ladera, y semejan la gallardía, derechura y fortaleza de las pescadoras vascas con sus cestos en la cabeza, o de las mujeres de Guisando o Candeleda en la sierra de Gredos, que como los hombres y niños, han andado y aun andan completamente descalzos, a pesar de que la mal entendida civilización va violando esta sana, natural y fortificante costumbre. En Espejo tuve la ocasión de hablar con una anciana de 101 años, que conservaba íntegras las facultades intelectuales y casi todo el poder de los sentidos, y que subía las cuestas haciendo competencia a sus incontables nietas y aun biznietas. Conservo su retrato y datos biográficos, deduciendo de ellos que el motivo de su longevidad ha sido su vida metódica y laboriosa, haciendo buena la frase de Rousseau, de que la temperancia y la laboriosidad son los dos verdaderos médicos del hombre. Su temperamento sanguíneo (el más vital de todos) y su buena constitución fueron las bases de su dilatada vida.

    Otros casos me citaron de personas de más de 100 años, entre ellas un anciano con 104 que viaja sólo. De la admirable salud y vigor del pueblo espejeño da también buena muestra el noble matrimonio propietario de la fonda que me albergó, ella de setenta y tantos años y de ochenta él, que después de haber tenido veinticuatro hijos, aun les queda vigor, a ella para atender a las necesidades de los huéspedes, y a él para trabajar en su oficio de sastre (al cual se dedica desde los nueve años), a más de bajar por mañana y tarde , haga buen o mal tiempo, a buscar a los viajeros al automóvil, aprovechando las ocasiones para su acostumbrado paseo. Esta buena señora me dijo, hablando de cómo había criado a sus hijos, esta frase clarividente en su misma ingenuidad: “Yo creo que la limpieza es superior a la medicina”. Es la medicina misma, hube de contestarle apresuradamente.

    Uno de los hijos de este buen matrimonio es el consecuente,  puro naturista y buen amigo Demófilo Villatoro, que nos hubo de acompañar en nuestra visita a Fernán Núñez, y que fue ganador en Espejo de un concurso de levantamiento de pesos, y por cuya atlética y armónica musculatura es un verdadero caso práctico de crédito para el Naturismo, tanto más cuanto que, gracias a la higiene naturista integral, no se ha hecho esta exuberancia física con detrimento de la inteligencia y el espíritu.

   De Espejo, donde tampoco fue posible dar conferencia, pasé a Castro del Río, la perla del Naturismo cordobés, en donde los amigos de siempre me demostraron su invariable amistad y su firme convencimiento en nuestras ideas de salud, paz y tolerancia.

    Apenas entre en el pueblo, adonde llegué andando desde Espejo, con el buen amigo Bello, me encontré a su actual alcalde D. Antonio Pérez, a quien tantas atenciones debe el Naturismo de este pueblo, y ya en su seno, quien me notificó tener un local a mi disposición para dar una conferencia naturista e indicándome su deseo de que hablase del árbol frutal, ya que, en colaboración con los naturistas de este pueblo, proyecta una fiesta del árbol que desentumezca la opinión del vecindario en este punto.

    En el local de las escuelas públicas – cuyas clases hubieron de suspenderse para hacer mi disertación –  nos reunimos, presididos por el alcalde y los naturistas de Castro, todas las personas que permitió uno de los salones, y tuve el gusto de hablarles de la utilidad de los árboles frutales y de sombra, y como propina, de los errores de la terapéutica por drogas, vacunas y sueros, cuyo punto motivó la indignación de un profesor veterinario, quien con nuestra venia refuto mis argumentos y me dio motivo para que en mi rectificación explanase a mis anchas (aunque no del todo) los argumentos en contra de tan funestos procederes. Dicho señor veterinario, al terminar la conferencia, me invitó a ser vacunado para convencerme de la utilidad de esta práctica, y yo, ni que decir tiene, me dejé … no vacunar.



    De Castro, donde siempre recibí inmerecidas atenciones de aquel grupo naturista, pasé a Baena, donde ahora he estado por primera vez.

    Realmente en Baena no hay Naturismo propiamente dicho, sino unos cuantos hombres y alguna mujer de buena voluntad, curados con nuestros tratamientos, agradecidos al método natural, que ahora empiezan a estudiar nuestras ideas en todas sus ramificaciones. Son ingresados por el dolor, que han sabido aprovechar las lecciones del mal, y que empiezan a vislumbrar las puertas del paraíso perdido. Entre ellos, Félix Ortega, la familia Galisteo y algunos otros, cuyos nombres no tengo ahora en la memoria, sobresalen por su fe, su rectitud y su sinceridad. Son personas modestas dignas de nuestro apoyo. Haciendo un sacrificio pecuniario y de tiempo organizaron a maravilla una conferencia en el teatro grande, en la que les hable de alimentación vegetariana, tema con el que acostumbro a iniciar la exposición de ideas naturistas en todos sitios, por considerar fundamental para el resto de la evolución humana el vencer al vientre. La concurrencia fue realmente extraordinaria, no faltando, según me dijeron, los cinco médicos del pueblo; es el primer caso en que me ocurre semejante cosa, lo cual habla muy en favor de la propaganda hecha por los naturistas baeneros, y de mis cinco colegas, que, al contrario que la mayoría de los demás pueblos, han demostrado interés por saber algo más, algo nuevo.

    De Baena salí para Montillaen compañía del buen amigo y convencido naturista de Priego D. Juan Luque. En Montilla, donde otras veces estuve y dí conferencias, sólo encontré la buena amistad de los incondicionales de siempre y especialmente D. Antonio Martínez, que con la inteligente ayuda de su esposa, mantiene una troupe de pequeños naturistas que da gloria verla. En Montilla se conoce que la fuerza del vino ha vencido a la del Naturismo, pues aparte algún nuevo ingresado por el dolor, no hay ni un nuevo naturista por convicción. ¡Lástima grande que esto suceda en un pueblo de salud tan diferente, y donde, por causa del alcohol, tanto abundan los enfermos del hígado y del corazón! Aun no han conocido los avisos del mal.

    Después de Montilla tocó mi suerte en Fernán Núñez, pueblo más culto y de más interés por el estudio y las cosas elevadas, como lo prueba su centro filarmónico, que dio una nota fuertemente simpática, allí en el teatro di una conferencia sobre las verdades tradicionales de la medicina naturista, que fue escuchada con singular interés. Los amigos de aquel grupo siguen con toda su  fe la propaganda naturista, predicando con su ejemplo.




    Al día siguiente nos despertó la ventura de una deliciosa excursión a una huerta de Montemayor,  donde en compañía de los naturistas de Fernán Núñez y los entusiastas amigos de aquel pueblo pasé uno de los mejores días de mi vida. Allí, en contacto con nuestra Eterna Madre, tomamos un gratísimo baño de sol y nos dimos un soberbio baño de natación en un poético estanque rodeado de naranjos. Todo un poema de naranjas, agua y sol, en pleno noviembre, que terminó con un ágape de honor a la Vida, en el que se turnaron las deliciosas uvas, el melón sano y refrescante de aquellos terrenos, y las insuperables granadas del suelo cordobés. Al ver a aquel grupo de hombres unidos por el color moreno de su cuerpo, por esa mota de profunda igualdad que da la ausencia de esa cáscara hipócrita y endiosada que se llama vestido, por su comunión de ideas sanas y sencillas, tomando por todo alimento algunas frutas y bañando su cuerpo en el agua fina del mes penúltimo del año, algo dulcificada por el majestuoso sol andaluz, cualquiera hubiese juzgado serenamente de nuestra positiva locura , de la cual no hemos ni de justificarnos siquiera , si es cierto el refrán de que sólo los niños y locos saben decir las verdades, pues si fuésemos como niños, no olvidemos que Cristo nos prometiera el Reino de Dios, y si como locos se nos tildase, nos consolaríamos con poder decir la Verdad.

    Con esto terminé mis andanzas cordobesas después de haber tendido nuevos lazos y fortificado los antiguos.


CONTINUARÁ

PEDRO EL BUENO. LOS ORÍGENES DEL VEGETARIANO-NATURISMO EN CASTRO DEL RÍO.

   Esta fotografía, que adolece de los defectos propios de las rotativas de prensa de las primeras décadas del siglo XX, recoge una instantánea tomada por el médico naturista Eduardo Alfonso en una huerta de la localidad cordobesa de Castro del Río. Los retratados son quienes participaron en una gira campestre, organizada en su honor, por el naciente grupo de adeptos al naturismo de la localidad. Fue durante el primer viaje del médico madrileño por estas tierras regadas por el Guadajoz, que, con el tiempo, terminaría convirtiéndose en su particular Jordán.

    Con anterioridad a la constitución del referido grupo (1919), hay un largo recorrido de iniciación y germinación, durante el cual este tipo de corrientes higienistas fueron introduciéndose entre los receptivos militantes del Centro Instructivo de Obreros de Castro del Río (calle Colegio nº 15). Se propagan a través de la prensa ácrata hasta la aparición de publicaciones especializadas..

    Además de las suscripciones a periódicos y revistas que se realizaban a nombre de la sociedad, era corriente que algunos de sus máximos valedores se dirigieran a las redacciones de los periódicos para hacerse cargo, a título individual, de suscripciones y pedidos, que con posterioridad eran intercambiados o revendidos.    


Tierra y Libertad (1910)
     Es el caso de Pedro Villatoro Garrido «El Bueno», domiciliado en la calle Sin Salida nº 1, que en 1910, mostraba interés por hacerse con la obra de “El Hombre y la Tierra”de Eliseo Reclus, publicada por la editorial de la Escuela Moderna de Barcelona.

     Terminaría haciéndose con los 21 primeros cuadernos, que a principios de 1913 ofertaba en las páginas de Tierra y Libertad, para así poder destinar el importe de su venta a nuevas adquisiciones.



    Reclus y Tolstoi están considerados como los  precursores de lo que terminaría denominándose naturismo libertario. Eliseo Reclus (1830-1905), geógrafo y teórico del anarquismo, tuvo gran influencia en el movimiento libertario español por la rapidez con que sus obras  fueron traducidas. Es el caso de su gran estudio de geografía social “El Hombre y la Tierra” (1905-1908), empleado como material didáctico por la Escuela Moderna de Ferrer y Guardia.

    En el volumen VI se encuentran numerosos elementos de los cuales se nutre el naturismo libertario. Reclus, que era vegetariano, defiende, como un gran acontecimiento revolucionario, recuperar el derecho de los antiguos griegos a ir desnudos a la luz del sol, pasando a ser la ropa una cuestión exclusivamente climatológica. La obra, donde mejor plasma la interrelación entre naturaleza y sociedad, de una manera breve, bella y didáctica es, sin duda, El arroyo (1864).



    Pedro Villatoro debió quedar seducido por estas lecturas. No tarda en mostrar interés por cuanto relacionado con el tema apareciera en la prensa libertaria. En las páginas de Regeneración de México, de la que era suscriptor, descubre referencias sobre los métodos terapéuticos de curación (sin medicinas ni operaciones) empleados por el Doctor Luciano Soto de La Habana (Cuba), con el que intentaría ponerse en contacto.


1916
   Tenemos que contemplar la posibilidad de que pudiera hallarse afectado por alguna dolencia o enfermedad, que despertara esa su especial atención por la medicina naturista. Con el tiempo, un conocido anarquista sevillano se entregaría de lleno al régimen vegetariano y al naturismo en una huerta de Castro del Río, para curarse de una grave parálisis de la que se hallaba aquejado.




    Ante el progresivo auge del movimiento naturista surgen publicaciones específicas que tienen excelente acogida en los medios libertarios. Nos consta que la mayoría de ellas (Helios, Acción Naturista, Naturismo, Salud y Cultura…) llegaron hasta los estantes del armario- librería del C.I.O-S.O.V de Castro del Río.

   Son precisamente estas publicaciones las que nos permiten seguir y valorar la implantación del Naturismo en Castro del Rio desde la creación del primitivo grupo en el año 1919 hasta su extinción durante la guerra civil. De principio a fin es Pedro Villatoro Garrido quien encabeza cuantas iniciativas (giras, conferencias, proyectos de colonias, etc.) se fueron sucediendo en el tiempo.

   La primera visita de Eduardo Alfonso a Castro del Río tuvo lugar en octubre del año 1919. Acude invitado por Villatoro y su grupo, contando con el patrocinio y respaldo del Centro Obrero. Pronunció una conferencia en el Teatro Cervantes.


   “En Castro del Río (Córdoba) el día 19 de octubre se celebró una conferencia naturista, organizada por el Grupo Vegetariano Naturista del mismo.

    Dicho acto tuvo lugar en el Teatro Cervantes, siendo presidido por el compañero Juan García Redondo, de la localidad, quién después de hacer un pequeño bosquejo del Naturismo, presento al Dr. Eduardo Alfonso. Éste, con gran elocuencia, nos dio a conocer el por qué de la eficacia de la medicina natural; la gran importancia que ejercen todos los elementos naturales, como lo son el sol, el agua, el aire, etc., sobre la vida y desarrollo de los seres orgánicos; la riqueza de salud y de vida que poseen los que se alimentan de vegetales, en su mayoría frutos; lo exenta de enfermedades que estará la humanidad del porvenir si se educa con arreglo a la moral y a la higiene, y en fin, tantas buenas cosas dijo, que para enumerarlas serían precisas muchas páginas. Para terminar, sólo decir, que hasta los médicos alópatas que le escucharon le acogieron con satisfacción”.


    La crónica está firmada por Francisco Mármol Lucena, que al igual que el veterano Juan García Redondo, que actuó como presidente, formaba parte de una de las Juntas Directivas del Centro Obrero que se fueron sucediendo durante aquel convulso y conflictivo año de 1919.
    Otros detalles sobre esta conferencia y noticias sobre los especiales vínculos que mantendría Eduardo Alfonso con Castro del Río y otras poblaciones de la provincia, pueden consultarse en un ilustrativo y divertido libro de memorias titulado “Mis Recuerdos”



    “Tras de breve estancia en Córdoba, nos dirigimos a Castro del Río, pueblo de 13.000 habitantes, bordeado por el río Guadajoz, cuyas riberas, asiento de riquísimas e innumerables huertas, producen una enorme cantidad de exquisitas frutas, sobre todo granadas.
    Di una conferencia en Castro del Río, con el teatro lleno. El alcalde me favoreció amablemente y puso a mi disposición al Jefe de la Policía. Mucho le agradecí este rasgo, tratándose de que yo era un desconocido, pero la presencia de mi mujer, que me acompañaba y mi buena fe en mis trabajos, inspiraron confianza a todos. Dos médicos me escucharon. Terminada mi disertación tuve la satisfacción de no oír ni un solo aplauso; en cambio de entre la muchedumbre surgieron algunas voces de “mu agradecios”. Este original comentario final a mi conferencia me satisfizo grandemente. Allí juntos, en un ambiente en que se habló de la salud y la vida, escucharon unidos por un momento la autoridad, los médicos y el pueblo.
   Durante mi estancia en Castro del Río, vivimos en una huerta, en la que nos dio cariñosa hospitalidad mi amigo y cliente Antonio Pérez.
   La gente de Castro (la musa popular castreña) se desbordó en coplas dedicadas al naturismo que fueron cantadas por las estudiantinas con música del cuplé “El Liberal”:

“Don Eduardo el naturista

lo lleva todo a la vista”.

“Los hortelanos de Castro

con esto “der” vegetal

han subido la cebolla

que es una barbaridad”.

“Las hortalizas

perdieron su valor

y piden un sentido

por una mala col”.

“También las “papas”

no se pueden comprar,

los pimientos y acelgas

¡tan caros como están!”

“Pero estas cosas

hay que “aburrir”

porque con esto hoy

no podemos vivir”

“Seremos vegetarianos

pero…ya no puede ser

porque “tos” los hortelanos

venden con gran interés”.

“También ha subido

el “cazón” a millón

garbanzos y habichuelas

y hasta el triste ”picón”.


    En Castro del Río, el principal propagandista del naturismo fue Pedro el Bueno, vendedor de Baratijas».

   Incluimos como enlace una definición teórica práctica sobre El Naturismo formulada por el propio Dr. Eduardo Alfonso y Hernán.

  

   Como estamos en temporada de frutos y vegetales, y esas huertas del Guadajoz, otrora ricas en una variedad local de manzanas y ciruelas muy estimadas por Eduardo Alfonso, deben de estar ya en plena producción, rematamos con unas sencillas recetas de ensalada para quienes se quieran aproximar al nuevo régimen:


TRAYECTORIA: DIONISIO QUINTERO GARRIDO (1888-1980).

    Nacido en Castro del Río (Córdoba) en el seno de una humilde familia de origen campesino. Como venía siendo costumbre, casi sin pasar por la escuela, a la temprana edad de siete años su padre lo envió a una cortijada a cuidar pavos, desfilando sucesivamente por categorías laborales como porquero, hatero, acomodado… hasta llegar a graduarse como gañán o jornalero.

    Su inquietud y ansias de aprender, le permitirán hacerse con el tiempo con una suficiente formación autodidacta: “Cuando emprendía la viajada agrícola siempre llevaba sus libros consigo y los ratos libres los dedicaba al estudio, alcanzando así una buena educación”.

    El entrecomillado pertenece a la correspondencia epistolar mantenida con su hijo, que nos ha resultado de gran ayuda para poder adentrarnos en su trayectoria vital.

    A finales de 1916, coincidiendo con la primera huelga planteada por el Centro Instructivo de Obreros- Sociedad de Oficios Varios de Castro del Río, inició su vida social dentro del mismo. Se destaca pronto por sus especiales dotes de oratoria.

    A finales de 1918, en pleno período de agitación obrera, se hará cargo de la Escuela del Centro en sustitución de Antonio Pérez Rosa, hasta entonces maestro y mentor de la organización obrera de Castro del Río, que por discrepancias internas, hartazgo o condicionamientos familiares terminaría abandonando aquel Centro Instructivo de Obreros en cuya gestación había participado directamente allá por el mes de mayo del año 1910.

    El progresivo peso que Dionisio va adquiriendo dentro del anarcosindicalismo castreño hemos podido constatarlo con documentación del A.H.M. Así, en julio de 1919 se persona ante el alcalde junto a José Dios Criado y Antonio Camargo Algaba, solicitando el levantamiento de la clausura a la que se hallaba sometido el Centro Obrero desde la turbulenta primavera de ese año. Su capacidad para la negociación fue decisiva para cerrar dignamente aquella huelga general declarada el 25 de mayo recurriendo a la transacción. La patronal terminaría aceptando unas bases, algo inferiores a las inicialmente propuestas, en un ambiente conciliador.

   Las bases de trabajo para la temporada de invierno llevaban, una vez más, la histórica demanda de abolición del trabajo a destajo. La no aceptación por parte de la patronal se traduce en una inmediata convocatoria de huelga planteada a principios de noviembre de 1919. Un largo conflicto en el que afloran las típicas coacciones de los huelguistas:

Diario de Córdoba (8 de noviembre de 1919)

     Un enfrenamiento aislado con la guardia civil se salda con un inmediato “procédase a la clausura del Centro Obrero y la detención de su junta directiva, comisión de huelga y maestro laico del mismo” dictado desde el gobierno civil. Algunos pudieron huir escondiéndose por los campos, mientras que otros, entre ellos Dionisio, fueron detenidos y trasladados a la prisión de Montilla.

   La máxima autoridad provincial envió a un delegado para que buscara una solución rápida. Algunas fuentes periodísticas hablan de una actitud inflexible por parte de la patronal que catalogan como «lock-out». El conflicto se prolonga, mayormente, debido a que, por hallarse presos los dirigentes, no había con quien pactar. Pese a que se instó a los obreros para que designaran una nueva comisión para negociar, no se presentó nadie, bien por solidaridad o por miedo a correr la misma suerte que sus compañeros detenidos. Trascurrido casi un mes de paro fueron los propios patronos quienes recomendaron al gobernador la libertad de sus interlocutores:



El Sol (3 de diciembre de 1919)

    La huelga se terminó al día siguiente al cerrarse el contrato de trabajo entre patronos y obreros. Algunas fuentes le atribuyen participación en la liberación y resolución final al diputado republicano federal por el distrito de Montilla, don Manuel Hilario Ayuso e Iglesias.
    Dionisio Quintero fue un hombre de gran sentido práctico, lejos de las veleidades revolucionarias que otros más exaltados exigían. Dialogante y conciliador, se convierte en el principal baluarte del sindicato en los numerosos conflictos laborales que se suceden durante el Trienio. 


    El notario e historiador de Bujalance don Juan Díaz del Moral, en su “Historia de las agitaciones campesinas andaluzas”, con el que llegó a colaborar aportando informaciones  y documentos, cuyo agradecimiento queda además reflejado en el prologo de la misma, recoge una noticia en la que se pone de manifiesto ese pragmatismo, sus especiales dotes de oratoria y persuasión. Se trata de un conflicto inmediatamente anterior en el tiempo al que le supuso la detención:

    “El 20 de septiembre empieza en Castro otra huelga, también ejemplar; fue la primera en la que el Centro Instructivo sufrió una derrota completa. Su planteamiento era absurdo: las labores no requerían ninguna operación urgente; la provincia estaba tranquila y en aquellos días pudieron concentrarse abundantes fuerzas de la Guardia Civil; los elementos directivos , que desde el principio se habían opuesto a ella, trataron de recabar la mediación del gobernador para lograr algo de lo pedido que encubriera el fracaso; pero no la consiguieron. Iban ya veinte días de paro, y era preciso, a todo trance, acabar; se estaban consumiendo de manera estéril las energías y los entusiasmos. Más ¿quién osaba confesar la derrota y proponer la sumisión a aquella hueste enardecida y ávida de pelea? Dionisio Quintero avanza a la tribuna y dice: ¡Compañeros¡ Cuando al recorrer un camino sobreviene la fatiga se sienta uno al borde, descansa . . ., y luego continua hasta llegar al final. Vamos a acabar la huelga. El argumento conquista hasta a los mas rebeldes: se reanuda el trabajo sin condiciones; el descanso del camino duró veinticinco días; el 4 de Noviembre la hueste emprendía otra vez la marcha hacia el final con más fe que nunca”.


    Autor de manifiestos y asiduo colaborador en la prensa obrera anarquista. Aunque no hemos encontrado su firma en publicaciones señeras como Tierra y Libertad o Solidaridad Obrera, según testimonios aportados por su propio hijo, solía publicar, además de con su propio nombre, con el seudónimo de Rotekin (su apellido a la inversa) para evitar represalias de imprenta y adornarse con esa impronta revolucionaria propia del periodo. Díaz del Moral recoge en su trabajo uno de sus manifiestos publicado tras la represión de mayo de 1919. Define su estilo como «conceptuoso a fuerza de agudizar la intención de las palabras y de torturar la sintaxis, pero rebosante de idealismo y con un matiz estoico, que despierta el recuerdo de nuestro padre Séneca»:

   “Nuestro ideal – no te asombres de nuestros puntos a seguir – nuestras ideas no tienen límite. El camino de nuestras ideas es un puro sacrificio para la mayoría de la gente; pero para los que conocen el bien que prestan a la humanidad la vida de esos apóstoles es agradable, porque no es sólo alegría vivir una vida placentera cuando no se tiene sentimiento, no; es vivir también satisfactoriamente aun cuando se esté bajo una tortura continua e inquisitorial, si es que se está completamente convencido que el producto de la inmortalidad de nuestro criterio es recibir sin destemplación el golpe que quieran darnos los amedrentadores del orden y no arredrarse, aunque nos presenten la muerte de nuestro movimiento físico; más vale morir por defender la vida de todos los seres, que vivir como viven los parásitos de la raza humana, los explotadores del mundo, que matan millares de seres diarios por su sola personalidad».


   Poco a poco se iría desprendiendo de ese rebosante idealismo que aflora en el texto anterior, y se irá decantando por la línea estrictamente sindicalista que intentará imponer dentro del sindicato, no sin dificultades, al encontrar una fuerte oposición del sector anarquista puro encabezado por José Dios Criado.



   Su formación autodidacta y su progresivo prestigio entre los trabajadores de Castro del Río le resultaron suficientes para ponerse al frente de la Escuela del Centro Obrero a la marcha de Pérez Rosa. Por testimonios orales conocemos, que además de los textos de la Escuela Moderna adquiridos desde su puesta en marcha, ocupaban un lugar preferente en las estanterías de aquella escuela «La gramática del obrero» y «La aritmética del obrero» publicadas por José Sánchez Rosa.

     La fotografía que mostramos, en la que Dionisio aparece arropado y rodeado de un numeroso grupo de niños y niñas de diferentes niveles, es del año 1919. Esta tomada en  la sede social del Centro Obrero de la calle Colegio nº 15. Mutilada en la parte superior para protegerla de miradas inquisidoras. El retrato que preside la escuela debe ser el de Francisco Ferrer y Guardia o el de José Sánchez Rosa, que gozó de gran ascendencia y predicamento entre el proletariado castreño. En la pizarra debía de aparecer escrita alguna comprometedora máxima anarquista.



    

    En marzo de 1920 le tocará plantar batalla al emergente Sindicalismo Católico Agrario que terminaría implantándose provisionalmente en Castro del Río tras una campaña de propaganda encabezada por el padre jesuita Sisinio Nevares, bendecida por la patronal y desde el palacio episcopal. Llegó a retar a controversia al padre misionero durante un accidentado mitin de presentación celebrado en el Teatro Cervantes.

    Famoso por sus dotes de tribuno, es reclamado por los compañeros de la capital cordobesa para participar en un mitin societario organizado por la Sociedad de Oficios Varios en los locales de la Casa del Pueblo de la calle Santa Marta (25 de junio de 1920). Le acompañaron en el uso de la palabra los obreros José Ruiz Abarca, Ángel Garcés Granell (hermano de Bautista Garcés) y José Aguayo, entre otros: “Con buena asistencia, dentro de un orden absoluto, los conferenciantes abogaron por la unión del proletariado como única forma de conseguir las reivindicaciones obreras”.

    Durante los años de crisis de la C.N.T., posteriores al Trienio, Dionisio Quintero se convertirá en el máximo valedor dentro del Centro Obrero y defensor de los postulados sindicalistas que prevalecen en el seno de la Regional Andaluza.   

    A principios de julio de 1923 se celebra en los locales de la Casa del Pueblo de Córdoba (Santa Marta) una Asamblea de la Regional Andaluza de la CNT. Dionisio Quintero, una vez cerradas las negociaciones que ponían fin a la huelga de campesinos declarada en Castro del Río, asiste al citado cónclave regional en el que los dirigentes del comité regional habían puesto sus esperanzas de que sirviera para revitalizar la organización. Hombres como Paulino Diez Martín y Manuel Pérez Fernández figuran como responsables de tal cometido. Durante dos intensivas jornadas se discutieron numerosas ponencias. El espejeño Clodoaldo Gracia actuó como secretario de mesa durante una de las sesiones. Dionisio Quintero, delegado de Castro del Río, amparándose en la Ley de Asociaciones, solicitó la reapertura de varias entidades obreras que permanecían clausuradas en varios pueblos de la provincia. El tema sobre si ¿Convendría la implantación de un salario único para los campesinos durante los periodos de recolección?, propuesto por el delegado castreño, quedaría aparcado:

   “Como esto compete sólo a los campesinos y no estando representados en número suficiente, se acuerda que el comité regional de acuerdo con las federaciones comarcales de Jerez y Castro del Río, convoquen un congreso agrario para la discusión del problema”.


    Otra preocupación era el estado por el que atravesaba la enseñanza racionalista:


La Voz de Córdoba (9 de julio de 1923)
    Se aprobó la creación de una Normal de Maestros y para su sostenimiento se propone el aumento del sello a los confederados, así como la común apuesta por la continuidad de las enseñanzas racionalistas, dejándose libertad a las federaciones para encauzar la propaganda y organización de las escuelas, dotación de material y selección de los maestros.

    El delegado campesino de Castro del Río abrió el mitin de clausura atacando y fustigando las conciencias de los obreros cordobeses por su falta de organización. Le sucedieron como tribunos, Manuel Pérez Fernández (sindicato de la madera de Sevilla), José Ballesteros (agricultores de Jerez), José Alfaro (transportes de Sevilla) y Paulino Diez Martín (Secretario de la Regional de Andalucía y Extremadura) que abogó por el fin de la guerra que venía desarrollándose en Marruecos “osario de la juventud que tanta falta hace en el cultivo de los campos y en los hogares”, ataca y acusa a la patronal catalana por mantener pistoleros a sueldo para reprimir el movimiento obrero,  haciendo responsables de tal hecho a los gobiernos y a la izquierda parlamentaria por su silencio. Termina aconsejando la asociación como necesidad para que se derrumbe este régimen capitalista, fracasado completamente, y se implante el régimen libertario, más justo y humano.

    El final de su militancia sindical se produce sobre 1924 como consecuencia de sus discrepancias con el sector liderado por José Dios Criado. Durante la negociación de las bases para el verano apostó por aceptar las mejoras propuestas por la patronal y evitar la huelga, pues pensaba que no era el momento adecuado. Desde el otro sector, no conforme con la solución propuesta, se presentaron nuevas bases rechazadas automáticamente. Dionisio entró en nuevas negociaciones consiguiendo que la patronal las terminara aceptando, lo que provocaría el recelo y desconfianza entre sus propios compañeros del sindicato que empezaron a acusarle de traidor y de estar en connivencia con la patronal. Dolido, solo y desengañado presentaría su dimisión lo que supondría su salida definitiva del sindicalismo.


     Estos extremos proceden del testimonio que nos trasmitió su único hijo varón en su día. Según él, Dionisio tenía asumido que esto podía ocurrir en cualquier momento Hacía tiempo que había adquirido una máquina fotográfica, pensando que cualquier día pudiera hacerle falta, como así fue. En 1926 deja la casa de alquiler en la que vivía en la calle Casas Altas y se traslada con su familia a Martos (Jaén) donde monta un pequeño estudio fotográfico y se hace cargo de la corresponsalía de ampliaciones fotográficas por toda la comarca (Torredonjimeno, Fuensanta, Higuera de Calatrava, Santiago de Calatrava, Porcuna…). Su trabajo consistía en captar la instantánea, que era remitida con posterioridad a unos talleres sevillanos donde se ampliaba y se le aplicaban efectos de retoque y coloreado. Sin lugar a dudas debe de tratarse del negocio que sobre el año 1916 montaron en Sevilla los veteranos anarquistas Antonio Ojeda y Francisco González Sola, que refiere Díaz del Moral
    Estamos ante un caso más de líder sindicalista campesino, que al dejar la militancia activa, discriminado por la patronal e incomprendido o rechazado por sus antiguos compañeros, no le queda otra salida que la emigración para intentar reorganizar su vida en otro lugar con mejor o peor suerte. Es el mismo caso de granados militantes como Benito Cordobés y Antonio Pérez Rosa, ambos retirados de la vida societaria al estallar la conmoción de 1918, y que en 1920 se instalan en la capital cordobesa con un negocio de ampliaciones fotográficas, que se desvaneció pronto ante la numerosa competencia. Díaz del Moral dice en nota:

    “La sugestión ante el éxito alcanzado por Antonio Ojeda con su taller y la facilidad del aprendizaje de las ampliaciones, el escaso capital que se necesita para la industria y las extensas relaciones adquiridas por todos los pueblos, con ocasión de los propagandas, decidían a casi todos a seguir los pasos de Ojeda”.


   No hemos encontrado publicidad de los talleres sevillanos de Antonio Ojeda, aunque sí de su socio granadino Francisco González Sola, que tras romper con la primitiva sociedad, se instalo por su cuenta en Canarias:



    El hijo de Dionisio Quintero nos ha trasmitido una anécdota, ubicada en torno al año 1930, que nos puede servir para hacernos una idea de la vida un tanto complicada y azarosa que van a arrastrar estos antiguos apóstoles de las masas:


     Frente a su estudio fotográfico en Martos vivía una señora mayor, de buena posición económica, cuyas nueras rivalizaban en agasajos hacia ella para obtener sus favores, seguramente pensando en una inmediata herencia. Una de ellas le encargó una ampliación fotográfica coloreada de su suegra para lucirla en un lugar principal de su domicilio. Enterada la cuñada, acudió de inmediato al fotógrafo con el mismo propósito, aunque ponía como condición la obtención primera.

    Éste le hizo saber que era materialmente imposible pues ya había sido remitida a los talleres y posiblemente viniera de camino. Pero ante la insistencia de esta mujer y un tanto esclavo de sus dificultades financieras, Dionisio, que atesoraba unas especiales dotes pictóricas, le propuso sacarle un retrato a carboncillo que su clienta terminaría aceptando. 
    Una vez recibido el encargo fotográfico original se lo hizo llegar a su cliente, quien complaciente lo recogió, pero se excuso a la hora de pagar alegando que no disponía de efectivo en aquel instante. 


   Pasaban los días, y cada vez que intentaba cobrar esgrimía los mismos argumentos. Hasta que agotada su paciencia, un día, aprovechándose de que la puerta de su casa estaba abierta, se introdujo en ella para sustraérsela. El asunto se complicaría considerablemente al ser denunciado por allanamiento de morada y robo. Además se le acusaba de la desaparición de 1.000 pesetas que la señora decía tener escondidas en el cuadro de la foto. Seria procesado por el Juzgado y se le aplicó un arresto domiciliario, con el consiguiente perjuicio para Dionisio, impedido para atender sus corresponsalías en los pueblos limítrofes.
    Conocedor de la amistad personal de la denunciante con el señor Juez  y temeroso de que el asunto pudiera complicarse, le escribió una carta explicándole el caso al abogado don José Fernández Jiménez, aquel que fuera Diputado Liberal por el Distrito de Montilla, quien se hallaba unido a Castro  por lazos de clientelismo político (Fernandistas), familiares (consuegro de don Francisco Algaba Luque) y profesionales (tenia prestigio y una importante clientela entre los castreños). Muy posiblemente se conocieran de sus años de militancia sindical. Una carta dirigida al señor Juez sería suficiente para que el caso se archivara y Dionisio pudiera cobrar por fin su trabajo.



     Al proclamarse la República el 14 de Abril de 1931 no duda en regresar a su pueblo, confiado en que el nuevo estado de cosas le podría resultar favorable.

    Una vez en Castro recibiría la invitación de José Dios de reingresar en el sindicato, la cual rechazo, enfocando su nueva vida al margen de cualquier actividad política o sindical. El ambicioso proyecto de reforma del sistema educativo acometido por la II República le iba a permitir reencontrarse con su tarea docente y solucionar sus problemas económicos. Se intentó atajar el analfabetismo de las zonas rurales mediante el aumento de unidades de párvulos y primaria, pero ante la escasez de maestros y la necesidad urgente de proveer dichas plazas, mediante la convocatoria de cursillos de selección profesional fueron habilitados provisionalmente como auxiliares algunos  maestros sin título. Es el caso de Dionisio Quintero y Miguel Berral Navarro, con el tiempo Alcalde Presidente de la efímera gestora frente populista de marzo del 1936. Regentó una Escuela ubicada en la calle Hospital nº 3, que en la década de los noventa, cuando iniciamos este recorrido por su biografía, todavía recordaban con nostalgia y cariño algunos de quienes fueron sus alumnos. Complementaba sus ingresos con la actividad de la fotografía, que no abandono del todo.

    El estallido de la Guerra Civil, al igual que a otros muchos españoles, truncaría sus expectativas de vida. Al ser tomada Castro por las fuerzas nacionales en septiembre del 1936 se dirigió con su familia hacia la zona de Jaén, y tras un largo peregrinaje por diferentes localidades se asentarían en el pueblo serrano de Quesada.



    Los dirigentes del comité local, al conocer sobre sus aptitudes, le facilitaron vivienda en la «Casa del Pueblo» invadiéndole a participar en la organización de una colectividad campesina mixta UGT-CNT que permitiera explotar y beneficiarse de las tierras incautadas y abandonadas, y de cuyo consejo obrero rector formó parte, además de llevar la contabilidad de la misma y dar lecciones a los hijos de los colectivistas. Parece ser que un tanto coaccionado llegaría a afiliarse nuevamente a la CNT:


   «Cuando se enteraron los dirigentes del sindicato de Castro que mi padre estaba en el pueblo de Quesada fueron a obligarlo a que se afiliara si quería conservar el cargo que le habían dado. Ante tal presión y mirando el bien de su familia y el suyo tuvo que claudicar para que lo dejaran tranquilo».


   En 1937, cuando se crea esta colectividad de Quesada, el Secretario de la Regional Andaluza de la CNT era precisamente un castreño, Bartolomé Montilla Ruz. Las centrales sindicales y algún partido político como el PCE se hallaban enfrascadas en una dura pugna por controlar el movimiento colectivista de la zona republicana.

La Trilla (acuarela de Rafael Zabaleta)

    Dionisio Quintero (hijo), que con anterioridad al 18 de julio de 1936 había pertenecido al gremio de zapateros de de la SOV-CIO de Castro del Río, en la que llegó a desempeñar cargos directivos, terminaría afiliándose a las JSU y a la UGT de la provincia vecina, en la que permaneció refugiado hasta enrolarse en la 24 Brigada Mixta.


    
    Al acabar la guerra serían detenidos todos los colectivistas, dándose la orden de que  los refugiados se presentasen en sus respectivas poblaciones de origen. Una vez en Castro, Dionisio sería detenido e inmediatamente puesto en libertad por no existir cargos contra él.

     Los difíciles años de posguerra los pasaría en Castro obteniendo su sustento mediante los modestos ingresos que le proporcionaban las clases particulares a domicilio y la fotografía, insuficientes para atender las necesidades de su familia. Dos de sus hijas, Salud y Josefa, se colocaron en Córdoba como criadas de doña Amalia Cuesta Tristell, viuda del labrador, natural de Castro del Río, Joaquín Pérez Mármol.

    Se conserva en el archivo histórico municipal un curioso expediente que nos informa sobre la intención de las autoridades locales del primer franquismo de regular y poner control sobre este tipo de enseñanzas en manos de maestros privados, muchos con antecedentes de militancia  política o sindical. Curiosamente entre los alumnos a los que impartía clases Dionisio se hallaban los hijos de la dotación local de la guardia civil  

    Cuando en 1947, Francisco Franco llama por primera vez  a los españoles a las urnas para que apoyaran la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado, Dionisio, en una mezcla de ingenuidad y rebeldía acudió a votar justo cuando estaban cerrando el colegio electoraL; un miembro de la mesa grabo en sus ojos su papeleta que fue la primera en ser leída al abrirse la urna, encontrándose en ella el esperado NO. Este hecho le acarrearía serias dificultades, por lo que casi se ve obligado a trasladar su residencia a Córdoba a finales de los años 40.Vivirá durante un tiempo en Córdoba de la fotografía, hasta que al jubilarse es reclamado por sus hijos que habían emigrado a Santa Coloma de Gramanet (Barcelona) donde deja de existir en 1980 a los 92 años de edad.

Dionisio Quintero Bello

  Este trabajo está más o menos perfilado desde finales de la década de los 90 del pasado siglo. La generosa colaboración prestada por su hijo Dionisio Quintero Bello (testimonios y fotografía) la pretendíamos corresponder con la publicación de un artículo que sirviera para rescatar a su padre del olvido. Razones varias lo hicieron inviable en vida de este buen hombre, que heredó de su progenitor la afición por el dibujo y la pintura. Sirva pues como homenaje tardío a la memoria de ambos. D. Q. B. falleció en Santa Coloma de Gramanet en abril del año 2002.


ANTONIO GARCÍA BIRLAN: DE ASQUEROSA A BARCELONA PASANDO POR CASTRO DEL RÍO (1914-1917).

    Como mencionábamos en la entrada anterior Antonio García Birlan, con posterioridad a ese corto periodo que permaneció al frente de la Escuela del Centro Obrero de Castro del Río, inspirada en los principios racionalistas de la Escuela Moderna de Ferrer i Guardia, regresaba a su tierra, aunque sin perder el contacto con sus viejos compañeros y amigos. En un número de Tierra y Libertad de principios de 1915, Salvador Cordón Avellán, que le había relevado en la responsabilidad de la Escuela, le dedica unas cariñosas y poéticas letras:



    Camarada Birlan. Salud.

    El compañero Clodoaldo Gracia de Espejo me da a leer tu carta y así como en anteriores tuyas, sentí el deseo de escribirte. Esta vez los deseos se cumplen y largamente a través de esta carta que va hacia ti mansa, placida y serena, como las aguas serenas, placidas y mansas de los arroyos.

    Gotas de agua (dulce esta agua para el pobre sediento de amor) son estas letras que forman un rio cuyo nacimiento tiene su origen en la C con que se ha escrito camarada y desemboca, tras la lectura de la carta, en la firma (otra C igual combada como comba serpiente) en el mar de un corazón en el que jamás naufragan esperanzas, ni se hunden ideales. ¡Mar infinito, más borrascoso a veces que el infinito Océano que describe Eliseo Reclus.

    Dices en la carta del hermano que quisieras volar a ésta…Querer ya es poder…¡Vuela! Las alas del corazón son más grandes que las de un biplano. Gracias a aquellas han podido emplearse éstas. Surca el hombre el espacio con la máquina por él inventada; le acompaña el corazón, más grande todavía que su obra; sin ésta otra máquina, menos complicada pero máquina… ¡Vuela tu! ¡Vuela! Si por esta tierra  hay algo de ese mucho que propagamos, no te faltará pan; esa cosa tan poca cosa con que sólo podemos alimentarnos los hombres y por la cual nos traicionamos, nos vendemos y nos matamos ¡Mezquino el estómago! ¡Grande el corazón! Lucha tenaz, horrible, en la que por lo general sale victorioso el primero… ¡Por desgracia!


   En las letras de despedida de Salvador Cordón, especie de invitación para que regrese a Castro del Río, parece apreciarse una pasada hostilidad beligerante hacia su persona desde determinados sectores del obrerismo castreño, que pudieran haber sido la responsable de su pronta salida. El defenestrado y despechado Adres Jiménez Tapia, que debía de contar aun con sus incondicionales en el seno de la sociedad, pudiera haber tenido algo que ver en esa actitud:


    Si vienes, en mi casa encontraras tu casa, en mi pan tu pan… No sé si colectivamente serás bien acogido, pero individualmente si. En Espejo tienes a algunos que valen por muchos, aquí igual. Nada te importe de los muchos que no valen por uno siquiera.

    El arroyo se desliza ahora por entre la fronda de un bello paisaje. Poeta tu., cree en el bien de aquellos que lo persiguen dejándose jirones de sus carnes en las zarzas del camino y entre los dientes de los perros de esta perra sociedad.

    En mi casa encontrarás más que casa y más que pan … amor de hermano y de hermana, llantos y risas de dos niños (Osvaldo y Avenire) ¿Más aún? Pues más. Ansias de vivir la anarquía y de morir por ella. Acoge estas gotas de rocío piadosamente. Piadosamente van a ti ¡Acógelas!

    Espera tu hermano en ideas.

S. CORDÓN 



   Muchas de las numerosas misivas remitidas a Tierra y Libertad desde los más dispares lugares, por cuestiones de espacio, no veían la luz a través de la imprenta hasta transcurrido un tiempo. En ese mismo número se publica un esbozo literario contra la guerra (“Desterrada”) firmado por A. García Birlan desde Asquerosa, que va encabezado con la siguiente dedicatoria: “Para mis hermanos en la lucha Isabel H. Pereira y S. Cordón Avellán”.

   En las poblaciones de la comarca de la Vega de Granada desde principios de siglo se venía produciendo un importante flujo migratorio hacia la República Argentina. Concretamente en Rosario, capital de la provincia de Santa Fe, por efecto reclamo, se estableció una considerable colonia de oriundos de Asquerosa.
   A partir de 1914 se intensifica esa emigración ante la progresiva coyuntura económica desfavorable, que afecta mayormente al proletariado campesino y algunos colonos con serias dificultades para poder hacer frente al pago de sus rentas. Uno de los emigrados fue aquel consecuente libertario llamado Antonio Vilches Montijano, cuyo nombre desde 1912 venía apareciendo al lado del de Antonio G. Birlan en las listas de correspondencia administrativa y suscripciones de la prensa anarcosindicalista:

     Esta pareja y sus retoños, con esos nombres tan característicos, se instalaron con sus respectivas familias en Rosario. En 1915, el hacendado Federico García Rodríguez, padre de García Lorca, compró por 875 pesetas la casa de la que se desprende uno de aquellos emigrados, llamado Manuel Vilches Mazuecos, que debía de ser padre o pariente del paquetero corresponsal de Asquerosa M. Vilches o Vilchez.

    El vacío dejado por la marcha de M. Vilches en este reducto libertario de la vega granadina, donde había germinado el ideal gracias a sus esfuerzos, se rellena pronto con el regreso a Pinos Puente de Francisco Jordán, que había permanecido encarcelado en la celular de Barcelona y en el penoso penal de Chinchilla (Albacete) durante aproximadamente cuatro años, en cumplimiento de la condena que le fue impuesta por la Audiencia Provincial de Barcelona por aquel oscuro y rocambolesco asunto de los cartuchos de dinamita, hallados por la policía en su domicilio de Barcelona en 1910. Francisco Jordán, a quien tenemos pensado dedicarle un capítulo aparte, había defendido gallardamente su inocencia desde un principio y se consideraba víctima de interesadas maquinaciones gubernativas.

    Francisco Jordán y García Birlan unen sus destinos durante aproximadamente dos años.




El tabaco en la Vega de Granada
    Aquella misiva que Salvador Cordón Avellán, maestro racionalista y alma mater del Grupo Anarquista Alas de Castro del Río, le cursara a García Birlan a través de las páginas de Tierra y Libertad,  invitándole a retomar el contacto presencial con sus compañeros cordobeses, sería atendida tardíamente. Cordón e Isabel Hortensia Pereyra ya habían tomado rumbo hacia Montejaque (Málaga), su nuevo destino errante, donde desarrollaran una ardua labor en pro de sus ideales, similar a la que habían desplegado por tierras de la campiña cordobesa.
   Como consecuencia de alguno de los artículos de García Birlan, que a cara descubierta, fueron apareciendo en la prensa de sus ideas, donde solía arremeter contra la hipocresía de quienes defendían la guerra o por alguna de sus tenaces críticas contra la clase política, terminaría siendo reclamado por un Juzgado de Barcelona.

   Sobre el mes de septiembre de 1915, en el trayecto de ida o vuelta hace escala en Castro del Río, desde donde publica, ya con su seudónimo protector (Dionysios), un trabajo que titula “Del Anarquismo”, sobre la guerra y las propias contradicciones ácratas en torno a ella. Como solía ser costumbre en él va encabezado con su típica dedicatoria a algún compañero de travesía. En esta ocasión: “Para el buen camarada Antonio Loredo, que hacía poco había visitado Castro del Río durante aquella campaña que emprendió tras el Congreso Internacional de la Paz en El Ferrol a todo lo largo de la geografía española, recabando la solidaridad en favor de los presos de Cenicero (Rioja).



    Mi amigo: Continuemos firmes en nuestro puesto, tratando de aclarar, de señalar el verdadero camino a seguir en las circunstancias actuales. Cuando los maestros se confunden, cuando los compañeros de ayer, poco capaces de opinar por sí mismos, se desorientan, es útil, es bueno, es necesario, que los que supieron conservarse, serenamente, dentro de la pureza del ideal, hablen alto, todo lo alto posible para vindicar las versiones plagadas de prejuicios echadas a volar por cerebros perturbados que ayer dijéronse ácratas.

    Y nosotros hablaremos, ¿verdad? Tenemos el derecho de hablar. Nos lo otorga la independencia en que nos hemos mantenido, la libertad, nuestra amada favorita, el principio ácrata hollado, y, sobre todo, nos da este derecho el horror, el odio, la vergüenza, la rebeldía que nos inspira la matanza europea.

    Muchos, que dijeron ser anarquistas, no admiten, no comprenden que nosotros, como tales, seamos anti guerreros. ¿Cabe mayor desorientación, mayor inversión de términos?

    Digamos solamente que, como ácratas, como hombres, como amantes de la libertad, como defensores de un futuro liberador, nos encontramos frente a las naciones en guerra. Que somos anti guerreros por condición, por principio, por humanidad, y como tales, poco o nada  nos importa el triunfo de esta o de la otra parte, dado que todas han derrochado ahora, derrocharon antes, seguirán derrochando después en todas sus formas, bajo todos los aspectos, desde todos los puntos de vista, el salvajismo, la tiranía y el más cruel de los despotismos.



    La guerra europea (1914-1918) provocaría una honda y peligrosa crisis en el seno del movimiento anarquista a nivel internacional. La polémica entre las dos corrientes de opinión, aliadófilos y neutralistas, condicionaron negativamente sus perspectivas de expansión.

    Hombres de prestigio como Kropotkin, el francés Charles Malato, o españoles como Eleuterio Quintanilla o Ricardo Mella defendieron la causa de los aliados frente a la amenaza prenazi encarnada por la Alemania del Kaiser. En España terminarían triunfando quienes apostaban por la neutralidad, entre quienes se hallaba nuestro biografiado.

   Antonio García Birlan, pese a que venía escribiendo con seudónimo desde la primavera de 1915,  no podrá eludir las acusaciones “de escarnio contra la religión” que le llegan otra vez desde un juzgado de Barcelona.

   A principios de 1916 se instala nuevamente en Castro del Río a la espera del juicio. En esta ocasión se hace acompañar por su paisano y compañero Francisco Jordán, que durante sus años de presidio había consolidado su ideario y fortalecido su formación. Ambos colaboran activamente con el obrerismo castreño, algo resentido organizativamente desde la marcha de Salvador Cordón y su compañera Isabel Hortensia.



Tierra y Libertad (junio de 1916)
    Durante la campaña electoral a diputados a Cortes de marzo de 1916 el candidato republicano por el distrito de Montilla, Manuel Hilario Ayuso, intentará, una vez más, sacar al proletariado castreño de su tradicional actitud abstencionista. En un acto de la conjunción republicana socialista celebrado el 6 de marzo, el diputado provincial federal Diego López Cubero, que acompañaba a Ayuso en el uso de la palabra, se le ocurrió decir desde el balcón de la Plaza de la Iglesia donde trascurría aquel mitin y ante un numeroso auditorio, entre quienes se encontraban los dirigentes y asesores del Centro Obrero de Castro del Río, “que el anarquismo venía a ser como un árbol sin sabia”. García Birlan insto de inmediato a José Dios Criado, a la sazón presidente, para que retara a controversia a los federales, siendo esta aceptada y fijada para el 26 de marzo, una vez dictaran sentencia las urnas.
    Ayuso revalidará su acta de diputado, aunque en Castro y Espejo volvería a ser pasado claramente por su rival político José Fernández Jiménez. Su triunfo se cimienta nuevamente en el fuerte apoyo obtenido en Montilla y Aguilar. Los liberales fernandistas justificaban sus derrotas en la inquina que le profesaban los conservadores, que al carecer de candidato en el distrito, preferían apoyar a los republicanos antes que a ellos.
   El centro obrero repartió profusamente una hoja suelta firmada por Antonio García Birlan, Pérez Rosa y José Dios, convocando al pueblo trabajador de Castro del Río a aquel acto de controversia. La importante nomina de anarquistas que se desplazaron, atrajo la atención de toda la comarca sindicalista.

    Entre los ácratas que se personaron se encontraban Mauro Bajatierra (Presidente de la Federación de Peones y Braceros de España), el veterano José Rodríguez Romero (Grupo Los Iguales de Madrid), José López, el ecijano Manuel Pérez y Pérez, Juan José Pineda y Juan Díaz García

    El diputado Ayuso también estuvo arropado “por todos los republicanos y socialistas, y muchas personas de prestigio y honorables de estas localidades, que han visto con agrado la brillante y honrada labor de su diputado en las últimas cortes”.

   Según Díaz del Moral “asistió lo más granado del sindicalismo provincial, que, oyendo a sus oradores, reafirmó sus convicciones”.

    La famosa controversia se realizo en el corralón de Blanca (sobre su solar se edificará  un año después el Teatro Cervantes). Asistieron unas 3.000 personas. Los oradores con gran corrección discutieron el programa federal durante tres horas. El público salió satisfecho encomiando el mutuo respeto con que se habían expresado los oradores.

    Ayuso, que defendió con elocuencia las doctrinas de Pi i Margall, propagadas por estas comarcas por el llorado amigo y maestro de los republicanos cordobeses Jerónimo Palma, terminó su discurso con unas palabras que le abrían las puertas de futuros y circunstanciales apoyos: “Soy republicano federal por respeto a mi maestro, el ilustre Pi i Margall; si no sería anarquista”.


    Jordán y Birlan permanecen en Castro del Río hasta el verano de 1916. Ambos, que debían de estar inscritos en los ficheros policiales como “caracterizados anarquistas”, publican durante este tiempo numerosos artículos en Tierra y Libertad pero sin dar pistas sobre su ubicación geográfica. Por documentación emanada con posterioridad y conservada en el Archivo Histórico Municipal de Castro del Río conocemos que Francisco Jordán desempeño entre marzo y julio tareas docentes en la escuela del Centro Obrero. La coincidencia en la procedencia (Pinos Puente) y en la profesión, los dos eran carpinteros, nos induce a pensar que pudieran haberse ganado la vida durante su estancia en Castro del Río participando en las faenas de reparación de las instalaciones de la fábrica de extracción de aceite de orujo de la empresa Carbonell y Compañía, dañada por la explosión de una caldera en el mes de mayo de ese mismo año 1916. Recordemos que ésta tenía una sucursal en Pinos Puente y pudieran haber sido recomendados desde allí, donde lo más probable es que llegaran a prestar sus servicios profesionales.


Operarios Carbonell y Cía de Castro del Río (1916)
    La fotografía procede del  álbum: Carbonell  50 años de trabajo (1º de junio de 1866 – 1º de junio de 1916). Bodas de Oro de la Casa Carbonell y Cía.

    Hasta pudiera darse el caso de que entre los retratados estuviese la referida pareja granadina. Trabajo casi pericial que dejamos en manos de los fisonomistas.

    El 29 de junio Sánchez Rosa recala una vez más en Castro del Río para participar en un multitudinario mitin pro presos por cuestiones sociales. Abrió y presidió el acto José Dios Criado, como presidente del Centro Obrero. Le siguieron en el uso de la palabra Luisito Mármol, un alumno aventajado de su escuela racionalista, el compañero Antonio Pérez Rosa, auxiliar docente,  y el maestro Francisco Jordán, que terminaría cediendo la palabra a Sánchez Rosa que cerró el acto. Según la crónica éste trascurrió dentro de un orden perfecto, exceptuando alguna que otra interrupción por parte del delegado de la autoridad para atemperar los bríos de los conferenciantes. Birlan, que era hombre más de pluma que de tribuna, no participó.



Conclusiones



     Ambos se despiden de Castro del Río iniciando una nueva e intensa etapa de militancia obrera con Barcelona como destino definitivo.

    García Birlan entra a trabajar en la redacción de Tierra y Libertad y se convierte pronto en asiduo del Centro Obrero barcelonés de Mercaders-Serrallonga, donde prosigue con su formación autodidacta que le permitiría convertirse con el tiempo en uno de los escritores y periodistas más reputados del movimiento libertario.

   Francisco Jordán también asiduo del mismo centro laboró desde él en pro de la reorganización de la CNT.  El 24 de agosto de 1916 fue elegido Secretario del Comité Nacional de la CNT. El 15 de octubre y el 18 de noviembre de 1916 participó en los mítines conjuntos con la Unión General del Trabajo (UGT) celebrados en la Casa del Pueblo de Madrid para pedir el abaratamiento de las subsistencias, trabajo y amnistía para los presos y procesados ​​por cuestiones político-sociales. Participó activamente en la organización de la huelga general de 24 horas del 18 de diciembre de 1916. El 28 de enero de 1917 era detenido en Barcelona por resistirse a los agente de la autoridad y encarcelado gubernativamente, presentando la dimisión como secretario desde la cárcel. Puesto en libertad provisional el 16 de marzo de 1917, se integra en la redacción de Solidaridad Obrera que llegó a dirigir durante un tiempo, hasta que acusado y señalado de trabajar al servicio del espionaje alemán, es separado de la organización. Como hemos prometido ocuparnos de su peculiar y controvertida trayectoria prescindimos de más detalles.



FUENTES UTILIZADAS

Las mismas referenciadas en la entrada anterior a las que habría que añadir:


Miguel Íñiguez / Enciclopedia histórica del anarquismo español. 2 volúmenes de texto y 1 de fotografías. Asociación Isaac Puente. Vitoria, 2008.

Francisco Merino Cañasveras / Castro del Río del Rojo al Negro. 2ª edición de 1989.

MEMORIA LIBERTARIA: ANTONIO GARCÍA BIRLAN "DIONYSIOS" (1891-1984).

    Ha pasado más de un siglo desde que el anarquista granadino Antonio García Birlan recalara por primera vez en la villa cordobesa de Castro del Río. Fue a finales de 1912. Las impresiones de aquel su primer contacto con la realidad social y económica de la campiña cordobesa aparecen recogidas en una crónica titulada “De mi viaje”, dedicada a sus amigos y compañeros de ideas en Castro del Río y Espejo. 



   Fue ésta, precisamente, su primera publicación en el decenal anarquista Tierra y Libertad, del que terminaría convirtiéndose en asiduo colaborador con el seudónimo de Dionysios. Esta firmada desde Asquerosa, lugar situado a tres leguas de Granada, en el término municipal de Pinos Puente. En esta pequeña aldea vendría al mundo sobre el año 1891 y en ella trascurrirían los primeros años de su existencia. Algunas fuentes, desconocemos con que fundamento, le atribuyen participación en la educación del poeta granadino Federico García Lorca.



    Federico García Rodríguez, padre del poeta, alrededor de 1906 traslada su residencia familiar desde Fuente Vaqueros a la cercana Asquerosa, para así poder estar más cerca de una extensa finca de su propiedad dedicada a la producción de remolacha azucarera, limítrofe con la Fábrica de San Pascual, de la que era principal accionista.

    Ian Gibson, biógrafo del poeta, refiere la asistencia, durante al menos un año, del niño Federico a la escuela primaria de Asquerosa, antes de que marchara a estudiar el bachillerato a Almería (curso 1908-09). Caería enfermo y tuvo que ser trasladado precipitadamente al lado de su familia. Puede que fuera durante esa etapa de obligada convalecencia cuando el joven campesino y carpintero Antonio García Birlán, que ya atesoraba una sólida formación autodidacta, pudiera haberle impartido clases particulares a domicilio.

    Lo que sí parece seguro es que García Birlan, además de paisano de Federico, cultivo su amistad. Se conserva correspondencia privada entre ambos durante la década de los años 30.



   Recientemente, hemos tenido la oportunidad de visitar la casa natal de Federico García Lorca en Fuente Vaqueros, así como la que fuera su segunda residencia en Asquerosa (actual municipio de Valderrubio), habilitadas ambas como Casas-Museos e  incluidas dentro de la ruta turístico-cultural “Los lugares de Federico García Lorca”. En la segunda de ellas, su guía, “Pepito del Amor”, todo un compendio de sabiduría popular, atendió amablemente nuestra indagatoria personal en torno a la pervivencia en la memoria de los actuales habitantes de Valderrrubio de noticias sobre nuestro protagonista. Lo creíamos prácticamente imposible, máxime cuando había abandonado su tierra natal en la ya lejana fecha de 1916. Nuestra sorpresa fue mayúscula cuando a través de este singular personaje logramos el inmediato contacto con un señor mayor que le conoció durante su exilio en la Republica Argentina y que cultivó su trato, por paisanaje y amistad, durante los últimos años de su vida en Barcelona.
   Dejaremos en reserva algunos temas de los que trascendieron durante aquella entrevista para centrarnos en su llegada al ideario anarquista y sus primeros años de militancia, en torno a los cuales hay cierto vacío, patente en las numerosas reseñas biográficas publicadas sobre el escritor libertario Antonio García Birlan, que se nutren básicamente de los trabajos publicados a su muerte por Federica Montseny (“Hombres de la CNT. Antonio García Birlan” en Cenit nº 80 de 18 de septiembre de 1984) y Antonina Rodrigo (“Dionysios. La entrevista que no pudo ser” en Polémica nº de octubre de 1984).

Antecedentes

   En Asquerosa a principios del siglo XX existió una asociación obrera perteneciente a la confederación de sociedades de resistencia “La Obra”, que se movía en la órbita organizativa del republicanismo provincial. Su mentor local, un colono de Asquerosa llamado José Daza Fernández “Pepito Lagarto”, que era conocido y amigo de Federico García Rodríguez. En 1902, siendo concejal republicano por Asquerosa y a raíz de un primer envite de reivindicaciones proletarias, sería detenido junto a un importante número de asociados. Su militancia política y su defensa de la clase obrera le seguiría ocasionando hostigamiento y alguna que otra detención arbitraria:



El País (11 de noviembre de 1906)

    En el acerbo popular de Valderrubio se ha conservado la anécdota de que en lo sucesivo, cuando Alfonso XIII venía a cazar al vecino pueblo de Láchar, José Daza, se entregaba voluntariamente para que lo encerraran en los calabozos de Pinos Puente durante las jornadas que durara la cacería regia.

   Aquella sociedad de “La Obra”, constituida en Granada en 1900,  llegó a tener implantación en la mayoría de las poblaciones de los alrededores de la capital. En el seno de esta federación convivieron armónicamente republicanos, masones, anarquistas y socialistas, a los que unía un común objetivo, recogido en el artículo 1º de sus reglamentos: “Promover  tanto la educación, instrucción y cultura de la clase obrera, como el mejoramiento de la condición económica de la misma”.

   A finales de 1903 “La Obra” entra en un periodo de decadencia, debida, por un lado, a las persecuciones de las autoridades y a la hostilidad de los ambientes conservadores y católicos, y por otra a las propias divisiones entre los obreros en relación a su actitud ante la política y los políticos.

    En Pinos Puente una sociedad obrera, con los mismos estatutos y título, consigue reorganizarse a principios de 1909. Entre los militantes más activos de la nueva sociedad se encontraban ya algunos hombres directamente relacionados con el movimiento libertario.

    En la correspondencia administrativa de Tierra y Libertad y en algún que otro acto de reafirmación anarquista, publicado en este mismo periódico, aparece el nombre de Juan Linares López, como uno de los principales valedores de aquella reorganizada sociedad de Pinos Puente. 



    Entre quienes laboraron en pro de la consolidación de aquel nuevo obrerismo organizado se encontraba también un joven carpintero, natural de Valdepeñas de Jaén, llamado Francisco Jordán Gallego, amigo de Antonio García Birlan, también vinculado durante una corta etapa de su vida a la historia del movimiento obrero de Castro del Río (Córdoba). Recayó sobre él la responsabilidad de la Secretaria de la nueva sociedad, que llegaría incluso a poner en marcha una escuela racionalista, tipo Ferrer, atendida por Gabriel Terribas Carrasco, un joven de 21 años natural de Cullar Vega .

Francisco Jordán Gallego (1886-1921)
 

El Pais de 9 de mayo de 1909

    La experiencia apenas si duró unos meses. La escuela serían clausurada a raíz de la represión generalizada tras los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona. Jordán y Terribas tomarían rumbo hacia Barcelona donde intentaron abrirse paso en la vida contando con la solidaridad de los vigorosos círculos anarquistas catalanes. Jordán tuvo suerte y encontró pronto trabajo en su oficio de carpintero, mientras que Terribas, tras trabajar durante un tiempo en las obras de una carretera y compartir residencia con su paisano y amigo, terminaría desistiendo y regresando a su tierra.
   A Francisco Jordán lo encontramos relacionado con el movimiento libertario prácticamente desde su llegada a aquella tierra de promisión. Se integra pronto entre los más activos militantes de Solidaridad Obrera, precursora de la CNT. Se estrena en Tierra y Libertad con una crítica al republicanismo que titula “Abajo la farsa” (27 de abril de 1910) y participa en mítines acompañando a Mariano Castellote y Francisco Miranda.

    Cuando a finales de octubre de 1910 en el Teatro de Bellas Artes de Barcelona se celebra el II Congreso de Solidaridad Obrera (fundacional de la CNT), entre las sociedades con representación se hallaba la Pinos Puente (Granada), que había delegado al efecto en Juan Grau, directivo de la Confederación Regional Obrera de Cataluña.





    Por esas fechas la sociedad obrera de Pinos Puente se hallaba disuelta y su nominación en las actas del congreso hay que interpretarla como una deferencia de los organizadores hacia Francisco Jordán, preso en la cárcel celular de Barcelona a la espera de la resolución del juicio que se le había instruido tras hallar la policía 25 cartuchos de dinamita en su domicilio (mayo de 1910). 

   El asunto de la dinamita, sus consecuencias e interpretaciones da como para un trabajo aparte, que posponemos para otro momento.

   Después de este obligado paréntesis sobre los orígenes del movimiento obrero en este aislado reducto del anarquismo granadino, volvamos a Asquerosa y a García Birlan.


Hacia el Ideal libertario

   La amistad entre Francisco Jordán y Antonio García Birlan debe de remontarse a aquella etapa organizativa de Pinos Puente del año 1909. Aunque a Asquerosa venia llegando la prensa obrera anarquista, folletos y  y publicaciones de las editadas por la Escuela Moderna, al menos, desde el año1907. Primero a través de J. Berbel y después por mediación de Antonio Vilches Montijano, que ejercieron sucesivamente como paqueteros-corresponsales.

    La primera vez que encontramos el nombre de García Birlan relacionado en la prensa escrita es en una suscripción realizada en Asquerosa en favor de los libertarios mejicanos:


Tierra y Libertad (2 de agosto de 1911)
    Aquella típica fiebre por la cultura y el conocimiento de los círculos libertarios, debió despertarse en nuestro protagonista a través de la lectura de la prensa obrera y otras publicaciones afines. Nuestro entrevistado en Valderrubio conservaba en su memoria referencias al respecto. Los días de holganza los aprovechaba el joven e instruido Antonio para desplazarse por cualquier medio hasta la cercana capital para proveerse de lecturas, principalmente de temática filosófica y sociológica.




   Sus primeros escritos conocidos aparecieron en las páginas del periódico anarquista y de propaganda sindicalista “Liberación” de Elche, que empezó a publicarse en esta ciudad coincidiendo con la celebración del 1º de Mayo de 1912. Estamos casi seguros de que durante ese mismo año su firma tuvo que aparecer en otras muchas cabeceras de la prensa obrera, perdidas o de difícil acceso todavía.



Maestro racionalista en Castro del Río (Córdoba)


Castro del Río – Plaza de la Constitución (1915)
     A lo largo del año 1913 seguirán apareciendo numerosas colaboraciones con su firma en Tierra y Libertad, remitidas siempre desde Asquerosa. También podemos constatar su presencia en Germinal de Tarrasa (nº 9 de 15 de febrero de 1913).


    “El granadino García Birlan, del grupo editor de Tierra y Libertad, que en este periódico y en su almanaque, y en otros ácratas, hizo famoso su seudónimo de “Dionisios”, permaneció algunos meses en Castro del Río, regentando la escuela del Centro Obrero, en unión de Antonio Pérez Rosa”.


    El entrecomillado pertenece a la “Historia de las agitaciones campesinas andaluzas”, del notario e historiador de Bujalance don Juan Díaz del Moral (1ª edición de 1929).

    El corto periodo que refiere Díaz del Moral se corresponde con el último trimestre del año 1913. Hasta esa fecha, desde la constitución del Centro Instructivo de Obrerosde Castro del Río en el año 1910, la función docente en el seno de la sociedad obrera la desempeñó Andrés Jiménez Tapia “Cagachín”, un hombre que procedía de aquel primer obrerismo de principios de siglo organizado en torno a las sociedades obreras “Luz del Porvenir” y “Amor al Trabajo”. Discrepancias con Antonio Pérez Rosa, hombre de peso en la nueva organización local, sobre la manera de orientar las enseñanzas de aquel emergente establecimiento educativo motivaron su separación definitiva del cargo y de la sociedad (se pasó a las filas del socialismo).


¿Hay interés en instruir al pueblo?


   “Para que la labor de regeneración de la humanidad sea fructífera, es necesario confiar esta delicada misión a hombres debidamente equilibrados y que tengan un corazón apasionado por las reivindicaciones humanas, y que con su asidua perseverancia lleguen incluso a sacrificar su vida, como lo hizo el inmortal Francisco Ferrer y Guardia.

   Pero desgraciadamente, resulta que no todos los hombres que se dedican a la labor del magisterio llevan la buena intención del sacrificio, y si la de satisfacer el estomago, empleando para ello las más grandes ruindades.

   Así es que, depurando hechos, evitaremos que hagan del racionalismo lo que hicieron con el socialismo”. 



    (De un artículo publicado por Pérez Rosa en Tierra y Libertad – 24 de septiembre de 1913).





    Los dirigentes del Centro Obrero de Castro del Río, tras aquella repentina deserción, debieron de pensar en Antonio García Birlan, como persona idónea para dirigir su Escuela Racionalista. La impresión favorable que había dejado durante aquella incursión en la campiña de Córdoba de finales de 1912 y la deferencia de haber plasmado sus lisonjeras impresiones en Tierra y Libertad, debieron de resultar decisivas a la hora de ofrecérsele el puesto vacante de Maestro. Aquella experiencia educativa, puesta en marcha en los locales de la primitiva sede social de la C/ Colegio 15, y sus opiniones e inquietudes en torno a los problemas que afectaban a la instrucción y educación en el ámbito anarcosindicalista las plasmaría años después en un artículo publicado en Tierra y Libertad.



    Hablemos hoy de la instrucción. En el lapso de tiempo que he ejercido el profesorado, al frente de una escuela racional, he tenido ocasión de observar, de estudiar este problema tan hondo, tan multiforme y tan difícil.

    Desando aportar al conjunto variado de opiniones, lo que la práctica me ha mostrado, y al mismo tiempo mi parecer, es que tomo la pluma. Que a los libertarios le sea útil, es mi mayor deseo.

    Se ha confiado, se confía mucho en la labor de los profesores que dirigen las escuelas racionalistas. Su obra, su trabajo, es, en realidad, grande, si estudiamos el asunto ideológicamente. Pero desde os demás puntos de vista, no se debe confiar demasiado, no es bueno dejar sólo al maestro el esfuerzo grandioso y final que complementa la enseñanza. Hace falta el apoyo, la ayuda moral de todos. Llevar este apoyo, esta ayuda, en la medida de las fuerzas de cada uno, cuanto sea posible, es preciso, es urgente.

    El maestro podrá desarrollar, en mayor o menor grado, según sus aptitudes, la inteligencia del niño; podrá darle consejos altamente morales, desde el punto de vista de nuestra moral; podrá explicarle con bastante lujo de detalles, de particularidades, ciertas lecturas que le presenten, en forma infantil y delicada, un horizonte amplio, pleno de belleza, que él comprenderá y admirará entusiasmado; podrá, en fin, hacer de él un hombre instruido, acaso un luchador, quizá un amante de la libertad. Lo que no hará el maestro por mucho que se esfuerce, por mucho que trabaje, será desterrar, alejar de la inteligencia del alumno, los sedimentos que deje en ella el espectáculo de las perversiones morales en que se desenvuelven la mayor parte de los hombres dentro de la sociedad actual. En este punto, el carácter, el proceder del padre, hace más en pro de la instrucción que la obra del maestro. Y si los dos unidos trabajan de común acuerdo sobre el pensamiento del niño, el resultado será admirable.

    De poco o de ningún provecho serán para el alumno las lecciones, las explicaciones que pudiera dársele con relación al trabajo esclavo de ayer y hoy, diciéndole que es abominable este estado de cosas actual, basado en la injusta ley del salario, si constantemente ve que su padre se somete sin protesta al salario.    De nada servirá que se le haga ver que la costumbre es rutinaria y contraproducente para la evolución, si advierte que sus padres y particularmente su madre, que es la que tiene más influencia sobre él, acepta gustosamente la costumbre y a veces rechaza lo innovador.

    El profesor habla a los niños del amor, les expone las generosas teorías modernas sobre esta pasión humana, les inculca, trata que comprendan el concepto que de él tiene formado el racionalismo; el alumno razona sobre las exposiciones del maestro y descubre la belleza que implica la finalidad del amor en la forma que se le está explicando. Sale alegre de la escuela, se encamina a su hogar triste y frio, donde casi siempre, no solo reina la miseria, sino también el desamor; sus padres fueron al matrimonio no por cariño, por meras, bajas conveniencias sociales, vulgarmente. Ve el niño que sus progenitores se hablan mal, con tono destemplado, imperativo; ve también alguna vez que el padre enfurecido maltrata, castiga a la madre; ¡Ve la mueca horrible del dolor, más grande, más lúgubre que la de la miseria!

    Del cerebro tierno del infante desaparecen las ideas que el maestro pretendiera adaptarle, ante la cruda realidad del cuadro que presencia. No importa que no razone para que sufra, observando la diferencia dolorosa que existe, de lo que se le enseña o explica con lo que en la vida real ocurre. ¡Cae por tierra la obra del maestro, para dejar paso libre al proceder de los padres!


Salvador Cordón e Isabél Hortensia Pereyra (otros pedagogos libertarios)
    De nada sirve tampoco que se les enseñe a los niños, para cuando sean mayores, que vean en la mujer un ser igual a ellos, a la que deben de educar y amar, para la que han de guardar todas las consideraciones. Diariamente se ofrece a sus ojos inocentes, el espectáculo de hombres brutos, semisalvajes, apaleando a su compañera.

    Oyen contar, con algo de delectación, historias amorosas en las que siempre salió burlada la mujer, abusando de su debilidad orgánica.

    Observan como el sexo femenino es tomado a chacota por todos; ven que los hombres se muestran satisfechos de haber sido tenorios alguna vez en su vida, y ante todo ese fárrago de bajas, feas pasiones, reconozcamos cuan imposible es que el niño cuando llegue a hombre sea lo que le enseñaron que fuese.

    Una vez más, sufrimos las consecuencias de una gran equivocación, al pretender que los niños se moldearan en forma antitética por todos los conceptos, al ambiente en que se desarrollan. Urge pues, que los padres estudien el problema de la instrucción y que aunados con los maestros, vayan desterrando con sus actos, con sus costumbres, toda perversión moral del ambiente del niño, que sea para este el hogar la continuación de la escuela. Así tomaran forma en su cerebro las lecciones, observando que sus padres actúan en el sentido que a él se le explica y se le enseña. Se le quitará fuerza de este modo al mal ejemplo de la calle. Esforcémonos todos por encaminar bien a los niños, por ofrecerles bellas y sanas lecciones. Que cuando salga de la escuela encuentre en su hogar alegría, besos, bienestar moral, armonía. Si los padres tienen algún disgusto, algún malhumor, que no lo demuestren en presencia de los pequeñuelos. ¡Que no empiecen a sufrir a tan temprana edad, cuando apenas se ha borrado de sus rostro la ilusión de la que nacieron, por la que fueron concebidos!

    Precisa que los niños adviertan siempre que sus padres no están satisfechos con el actual orden de cosas, que protestan por las injusticias, que son rebeldes a todas las trabas que pretendan imponérseles, que rehúyen la amistad con los seres degenerados, con los borrachos, con los jugadores, con todos los que por cualquier medio conviven con el vicio. Que si alguna vez hablan con estos hombres es  discutiendo, tratando de alejarles de la taberna y de los garitos, haciéndoles comprender que son indignos del aprecio de los demás. Toda esa labor, comprenderéis que no incumbe sólo al profesor.

    Sabed, ante todo, que el maestro no puede actualmente ser un educador. Para que lo fuese sería necesario que apenas tuviese alumnos a su cargo, disfrutando del tiempo suficiente para instruirlos y educarlos. Como los medios económicos prohíben que así sea, el maestro se ve obligado, aun a pesar suyo, a admitir en clase muchos alumnos, demasiados alumnos como para poder cubrir sus necesidades.

     De aquí que apenas le quede tiempo para instruirlos. Los teóricos de la enseñanza no han contado con esta casuística que en la práctica existe. Como siempre el interés material se impone y desgraciada, fatalmente, hay una parte de imposibilidad en llevar a la rigurosa práctica, las amplias, libres y grandiosas enseñanzas modernas.

     El maestro, dentro del actual régimen económico, sólo puede ser instructor. Precisa que los padres sean educadores.

   ¿Comprendéis el alcance de la idea? Pues a completarla pronto, sin demora, sin dilaciones; esforzarse por educar a vuestros hijos, que el maestro los instruirá, y entre  ambos se prepararán los hombres del mañana, libres, inteligentes, luchadores, artistas, amantes y prontos a conquistar la anhelada libertad, que nosotros, por nuestro atraso, del que somos culpables, no pudimos alcanzar. 






     Tras aquellos meses al frente de la Escuela del Centro Obrero de Castro del Río regresaría nuevamente a su Asquerosa natal, aunque sin romper los lazos con sus compañeros de Castro del Río y Espejo, con los que siguió manteniendo asidua comunicación. De hecho pasaría por Castro en diferentes ocasiones antes de instalarse definitivamente en Barcelona a finales de 1916. Los motivos de su marcha y sus posterior evolución personal los posponemos para una nueva entrada complementaria de la actual.

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA


Hemeroteca Digital de la BNE: El País, El Motín, El Imparcial y otros.

Hemeroteca de la Biblioteca Virtual de Andalucía: El Defensor de Granada y Gaceta del Sur.

Hemeroteca Digital de los diarios ABC y La Vanguardia de Barcelona.

Prensa libertaria digitalizada: Tierra y Libertad, Solidaridad Obrera (Cedall).

Francisco Madrid: “La prensa anarquista y anarcosindicalista en España (1869-1939)».

Joan Zambrana: “El anarquismo organizado en los orígenes de la CNT. Tierra y Libertad 1910-1919″.

Ian Gibsón: “Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca (1898-1936)” . Plaza & Janés Ediciones S.A. 1998.

Miguel Caballero Pérez / Pilar Góngora Ayala: “Historia de una familia: la verdad sobre el asesinato de García Lorca”. Ibersaf. Madrid, 2007.

Antonio Mª  Calero Amor: “Historia del movimiento obrero en Granada” (1909-1923). Ed. Tecnos. Madrid, 1973.

La masonería en la España del siglo XX. José Antonio Ferrer Benimeli (coord.) Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española: Cortes de Castilla-La Mancha. 1996.

Juan Díaz del Moral: “Historia de las agitaciones campesinas andaluzas”. Alianza Universidad. 1984.

INTOLERANCIAS: LA SEMANA SANTA DE CASTRO DEL RÍO DE 1920.

    El 1º de abril de 1920 retornaba a la Alcaldía de Castro del Río el farmacéutico don Andrés Criado Rodríguez en sustitución de don Antonio Pérez López Toribio, pertenecientes ambos a la mayoría liberal fernandista. Su primer contacto de calle con la vara de mando lo tuvo durante la celebración de la Semana Santa de aquel año.

   Unos incidentes, ocurridos en la procesión del Santo Entierro de la noche del viernes, le obligaron a permanecer durante buena parte del día siguiente encerrado en el despacho de la Alcaldía redactando un telegrama urgente dirigido a la primera autoridad provincial. Por fin, a las 4 h. 50 m. de la tarde era depositado en la estafeta telegráfica el siguiente despacho:


  “Sobre las nueve de la noche de ayer al pasar la procesión del Santo Entierro por la Plaza de San Rafael, se aproximó un sujeto a la escolta de los romanos que acompañaban el Santo Sepulcro y profiriendo insultos a uno de dichos romanos se suscitó una cuestión que llevó el pánico a la inmensa multitud de hombres, mujeres y niños que se desbordaron en huida, produciéndose alarmante confusión, dando ocasión al consiguiente atropello. Hice grandes esfuerzos por calmar el movimiento, logrando la reacción después de quedar las imágenes abandonadas en el suelo y rotos gran número de los faroles que alumbraban a los santos, con desperfectos en algunos de ellos.

    Hasta ahora no tengo conocimiento de que ocurrieran desgracias personales pero si muchos heridos leves y contusos, y hasta la Casa Ayuntamiento han llevado muchos mantones, chales y mantillas, y hasta un alfiler de oro de caballero que quedó en el suelo en el lugar del suceso.

   La policía practica gestiones en busca del sujeto que dio motivo al grave incidente, que según rumores, se trata de un caracterizado sindicalista que persiguiendo deslucir la manifestación religiosa propia del día se propuso disolverla por semejantes medios, lo que pudo motivar un día de luto para el vecindario.

    Tan pronto como logre su detención como la de aquellos otros que pudieran estar confabulados los pondré a disposición del juzgado.

   Ahora mismo se me presenta un oficio del Centro sindicalista comunicándome que a las tres de la tarde del día de mañana se celebrará una reunión pública en el teatro Cervantes para tratar cuestiones de asociación y reorganización. Como pudiera ser que semejante reunión tuviera alguna conexión con el incidente brutal ocurrido anoche, se lo comunico a V.S. absteniéndome de autorizarlo hasta tanto conozca su criterio para obrar con arreglo a las instrucciones que espero de  V.S. con la urgencia que reclaman las circunstancias, pues temo que en dicho acto se exalten los ánimos y puedan excitar a las masas a cualquier otro escándalo que produzca alteración del orden público, puesto que los elementos del Centro Obrero, por sus ideas sindicalistas, sólo pretenden en toda ocasión atentar contra la normalidad y tranquilidad de la población. Le ruego encarecidamente  me diga que he de hacer respecto al mitin o reunión pública que solicitan para el día de mañana”.


   El mitin solicitado por el Centro Instructivo de Obreros sería finalmente denegado.

   El Defensor de Córdoba,  responsable en parte de lo sucedido como argumentaremos más adelante, tardó casi una semana en hacerse eco de la noticia, que nos presenta con alguna ligera variación en relación al comunicado oficial:


    “La procesión del Santo Entierro lucía perfectamente hasta llegar a la Iglesia Mayor en la que ocurrió una salvajada, que así puede llamarse, en la que pudieron ocurrir muchas desgracias. Un individuo del Centro Obrero, que dice ser sindicalista, venía desde la salida de la procesión insultando a uno de los soldados romanos. Cansado éste de sufrir injurias e insultos, amenazó con una lanza al insultante, y lo hubiera pasado mal si no llega a ser por la intervención de otros romanos y de  la policía que estuvieron a punto de evitar el lance y poner preso al autor de tan criminal atentado, sin poderse evitar los atropellos y sustos de las mujeres, niños y niñas, que algunos resultaron con heridas y contusiones. Reina gran indignación entre las personas cultas y sensatas, que protestan contra hecho tan vandálico y solicitan caiga el rigor sobre del atentado”.



     La noticia se prestaba a su rápida propagación a través de la prensa por los más dispares rincones de la geografía española.

     En unas primeras comunicaciones mantenidas entre el nuevo Alcalde y el Juez de Instrucción del Partido, unos informes suministrados por el jefe de la Policía Municipal (Andrés Villatoro) apuntan  hacia dos caracterizados sindicalistas como responsables de los hechos. Sus nombres, Rafael Villegas García y Rafael Márquez Porcel, quedando este último detenido en la cárcel del partido a disposición del Juzgado.

    En una comunicación posterior se adjunta un nuevo informe al respecto:


   “El jefe de los municipales ha obtenido una confidencia reservada de M. R., que tiene su domicilio en la calle Alcaidesa, que asegura haber oído que en el Centro Obrero  habían sido designados por sorteo doce individuos para que por cualquier medio atentaran contra las procesiones de Semana Santa”.


    También aparecen relacionados los nombres de los heridos y contusos por si estiman a bien personarse como acusación: Manuela Ramírez Arjona (Trastorres), Dolores Bravo Moreno y Juana de la Rosa Córdoba (Casas Altas), Francisco Torronteras Millán (Plaza de la Iglesia), una hija de Rafael Ruz Rosa que habita en la Huerta de las Ventanas y Blas Lucena Bracero, sus hijos Manuel y Dolores, con domicilio junto a la Fabrica de Carbonell.

    El asunto terminaría con el procesamiento de los vecinos Rafael Márquez Porcel, Rafael Nuflo Cid (a) Cebolla y Bernardino Villegas García, “sujetos que no gozan de buen concepto público y que como afiliados al Centro Obrero Sindicalista se han significado en los movimientos organizados por dicho centro contra la normalidad del orden social de la población”.



    Hasta octubre de 1923 no llega a resolverse el juicio en la Audiencia Provincial, resultando finalmente condenado Márquez, a la pena de seis meses y un día de prisión correccional, y absueltos sus compañeros.

    Esta manifiesta intolerancia contra la religiosidad popular, sin precedente hasta la fecha, tiene su explicación o razón de ser. Que conste que no pretendemos justificarla, simplemente explicarla y situarla en su contexto histórico.  

   Durante el Trienio Bolchevista (1918-1920) la clase patronal agrícola cordobesa se ve desbordada por la pujanza y fortaleza reivindicativa de las organizaciones obreras, especialmente tenaces en aquellas poblaciones en las que había arraigado el anarcosindicalismo desde principios de siglo, caso de Castro del Río o Espejo.

    La intensa conflictividad social rompe la tradicional armonía, se genera desconfianza, intolerancia y actitudes de  intransigencia de la que también participaban los “castreños de orden”.

    Cuando a principios de 1920 el conflicto parece remitir y empieza a cundir la desorganización y el desánimo entre las filas sindicalistas, recala en la provincia de Córdoba una misión propagandista de acción social católica agraria encabezada por el padre jesuita Sinisio Nevares. El promotor de la gira era el montillano don Francisco Alvear (VI Conde de la Cortina), primero en apostar por el movimiento social cristiano en la provincia. Su propósito estaba claro, se buscaba la creación y arraigo por toda la geografía provincial de Sindicatos Católicos en los que pudieran convivir armónicamente patronos y obreros, y así poder contrarrestar, atenuar la acción  o liquidar aquellos otros anclados en la tradicional lucha de clases.

    Después de Montilla, donde ya existía organización desde 1917, las siguientes escalas de aquel periplo misionero iniciado a principios de marzo de 1920 fueron  las villas de Espejo y Castro del Río.


   

El padre Nevares se hacía acompañar de un obrero llamado Juan de Dios Manuel, que decía ostentar la representación del Secretariado de los Sindicatos Católicos Ferroviario y Minero. Es precisamente J.de D.M. quien realiza la cobertura informativa de aquella gira a través de las páginas amigas del diario El Defensor de Córdoba. En todos los pueblos cuentan con la obligada colaboración del párroco o arcipreste, así como la de los más destacados miembros de la patronal agrícola.

     Remite una primera crónica partidaria desde Castro del Río en la que se hace eco de cierto alboroto con motivo del accidentado mitin de presentación celebrado en el teatro Cervantes. El arcipreste del partido don Antonio Márquez, el obrero Juan de Dios Manuel y el Padre Nevares, hicieron uso de la palabra en ese mismo orden. Conforme explicaban su armónico plan de organización social y trataban el problema de la propiedad de la tierra fueron interrumpidos en reiteradas ocasiones por los sindicalistas, que finalmente llegaron a  irrumpir en el escenario en petición del uso de la palabra, que según el cronista “les fue concedida por la autoridad accediendo al ruego de los propios propagandistas católicos”. Un reto de controversia lanzado por Dionisio Quintero Garrido, maestro de la Escuela Racionalista del Centro Instructivo de Obreros y destacado dirigente, parece ser que fue recogido por el párroco del Carmen don José Luís Aparicio, que propone que ésta sea sostenida bien de palabra o por escrito en torno al tema “Como la regeneración de los trabajadores ha de venir por los sindicatos católicos”, permitiéndose a los sindicalistas sostener el punto de vista contrario. La controversia no llego a celebrarse. Según J. M. de D. “se acobardaron los elementos levantiscos, que desalojaron el salón comentando las incidencias del acto”.


    Juan Manuel de Dios fustigó a los elementos patronales “por la pasividad y abandono con las que han mirado a sus obreros en asuntos de tanta monta como son las reivindicaciones justas y el perfeccionamiento moral, que han contribuido no poco al fomento y arraigo del anarquismo en este pueblo hasta el extremo de poder considerarse como la cuna del anarquismo en esta región”.
    No faltaron sus alusiones a la labor educativa desplegada por el centro obrero desde su escuela laica basada en los principios de la Escuela Moderna de Ferrer i Guardia: “Estos son los frutos recogidos por la enseñanza que en las escuelas racionalistas que desde el año 1905 vienen funcionando y son los resultados de los congresos anarquistas, en los que se adoptaron los acuerdos del incendio y la destrucción de las cosechas”.

    El padre Nevares, en párrafos vigorosos, llegó a decir que “la Iglesia había sido la única institución que ha procurado siempre librar de la esclavitud a los pueblos, y cómo los católicos son los únicos que se ven libres de la tiranía de las cadenas y de la opresión”

    Tras explicar que son los Sindicatos Católicos, hace un detenido estudio sobre las ventajas de las Cajas Rurales de préstamos, encomia las virtudes de la provisión, el ahorro y los socorros mutuos en caso de enfermedad, terminando “pidiendo perdón al auditorio y abrazando junto a su corazón en señal de perdón también, a todos aquellos que fanatizados, no guardaron las formas de hidalguía que caracterizan al pueblo andaluz”.



    Como aquel mitin, a consecuencia de las continuas interrupciones, no pudo desarrollarse por cauces de normalidad se organizó otro para el día siguiente en el mismo escenario (5 de marzo). Los propagandistas estuvieron arropados por la primera autoridad local y por varios notables de la localidad comprometidos con la puesta en marcha el Sindicato Católico afecto a la 

Confederación Nacional Católico-Agraria (CNCA).

   El R.P. Nevares pudo explicar con más detenimiento “la beneficiosa influencia de estos sindicatos y los favores que a los pueblos facilitan”.

   De aquella reunión saldría una primera Junta Directiva. La presidencia recayó en el labrador y almazarero don Rafael Criado L. Toribio, la vicepresidencia en el agrarista y ex alcalde conservador don Antonio Navajas Moreno, mientras que del ingrato cargo de tesorero-contador se responsabilizaba el ex seminarista y abogado don Manuel Castro Merino a) Cabeza Cazón. El joven párroco de El Carmen, don José Luis Aparicio, sería el encargado de orientar su marcha dentro de los principios de la asociación social cristiana propagados por el Padre Nevares.


Don Antonio Navajas Moreno (de ala ancha)

    Sobre la tribuna, el labrador don Antonio Navajas Moreno, con el fin de allegar al mayor número posible de adeptos a la causa, sorprende con un espontaneo ofrecimiento. Se muestra predispuesto a ceder a los aproximadamente 300 colonos a los que tiene subarrendadas parcelas, la explotación directa de las mismas al mismo precio que él las lleva. Otro señor, cuyo nombre no trasciende, ofrece 150 fanegas de tierra para distribuirlas entre los socios, mientras que un comerciante,  Pablo Yepez Lort, promete trato de favor a los obreros-socios a la hora de abastecerse de los artículos suministrados en su establecimiento de paquetería.

     Como resultado de tal cúmulo de actos de generosidad y altruismo, salieron de inmediato un buen número de obreros castreños dispuestos a engrosar sus filas.

     Todavía antes de abandonar los misioneros la “manumitida” villa de Castro del Río celebraron una última reunión en el Círculo de Labradores al objeto de hacer un llamamiento en pro de allegar fondos con los que constituir la necesaria Caja Rural. En menos de una hora se reúne la suma de 119.900 pesetas, de las que 11.500 son donativos y el resto imposiciones de ahorro.

      La maniobra del “gato palo”, como era conocida despectiva e irónicamente esta argucia de captación entre el proletariado rebelde, había operado el efecto deseado.

      Las reiteradas y grandilocuentes alusiones de Juan de Dios Manuel al arrollador triunfo de sus postulados, tal como se desprende de las sucesivas crónicas remitidas al Defensor de Córdoba, debieron de excitar los ánimos de los anarcosindicalistas locales. Seleccionamos algunos párrafos de su reiterativo e interesado discurso:


    “La mecha ardorosa ha prendido e inflamado los corazones de ese amor mutuo de unas clases para con otras y Castro del Río, grande por su historia, rico por su suelo y noble por sus habitantes volverá a ser lo que fue un día, mansión patriarcal donde se vivirá única y exclusivamente del bien y para hacer el bien”.


   “El milagro esta hecho, el pueblo de Castro del Río, avivado en su celo amoroso hacia el solar querido y hacia la religión se sus mayores, se sacudió el aletargamiento que hacía 20 años se hallaba sumido y formó a la vanguardia de esa gran cruzada emprendida por la sindicación cristiana para la restauración de los pueblos”.


    “Pueblo de Castro del Río, has salido a la palestra, has pisado la arena para luchar por Cristo y forzosamente has de vencer en Cristo”.



     Una vez realizado este necesario inciso sobre aquella misión del Padre Nevares, que nos puede servir para entender y nunca para justificar aquellos incidentes en la procesión del Viernes Santo, retomamos el asunto.

     Tal como ya relatábamos le tuvo que resultar imposible a la autoridad judicial demostrar que se trataba de un planificado y premeditado atentado orquestado desde el Centro Obrero, aunque la sospecha parece más que fundamentada. Así aparece también expresado en la tradición oral, que refiere que, además del incidente con la escolta romana, desde los tejados de su sede social de la C/ Colegio 15 se lanzaron algunas piedras coincidiendo con esos momentos de desconcierto y desbandada general.

     Sea como fuere, organizado o improvisado, creemos que no debió de ser casual la elección de la cofradía contra la que se debía de atentar, la más señorial y brillante de cuantas participaban en sus desfiles procesionales de Semana Santa. Nos referimos a  la muy antigua y venerable hermandad del Santo Sepulcro y Soledad de Nuestra Señora, que había ganado considerablemente en esplendor con la llegada al cargo de Hermano Mayor de don Francisco Algaba Luque en el año 1918. A ella pertenecía la práctica totalidad de la burguesía agraria de Castro del Río y tenía su sede en la Iglesia Parroquial de El Carmen, de la que era precisamente párroco don José Luis Aparicio, alma mater del recién creado sindicato católico.


    Otra consideración a tener en cuenta es en lo referente a la composición social de las tradicionales escoltas de romanos. Históricamente se nutrían de personas de extracción social humilde seleccionados entre el personal de confianza de los labradores y propietarios relacionados con las cofradías. Su voluntariosa presencia, suponemos, sería recompensada justamente con invitaciones a participar las típicas celebraciones profanas cuaresmales y con los pertinentes refrigerios en los gastronómicos descansos de las procesiones de Castro del Río. Los primeros militantes obreros del sindicalismo católico debieron de salir de entre estas personas, que desde la otra orilla eran tachados con apelativos despectivos como los de  “paniaguados” o ·estómagos agradecidos”.

     La posterior evolución del sindicato católico y el análisis sobre la puesta en marcha de las prometidas y caritativas mejoras sociales para el proletariado agrícola de Castro del Río, la dejamos aparcada para otro momento.


FUENTES UTILIZADAS


   Prensa periódica provincial: Diario de Córdoba, El Defensor de Córdoba y Montilla Agraria.

   Prensa obrera: alguna referencia aislada procedente de Tierra y Libertad.

   Archivo Histórico Municipal de Castro del Río: Copiadores de correspondencia del Alcalde con el Gobernador Civil y con las autoridades Judiciales.

   Juan Díaz del Moral: Historia de las Agitaciones campesinas andaluzas. Alianza Universidad. 1984.


    PD: Durante esta entrada nos hemos estado refiriendo constantemente a comportamientos, actitudes y  mentalidades de los castreños de hace casi un siglo, por lo que cualquier parecido o comparación con la realidad actual está totalmente fuera de lugar. Afortunadamente la sociedad ha podido desprenderse poco a poco de ese servilismo casi feudal de otrora.

     Con respecto a las tradicionales celebraciones de Semana Santa, cada día más populares y participativas, en un obligado ejercicio de tolerancia hemos de aprender a respetar las diferentes maneras que los andaluces tenemos de celebrarlas. Un servidor en concreto, para nada religioso, por vivencias personales profesa especial admiración por ese cúmulo de singularidades que la Semana Santa de Castro del Río ha sabido preservar y conservar sin apenas modificaciones.

El Viernes Santo de 1911 en Guájar Faragüit

   El Imparcial en su edición del día 16 de abril del año 1911 recoge en primera plana las noticias remitidas, vía telegráfica, por su corresponsal en Motril (Granada) sobre un, a primera vista, espeluznante y salvaje crimen perpetrado en la tarde noche del Viernes Santo en la pequeña villa de Guájar Faragüit (apenas 1200 almas). La víctima, el señor cura párroco de este aislado enclave geográfico situado a 15 km. de la cabeza de partido:



  “Esta mañana comenzó a correr el rumor de haberse cometido un horrible asesinato en Guájar Faragüit, pueblo de este partido judicial. El Juzgado no ha vuelto todavía; pero a falta de la versión oficial, puedo transmitir referencias particulares autorizadas.

    El pueblo de Guájar Faragüit es un rincón africano trasplantado a nuestra Península. Como su mismo nombre, de puro abolengo árabe, indica, se halla asentado entre ásperas fragosidades, cerca del río de la Sangre, en lo más fragoso de la tierra de los Jarales. La ferocidad de sus pobladores y el formidable reducto de riscos con que la Naturaleza le defiende, le hacen poco menos que inaccesible. Las autoridades no disimulan su temor cada vez que tienen necesidad  de arriesgarse en aquel abrupto asilo de bárbaros.

    Descritos, escenario y actores, a nadie sorprenderá, la tragedia que voy a relatar. Desde hace tiempo, el vecindario de Guájar venía alimentando un odio sordo contra su párroco, un apacible y honrado sacerdote, don Eugenio García Montoro. El desventurado señor vivía como en misiones, esforzándose abnegadamente por evangelizar a sus feroces feligreses. No ignoraba que le acechaban graves riesgos y así lo había  manifestado varias veces; pero vivía resignado a cumplir a todo trance su amargo deber.

    Recientemente observó que la hostilidad crecía. Por dondequiera, despertaba su paso murmullos amenazadores. Las torvas miradas que a cada paso se clavaban en él, empezaban a atemorizarle.

    Anoche, con motivo de la solemnidad del Viernes Santo, debía predicar. El templo estaba lleno. Subió al púlpito y pronunció las primeras palabras lleno de temor, porque había presentido algo extraordinario.

     No era infundada su alarma. De pronto, como si todos los que llenaban la iglesia estuviesen de acuerdo, prorrumpieron en aullidos terribles y se arremolinaron bajo la sagrada cátedra.

     El pobre sacerdote huyó, loco de pavor, por la puerta de la sacristía, ganó la calle e intentó a todo correr refugiarse en su casa; pero antes de que llegase a la puerta, la muchedumbre que le seguía rugiendo le alcanzó y le derribó.

     Lo que ocurrió entonces es indescriptible. Los vándalos se cebaron en el cuerpo del infeliz padre García. Todos le hirieron, con palos, puñales, pistolas. Los que no tenían armas le golpearon con piedras. No quedó uno que no saciase en el indefenso cura su bárbaro furor. Cuando le vieron muerto, despedazado, horrorosamente mutilado, se fueron tranquilamente a sus cubiles.

    El pueblo en masa es culpable; pero se dice que dos hermanos apellidados Correa fueron los iniciadores del horrendo crimen”.


Iglesia Parroquial de Guájar Faragüit

    Todo indica que “las referencias particulares autorizadas”, de las que se vale el corresponsal motrileño a la hora de redactar su sensacionalista e hiriente crónica, le traicionaron o bien se dejó llevar en demasía por su propia fantasía.

    Un primer telegrama remitido por el jefe del puesto de la guardia civil de Motril, desplazado al efecto, informaba al Gobierno Civil sobre el suceso en los siguientes términos:


    “Noticias verídicas sobre muerte cura Guajar no tengo ningunas, las espero hoy. Según guajareños cura tuvo cuestión por la mañana con sujetos jugaban puerta iglesia. Dicho cura usaba Browing. Por la noche estando en su casa, alcalde y juez, se fue a mudar ropa. Se le cayó arma, se le disparó falleciendo resultas heridas. Juzgado ni fuerzas, sin regresar.”



    Tendremos que esperar al martes 18 de abril para conocer el relato pormenorizado de lo ocurrido aquel Viernes Santo de 1911. De la detallada miscelánea que bajo el título de “El cura de Guajar” se publicó en el diario El Defensor de Granada se desprende que al infortunado sacerdote, “aunque honrado y bueno, le perdía su carácter, algo irascible, impetuoso e imposible de aguantar”.

    El suceso tiene su origen en unas recriminaciones mañaneras por parte del señor cura a varios individuos que se hallaban jugando a la puerta de la iglesia parroquial de San Lorenzo Mártir. Aunque no se menciona, suponemos que andarían entretenidos con el famoso libro de las cuarenta hojas, algo, según la moral imperante, poco acorde para día tan señalado en el calendario litúrgico. El párroco no iba a salir demasiado bien parado de la reprimenda, ya que recibió a cambio algún que otro maltrato de palabra.

   Durante los Santos Oficios, los jóvenes recriminados y otros vecinos testigos de la escena tuvieron frases de censura para el cura por sus intemperancias y amenazas. A la salida del templo se volvieron a cruzar palabras ofensivas, viniéndose a las manos, sufriendo el cura algunas contusiones a consecuencia de los golpes que le propinaron los interfectos.



   Conocedores el señor Alcalde y Juez municipal de los incidentes se personaron en el domicilio del cura, tanto para interesarse por su estado de salud, como para tomarle declaración en el sumario abierto por la agresión de la que había sido objeto. Lo encontraron excitado y nervioso, manifestándoles su deseo de marcharse al día siguiente a Motril para ser atendido por un médico y buscar a una persona perita que le ayudara a formular la pertinente denuncia en el juzgado de instrucción.

   Tras despedirse, hallándose ya en la calle los visitantes, sintieron un disparo de arma de fuego que procedía de la habitación del cura. Alarmados, volvieron sobre sus pasos seguidos de algunos vecinos, encontrándose al cura cadáver. A sus pies se hallaba la pistola marca Browing que don Eugenio García Montoro, acostumbraba a llevar bajo los mantos.


   “Por la posición del cuerpo y la de la pistola, parece indudable que el suceso ocurrió hallándose de pie el cura, que al desnudarse se le cayó el arma, chocando contra el suelo y saltando el proyectil que le entró por el tobillo y en dirección de abajo hacia arriba, le perforó la pierna, el vientre y el corazón.

   La diligencia de la autopsia ha comprobado la rara trayectoria que hizo el proyectil verticalmente, atravesando el cuerpo del infortunado sacerdote”.


    Esa visión de salvajismo y barbarie, que nos transfiere el cronista motrileño, en relación a los pobladores de estos apartados y abandonados lugares, debía de hallarse bastante extendida, más por miedo y desconocimiento que por argumentaciones objetivas. Al asimilárseles al estado de las famosas cabilas rifeñas, justo en un momento en que la guerra de Marruecos se hallaba en pleno apogeo, parece como si premeditadamente se intentara retrotraer la historia a los tiempos de la rebelión de los moriscos granadinos contra los cristianos del año 1569, uno de cuyos últimos episodios fue precisamente el Asalto de los Guajares.


    Un par de años atrás de la referida muerte accidental del cura de Guájar, la prensa nacional reproduce similar argumentación, ahora relacionada con los típicos abusos del caciquismo que solía campar a sus anchas, especialmente en estas pequeñas e “incultas” por incomunicadas poblaciones, a las que sólo se podía acceder a través de tortuosos caminos de herradura. 

Gadeón 12 de diciembre de 1909

   Sirva como desagravio hacia estas pequeñas y pintorescas poblaciones a las que me unen en la actualidad lazos de amistad y hábitos de consumo (un buen mosto del terreno) otra semblanza, bastante más realista y amable, trazada años después (1928) por el periodista y escritor Bernardino Sánchez Domínguez (Bersandín) en las páginas del diario madrileño La Voz:


    En estos contornos serranos de la vega de Motril y en lugares de apelativo tan evocador como Guájar Alto, Guájar Faragüit y Guájar Fondón, sus habitantes son dueños de la choza en que viven y son propietarios en su  mayoría de la heredad  y de las chumberas que la acotan, en la que suelen tener la sombra y el fruto de una higuera, por lo menos, o de algunos almendros. En tal heredad – corral incultivable, por lo general- son pocos los que pueden recoger, para todo el año, dos o tres fanegas de trigo o de cebada, cuya cosecha, si no les es usurpada o distraída por algún vecino o pariente, va a parar a manos del fisco para pago de los consabidos impuestos del Estado, y sobre todo las cargas municipales, cuando no logra para cumplir estas primordiales atenciones ciudadanas este propietario o cosechero y ciudadano del monte y de la sierra un préstamo usurario o reunir previsoramente, restando algo del jornal de dos o de tres o de cuatro pesetas diarias – si es que ha disfrutado durante el año de un jornal – la cantidad suficiente. Es un detalle a subsanar por los que apetecemos el éxito de la «reintegración al campo».

    Como eso de «disfrutar» durante el año jornales, aun tan ínfimos como los dichos, es por aquí verdaderamente literatura, ¿De qué vivirá esta gente? ¿Cómo querrán que sea? El monte es pródigo, en verdad, y la gente frugalísima; tan frugal que se conforma con vivir sobre la tierra, con las rebañaduras de la tierra. No hay familia que no tenga su borriquillo; no hay mujer ni zagal que no ande «tras ajilando» por barrancos y cañadas hasta reunir, por lo menos, una carga de leña para llevarla en el borrico a vender, por una cincuenta o dos pesetas, a Motril, Nerja, Almuñécar, etc., empleando para ganar eso dos, cuatro o seis días en ir y volver. Si traen íntegro a la familia el importe de esa venta ¿De qué han comido el vendedor y el semoviente?

Historia del heterodoxo presbítero motrileño Antonio Aguayo.

   En el año 1865, Antonio Aguayo Molina, un hasta entonces anónimo sacerdote de origen motrileño adscrito a la diócesis de Madrid, se da a conocer con un polémico folleto que titula “Carta a los presbíteros españoles”, tachado inmediatamente de heterodoxo por las jerarquías eclesiásticas de la época. Sirva como ejemplo las palabras de condena de la circular emitida por el Cardenal Arzobispo de Burgos:


   “Después de invocar humildemente las luces del Espíritu Santo, hemos venido a condenar,  y condenamos la carta dirigida a los presbíteros españoles por el presbítero D. Antonio Aguayo, por contenerse en ella aserciones falsas, temerarias, escandalosas, injuriosas a la Iglesia, con sabor de herejía y aun heréticas; prohibimos su lectura a los fieles de esta nuestra diócesis; y mandamos que todos los que tengan algún ejemplar de la misma lo entreguen a su párroco, que seguidamente lo inutilizará”.



   No vamos a entrar en demasiados detalles sobre la historia de la carta y la biografía de este sacerdote motrileño del que ya se ocupó profusamente el historiador y escritor Manuel Rodríguez Martín (Juan Ortiz del Barco) en sus crónicas de principios del siglo XX. La que le dedica a “El Padre Aguayo” apareció publicada en la revista quincenal “La Alhambra” en los números 231, 232  y 233 (octubre – noviembre de 1907). Pinchando sobre el número se puede acceder a la lectura de las sucesivas entregas.

    Un trabajo más reciente, complementario del anterior, es el publicado por el abogado y escritor motrileño Francisco Pérez García en la revista Tiempo de Historia (1976): “El padre Aguayo. Un clérigo postconciliar del siglo XIX”.

    Como podrán apreciar, quienes se sientan atraídos por la particular trayectoria de este sacerdote, se advierte en estos trabajos cierto vacío sobre cuál fue su devenir final:


   “De mis investigaciones sobre la vida posterior de Aguayo solo he sabido, pero sin que nadie responda de la noticia, que marchó a Buenos Aires, que allí estuvo dirigiendo un periódico republicano, y que ha muerto” (Ortiz el Barco).


   “Marchó a la Republica Argentina, concretamente a Buenos Aires, donde dirigió un periódico republicano, ignorándose los últimos años de su vida y la fecha de su muerte. Tampoco he podido hacerme de un retrato, a pesar de las investigaciones practicadas” (Pérez García).

Manuel Rodríguez Martín (Ortíz del Barco)
    Juan Ortiz del Barco llegó a mantener asidua correspondencia con don Marcelino Menéndez Pelayo, que también había mandado al otro mundo al famoso padre Aguayo del que se ocupa en su Historia de los heterodoxos españoles. De una carta, fechada en noviembre de 1911, se desprende que el cronista motrileño después de aquel trabajo, reproducido también en el semanario local Vida Nueva, siguió interesándose por su paisano Aguayo.

    Se mostraba especialmente interesado en obtener su partida de defunción, una fotografía y en conocer detalles sobre un posible arrepentimiento. Su sorpresa tuvo que ser mayúscula cuando en julio de 1908 recibió por correo un ejemplar de la revista El Comercio Español de Montevideo, en la que figuraba el nombre de Antonio Aguayo Molina como director-gerente. Casi a la par, el ex presbítero remitió otra carta al director de Vida Nueva que vio la luz. Solicitaba “se rectificaran las grandes inexactitudes” que contenían la crónica de Ortiz del Barco, dando a entender, además, “que no se ha arrepentido de lo que ha escrito contra la plaga monárquico clerical que deshonra y aniquila a España”.

     A través de un sacerdote amigo del otro lado del charco llegaría a conseguir esa preciada fotografía que andaba buscando, aunque lamentablemente no ha trascendido, ni hemos sido capaces de localizarla, de momento. Posiblemente, en alguna de las numerosas revistas con las que estuvo relacionado a lo largo de su longeva existencia o en otras publicaciones dispersas por bibliotecas de la República Argentina y Uruguay pudiera aparecer cualquier día.

    Con independencia de que la famosa “Carta a los presbíteros españoles” fuera fruto de sus propias reflexiones o pudiera haber prestado su firma al servicio de determinados intereses políticos, como apunta Menéndez Pelayo, lo cierto es que este folleto terminaría marcándole de por vida.

    Su claro posicionamiento en favor de la unificación de los estados italianos, que tanto afectaba a los intereses del Romano Pontífice, y sus críticas directas a ese “neocatolicismo”, en el que se hallaban instaladas las jerarquías eclesiásticas, levantó ampollas. No hubo diócesis episcopal que se quedara sin emitir una circular de condena.

   Conforme el asunto de la carta fue adquiriendo resonancia, pese a las numerosas manifestaciones de apoyo y simpatías recibidas desde las filas democráticas y progresistas, incluidas la de sus propios paisanos, la carrera sacerdotal de Antonio Aguayo se vería pronto afectada.

   Al mes escaso de su publicación tiene que comparecer ante el vicario eclesiástico de la corte que le notifica una providencia del arzobispo de Toledo por la que se le insta a salir de Madrid en el plazo de diez días.

   En febrero de 1866 el periódico La Discusión, que había prestado cobertura de apoyo a las «herejías» del padre Aguayo y cedido sus páginas para expresarse, se hace cargo de la publicación de un segundo libro titulado “Historia de una carta”, que sirve para acrecentar la fama del cismático presbítero motrileño.

   Fue precisamente el hallazgo de un ejemplar de esta obra en una librería de viejo el que sirvió de estímulo y de fuente a Juan Ortiz del Barco para embarcarse en su biografía.



   Con las facilidades y comodidades actuales para acceder a la documentación, en siguientes entradas intentaremos ocuparnos de sus destierros de ida y vuelta, y especialmente de la pródiga labor que desarrolló como periodista, publicista y escritor hasta el final de sus días. Antonio Aguayo Molina, bautizado en la Colegiata de Motril el 18 de diciembre de 1836, dejaba de existir en la ciudad de Montevideo (Uruguay) en 1920.

Historia del heterodoxo presbítero motrileño Antonio Aguayo.

   En el año 1865, Antonio Aguayo Molina, un hasta entonces anónimo sacerdote de origen motrileño adscrito a la diócesis de Madrid, se da a conocer con un polémico folleto que titula “Carta a los presbíteros españoles”, tachado inmediatamente de heterodoxo por las jerarquías eclesiásticas de la época. Sirva como ejemplo las palabras de condena de la circular emitida por el Cardenal Arzobispo de Burgos:


   “Después de invocar humildemente las luces del Espíritu Santo, hemos venido a condenar,  y condenamos la carta dirigida a los presbíteros españoles por el presbítero D. Antonio Aguayo, por contenerse en ella aserciones falsas, temerarias, escandalosas, injuriosas a la Iglesia, con sabor de herejía y aun heréticas; prohibimos su lectura a los fieles de esta nuestra diócesis; y mandamos que todos los que tengan algún ejemplar de la misma lo entreguen a su párroco, que seguidamente lo inutilizará”.



   No vamos a entrar en demasiados detalles sobre la historia de la carta y la biografía de este sacerdote motrileño del que ya se ocupó profusamente el historiador y escritor Manuel Rodríguez Martín (Juan Ortiz del Barco) en sus crónicas de principios del siglo XX. La que le dedica a “El Padre Aguayo” apareció publicada en la revista quincenal “La Alhambra” en los números 231, 232  y 233 (octubre – noviembre de 1907). Pinchando sobre el número se puede acceder a la lectura de las sucesivas entregas.

    Un trabajo más reciente, complementario del anterior, es el publicado por el abogado y escritor motrileño Francisco Pérez García en la revista Tiempo de Historia (1976): “El padre Aguayo. Un clérigo postconciliar del siglo XIX”.

    Como podrán apreciar, quienes se sientan atraídos por la particular trayectoria de este sacerdote, se advierte en estos trabajos cierto vacío sobre cuál fue su devenir final:


   “De mis investigaciones sobre la vida posterior de Aguayo solo he sabido, pero sin que nadie responda de la noticia, que marchó a Buenos Aires, que allí estuvo dirigiendo un periódico republicano, y que ha muerto” (Ortiz el Barco).


   “Marchó a la Republica Argentina, concretamente a Buenos Aires, donde dirigió un periódico republicano, ignorándose los últimos años de su vida y la fecha de su muerte. Tampoco he podido hacerme de un retrato, a pesar de las investigaciones practicadas” (Pérez García).

Manuel Rodríguez Martín (Ortíz del Barco)
    Juan Ortiz del Barco llegó a mantener asidua correspondencia con don Marcelino Menéndez Pelayo, que también había mandado al otro mundo al famoso padre Aguayo del que se ocupa en su Historia de los heterodoxos españoles. De una carta, fechada en noviembre de 1911, se desprende que el cronista motrileño después de aquel trabajo, reproducido también en el semanario local Vida Nueva, siguió interesándose por su paisano Aguayo.

    Se mostraba especialmente interesado en obtener su partida de defunción, una fotografía y en conocer detalles sobre un posible arrepentimiento. Su sorpresa tuvo que ser mayúscula cuando en julio de 1908 recibió por correo un ejemplar de la revista El Comercio Español de Montevideo, en la que figuraba el nombre de Antonio Aguayo Molina como director-gerente. Casi a la par, el ex presbítero remitió otra carta al director de Vida Nueva que vio la luz. Solicitaba “se rectificaran las grandes inexactitudes” que contenían la crónica de Ortiz del Barco, dando a entender, además, “que no se ha arrepentido de lo que ha escrito contra la plaga monárquico clerical que deshonra y aniquila a España”.

     A través de un sacerdote amigo del otro lado del charco llegaría a conseguir esa preciada fotografía que andaba buscando, aunque lamentablemente no ha trascendido, ni hemos sido capaces de localizarla, de momento. Posiblemente, en alguna de las numerosas revistas con las que estuvo relacionado a lo largo de su longeva existencia o en otras publicaciones dispersas por bibliotecas de la República Argentina y Uruguay pudiera aparecer cualquier día.

    Con independencia de que la famosa “Carta a los presbíteros españoles” fuera fruto de sus propias reflexiones o pudiera haber prestado su firma al servicio de determinados intereses políticos, como apunta Menéndez Pelayo, lo cierto es que este folleto terminaría marcándole de por vida.

    Su claro posicionamiento en favor de la unificación de los estados italianos, que tanto afectaba a los intereses del Romano Pontífice, y sus críticas directas a ese “neocatolicismo”, en el que se hallaban instaladas las jerarquías eclesiásticas, levantó ampollas. No hubo diócesis episcopal que se quedara sin emitir una circular de condena.

   Conforme el asunto de la carta fue adquiriendo resonancia, pese a las numerosas manifestaciones de apoyo y simpatías recibidas desde las filas democráticas y progresistas, incluidas la de sus propios paisanos, la carrera sacerdotal de Antonio Aguayo se vería pronto afectada.

   Al mes escaso de su publicación tiene que comparecer ante el vicario eclesiástico de la corte que le notifica una providencia del arzobispo de Toledo por la que se le insta a salir de Madrid en el plazo de diez días.

   En febrero de 1866 el periódico La Discusión, que había prestado cobertura de apoyo a las «herejías» del padre Aguayo y cedido sus páginas para expresarse, se hace cargo de la publicación de un segundo libro titulado “Historia de una carta”, que sirve para acrecentar la fama del cismático presbítero motrileño.

   Fue precisamente el hallazgo de un ejemplar de esta obra en una librería de viejo el que sirvió de estímulo y de fuente a Juan Ortiz del Barco para embarcarse en su biografía.



   Con las facilidades y comodidades actuales para acceder a la documentación, en siguientes entradas intentaremos ocuparnos de sus destierros de ida y vuelta, y especialmente de la pródiga labor que desarrolló como periodista, publicista y escritor hasta el final de sus días. Antonio Aguayo Molina, bautizado en la Colegiata de Motril el 18 de diciembre de 1836, dejaba de existir en la ciudad de Montevideo (Uruguay) en 1920.

Las elecciones a Diputado a Cortes por el distrito de Martos del año 1918.

    El conservador Miguel del Prado y Lisboa (Marqués de Acapulco), que detentó la representación parlamentaria del distrito de Martos durante la mayoría de la primera década del siglo XX, tras las elecciones a diputados a Cortes celebradas el año 1910 sería relevado en el cargo por un abogado liberal, natural de La Guardia (Jaén), llamado Virgilio Anguita Sánchez. Consigue su acta tras reñida pugna con el joven abogado y publicista Eduardo Barriobero y Herrán, presentado por la naciente coalición republicana-socialista.

     Las aunadas huestes liberales y conservadoras de todas las poblaciones del distrito (Martos, Torredonjimeno, Fuensanta, Valdepeñas, Jamilena, Higuera de Calatrava, Santiago de Calatrava y Porcuna)  tuvieron que desplegar todo tipo de artimañas para evitar la victoria del candidato de la oposición antidinástica. Cierto obstruccionismo contra Barriobero durante la campaña electoral (detenido en Porcuna) y un descarado pucherazo perpetrado en la villa de Jamilena terminarían siendo determinantes en el resultado final (véanse detalles relacionados con aquella contienda electoral).

    En las siguientes citas con las urnas (1914 y 1916), coincidiendo con un periodo de crisis de aquel emergente socialismo provincial, Anguita consiguiría renovar su acta prácticamente sin oposición.

    El diputado Anguita participaría activamente en la aireada campaña orquestada en favor del indulto de los Hermanos Nereo de Porcuna (de junio a septiembre de 1915), lo que contrasta con cierta tibieza o actitud menos comprometida mostrada a la hora de hacerse cargo de su defensa, tal como manifestaron los propios reos que depositaron en él su confianza  para que les representara ante el primer tribunal militar encargado de enjuiciarles. Terminaría alegando “estar enfermo e imposibilitado para el ejercicio de la profesión”y pasándole la papeleta a su hermano Fernando, también abogado. Extraña trama, creemos que arreglada desde Porcuna, para retrasar el proceso e intentar evitar en lo posible la terrible jurisdicción militar, ya que normativamente la defensa era competencia exclusiva de un togado militar, como finalmente ocurrió. 


    Su carrera política se proyecta considerablemente a finales de 1915 cuando es designado para hacerse cargo de la Dirección General de Bellas Artes, en la que permanece por espacio de dos años.

    Alguna prensa ironizaba con agudo ingenio sobre los especiales vínculos que mantenía con sus electores y su capacidad de gestión al frente de tal responsabilidad:


    “El Director General de Bellas Artes, señor Anguita, siente debilidad por las figuritas de yeso, y parece que tiene el propósito de regalar una Venus y un Apolo a cada uno de sus electores de Martos.

     En el tiempo que lleva al frente de la Dirección ha pedido ya sesenta colecciones de vaciados a la Academia de San Fernando, y como ésta no puede autorizar más que la concesión de doce colecciones anualmente, ha sido imposible complacer al señor Anguita, cosa que le ha puesto de muy mal humor.

    Contra el vicio de pedir…”


(La Acción 1 de agosto de 1916)


    Para las elecciones convocadas para el 24 de febrero de 1918, en el marco de una nueva coyuntura sociopolítica, el diputado Anguita tendrá que luchar contra el candidato de una reorganizada conjunción republicano-socialista que concurre a aquel proceso como “Alianza de Izquierdas”. Sería designado para intentar arrebatarle el acta el periodista y escritor Augusto Vivero, director del diario El Mundo.

    El malestar social generado por la gran guerra europea y el consiguiente encarecimiento de las subsistencias, la represión ejercida contra las organizaciones obreras tras la Huelga General de agosto de 1917 y especialmente los nuevos aires o esperanzas propiciados por el triunfo de la revolución bolchevique en Rusia en octubre de ese mismo año, auguraban importantes apoyos electorales para los candidatos de la Alianza entre las clases  medias y proletarias.

     En poblaciones del distrito como Martos, Torredonjimeno o Porcuna sus otrora pujantes sociedades obreras se predisponen a salir del letargo del periodo inmediatamente anterior.


Augusto Vivero

    El candidato se personó sin avisar en Martos el día 4 de febrero. Visitó su Centro Obrero, trasmitiendo a sus asociados palabras de elogio sobre el correcto funcionamiento de su Escuela y de la Cooperativa que tenían organizada. Dedicó sus primeros días de campaña a recibir a comisiones de las vecinas localidades de Jamilena y Torredonjimeno. El día 7 se traslada a esta última donde celebra una “numerosa y entusiasta reunión” con los representantes de los partidos de izquierda por la mañana  y un mitin por la tarde.

    En Martos, donde existía una antigua y sólida organización republicana que coaligada con los socialistas gozaba de representación municipal, se realiza un especial despliegue electoral.

    El día 8 en un atestado teatro (se quitaron las butacas para ganar en capacidad) Augusto Vivero pronunció un “brioso discurso que duró hora y media, fijando la actitud acerca de los interés nacionales e internacionales, e invocando el interés y la necesidad de derrotar al estéril caciquismo”. Le precedieron en el uso de la palabra el redactor de El Socialista Antonio Fernández de Velasco, el concejal conjuncionista marteño Pedro Álvarez Castillo y Juan Estrella Ortega, un fervoroso y consecuente socialista venido desde Torredonjimeno.




   Al día siguiente, aprovechando la presencia en la ciudad de la Peña de la compañía cómico-dramática de Lola Ramos, se contrataron sus servicios para ofrecer una atractiva y gratuita función en honor del candidato Vivero. En un teatro engalanado con las banderas de las fuerzas políticas de la izquierda se representó “El lobo” de Joaquín Dicenta.


  “Al final se leyeron entusiastas trabajos en pro del indudable triunfo de la candidatura  y unas vibrantes cuartillas, originales de Lola Ramos, resultando la función un verdadero mitin”. 

    Después de visitar la Fuensanta de Martos y sus aldeas aledañas la siguiente escala de su periplo electoral se correspondía con la ciudad de Porcuna.




   Al no disponer de un local con la capacidad suficiente para sus expectativas requirió el oportuno permiso del Gobernador Civil al objeto de celebrar un mitin al aire libre. Llegada la hora anunciada, éste no había llegado y sus impacientes seguidores se estacionaron debajo del balcón de la fonda en la que se hallaba alojado, desde donde les tuvo que dirigir la palabra para calmar los excitados ánimos. Ante las insistencias del pueblo se organizó una imponente manifestación en dirección al Paseo de Jesús.




   Desde el andamio de los músicos pronunció un vibrante discurso. Seguido de una enorme muchedumbre y entre atronadores vivas regresaba a la fonda. Después visitó el Centro Obrero que en sesión extraordinaria acordó nombrarle “socio de honor”.


    “Reina gran entusiasmo y fuerte indignación contra los caciques”.


   El candidato, consciente de la particular estructura social del pueblo de Porcuna, con el fin de allegar a su causa el voto del pequeño y mediano propietario agrícola, hizo llegar a algunas redacciones de periódicos de tirada nacional  un telegrama dirigido al Ministro de Fomento, en el que se demandaba la urgente agilización de los trámites para la reedificación del Puente de Cañete sobre el arroyo Salado:


El Liberal 26 de febrero de 1918

   A renglón seguido le esperaban los ciudadanos de Higuera y Santiago de Calatrava. Y por último en Valdepeñas de Jaén, donde el veterano luchador republicano Gregorio Milla Martínez tenía estructurada una potente organización desde antaño.



    El seguimiento de la campaña lo hemos realizado básicamente a través de prensa republicana y socialista. A falta de prensa provincial, carecemos de información sobre los actos organizados por los partidarios del candidato liberal Virgilio Anguita, cuya intervención en el proceso creemos que no iría mucho más allá de una reunión previa con los representantes de los diferentes pueblos que componían el distrito, en quienes depositaba su confianza plena a la hora de hacer y deshacer en asuntos electorales. En Porcuna, fallecido su amigo Don Luis Aguilera y Coca, sus hombres de confianza para esta nueva cita con las urnas fueron don Pedro Funes Pineda y don Emilio Sebastián González.

    El resultado final de aquellos comicios se decantó por un  margen aproximado de 700 votos en favor del candidato liberal. Con excepción de la ciudad de Martos, en la que Vivero se impuso con claridad (1959 frente a 529), en todos los demás pueblos del distrito se impusieron los monárquicos.

    Se despertó la sospecha de un pucherazo perpetrado en Porcuna. Al tenerse noticia de ello en el momento mismo del escrutinio, en el que se hallaba presente el Sr. Anguita, la exacerbada indignación de parte del vecindario marteño, “obligó a Anguita a abandonar la población por calles extraviadas, protegido por varias parejas de la guardia civil”.

    Del cruce epistolar mantenido en la prensa entre el candidato triunfante y el perdedor-acusador en torno al asunto, entresacamos lo siguiente:


   “Lo del pucherazo de Porcuna es totalmente incierto, como cuando tiende a significar a la opinión publica el desagrado hacia mi candidatura en aquel pueblo. 

    Lo ocurrido es que en Martos, como hay fuerzas republicanas, obtuvo la mayoría su candidato, y en todos los demás pueblos yo, porque predominan los monárquicos, especialmente en Porcuna, donde presenció la elección el señor Vivero.

   La prueba de que mi victoria lo ha sido en lucha legal, es que ayer no se formuló ninguna protesta”.



(Carta de Virgilio Anguita publicada en El Liberal de 2 de marzo de 1918)


   Para que una protesta fuera estimada tenía que ir acompañada de un acta notarial, cosa difícilmente al alcance de los posibles de los porcunenses que participaran como interventores del candidato republicano-socialista.




   La réplica de Vivero, publicada por el mismo periódico al día siguiente, resulta especialmente clarificadora e ilustrativa sobre los métodos empleados por el caciquismo y sobre los especiales vínculos del diputado con el pueblo de Porcuna:


  “No es exacto que yo presenciara las elecciones en Porcuna. Llegué allí a las tres de la tarde, cuando ya se había consumado la hazaña. A tal hora, los frascos de cristal con que los caciques protectores de la candidatura del Sr. Anguita habían suplido las urnas mostraban como en ciertas ocasiones la boca ancha de un recipiente que hace el milagro de que un candidato malquerido la víspera resulte el más simpático a la opinión.

    Lo que afirma el Sr. Anguita tocante a las simpatías de que goza en Porcuna seguramente asombrará allí. Asombrará porque todo el mundo supone que al no mostrarse desde hace mucho tiempo en aquel pueblo se debe a cosa distinta a ese entusiasta fervor popular a que alude en su despacho. Lo rectificaré gustoso cuando sepa que el Sr. Anguita ha estado en Porcuna.

   Y nada más. Para otra vez ya procuraremos que los caciques porcunenses guarden de la elección otro recuerdo menos grato que el obtenido imponiéndose a la voluntad del cuerpo electoral”.


(No hubo contrarréplica)


   Con el acta en el bolsillo el polivalente político liberal Virgilio Anguita accedía a la Dirección General de Agricultura. No volvería a presentarse por el distrito de Martos. En vísperas de  las elecciones adelantadas para junio de 1919 cambió de familia política (de Prietista a Romanonista) resultando elegido nuevamente diputado, ahora por la circunscripción de Jaén capital. 


FUENTES UTILIZADAS


    El Socialista. Hemeroteca de la Fundación Pablo Iglesias.

    El País, El Liberal y otros. Hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional.

    Biblioteca Virtual de Prensa Histórica del Ministerio de Cultura.

Coplas de la Aurora de Castro del Río (años 30).

     José Algíbez Nuín, un profesor de la Banda Municipal de Música de Córdoba y agregado como docente a la plantilla de su Conservatorio desde finales de los años veinte, concurre en 1945 al concurso para la formación del “Cancionero popular español”, convocado por el Instituto Superior de Musicología (CSIC).

     El trabajo que presenta, y que resulta finalmente premiado con un accésit de 300 pesetas, llevaba por título “Cancionero musical de provincia de Córdoba (1886-1936)”, y es fruto del trabajo de campo desplegado por este musicólogo cordobés con anterioridad a la guerra civil.

     El original, que se conserva entre los fondos del Instituto Milá i Fontanals de Barcelona, consta de una carpeta que contiene hojas sueltas mecanografiadas y papel pautado de varios tamaños con las melodías manuscritas. También incluye correspondencia de José Algíbez con Higinio Anglès, Francisco Blanco Nájera, Blas Infante, Eduardo Torner, Conrado del Campo y Joaquín Turina.

    El autor recopila diferentes formas de música popular (canciones infantiles, de corro, cantos y bailes, villancicos, pasacalles o las tradicionales coplas de la aurora) recogidas de entre diversas poblaciones de la geografía provincial, para lo que pudo contar con la inestimable y desinteresada colaboración de amigos y músicos locales.

    Se aprecia cierto vacío con respecto a otras manifestaciones musicales, que según carta dirigida al Director del Instituto Español de Musicología, promete corregir en un futuro inmediato:


    “Tan pronto como termine el concurso y si Vd. me autoriza, le escribiré para proponerles la realización de ciertos trabajos folklóricos anónimos que se interpretan en varios pueblos de esta provincia en las operaciones de la recogida de la aceituna y por Semana Santa, muy interesantes y dignas de recogerse, pues aunque resulte ingrata y desagradecida la labor a la que me lleva mi afición, estoy encariñado con ella y dispuesto a trabajar para poder ofrecer al erudito y al compositor, un camino en el que se puedan desarrollar, y sobre todo aclarar, tantas lagunas como existen en la música popular andaluza”.


    Tiene especial interés en lo referente a los Cantos de la Aurora o Campanilleros, ya que se recogen letras y músicas de los municipios cordobeses en los que pervivía aquella tradición introducida por frailes misioneros a finales del siglo XVII, caso de Cabra, Carcabuey, Priego, Lucena y Castro del Río, que permite a los estudiosos en la materia seguir su evolución y hacer las oportunas comparaciones.


Miradas del Guadajoz – 2010
    La partitura musical de la cabecera se corresponde con las anónimas notas musicales, transcritas por el autor, pertenecientes a de la Aurora de Castro del RíoEl investigador escribe en dos folios sueltos mecanografiados la siguiente introducción:

«Canto de la Aurora» (Castro del Río)


      
He aquí otro documento folklórico del cual no es posible aportar datos ni noticias algunas, debido a que no existen referencias ni escritos que nos digan quien era el autor, ni si este era natural de Castro del Rio, o si dicha canción fue traída exprofeso para conmemorar a la Virgen de la Aurora, en la procesión que anualmente se celebra en la madrugada del día 8 de diciembre. A continuación transcribimos la referencia que hemos recogido en dicho pueblo, por distintos y autorizados conductos.
     Los ejecutantes salen de madrugada y recorren el pueblo hasta llegar a la ermita de la Madre de Dios, donde se celebra la misa, la cual se termina antes de salir el sol. Los hermanos sin hacer caso de la hora ni del tiempo, se levantan para asistir a la misa como prueba la siguiente copla:


Los Hermanos de la Bella Aurora
por calles y plazas
salen a reunir
No le temen ni al frio ni al agua
ni a la mala noche
ni a lo por venir.


     Siguiendo el testimonio de las referencias, antiguamente la parte musical se cantaba acompañada de violines, guitarras, bandurrias, campanitas o triángulos, y desde tiempo inmemorial viene ejecutándose con violines, flautas, clarinete, trombón, bajo de metal y campanitas.
     La transcripción está hecha como se ejecuta hoy en día, probando que sucesivos gustos han introducido modificaciones, viniendo a demostrar nuestra aseveración del cambio que sufren los testimonios populares al transcurrir el tiempo.
     La composición tiene diversas letras, pero nosotros copiamos la que generalmente se viene cantando desde antaño:


Es María mejor que la luna
y que las estrellas
y mejor que el Sol
y mejor que los ángeles todos
en una palabra,
la Madre de Dios.

Hermoso farol, hermoso farol.

Que tus luces iluminan el cielo
y bajan al suelo
a dar resplandor.

Un devoto para ir al Rosario
por una ventana
se quiso arrojar
y la Virgen María le dijo:

detente devoto
por la puerta sal.

Esto es de admirar, esto es de admirar
de la cama salen presurosos
y al Santo Rosario
se van a rezar.


     Esta misma canción se canta en los pueblos de Baena y Lucena (Córdoba). Por la referencia que tenemos en el primero de los citados pueblos se canta en forma parecida a la de Castro del Rio. Respecto a Lucena, el texto musical es parecido al de Castro del Rio, si bien hay que señalar la de voces a solo, tomando la forma de orfeón, lo que le da más interés.

MAGISTER IGNOTUS DE CASTRO DEL RÍO

     Durante los años finales de la tercera década del siglo XX aparecen publicados en la prensa cordobesa, así como en otras publicaciones de carácter nacional, numerosos artículos relacionados con la educación y la pedagogía, firmados por un misterioso “Magister Ignostus” desde Castro del Río (Córdoba).

    Movidos por la curiosidad, dimos los pasos oportunos a fin de intentar desvelar la identidad de quién, tanto por su seudónimo como por la temática de sus trabajos, debía de tratarse de un vocacional y entusiasta profesional de la educación.

    Despejada la incógnita, pudimos comprobar que detrás del mismo se encontraba un joven maestro de escuela, de nacionalidad venezolana, llamado Rafael Olivares Figueroa (1893-1972).

    En el curso académico 1927/28 es destinado a Castro del Río para hacerse cargo de la cuarta escuela elemental de niños. Llegó desde el pueblo toledano de Corral de Almaguer, su primer destino desde que ganara las oposiciones en el año 1924. Permanece entre la nómina de maestros de Castro del Río hasta 1932, en que se traslada al municipio sevillano Fuentes de Andalucía.


Anuario 1932

    En 1934, por concurso oposición, accede a una plaza en la escuela graduada de niños aneja a la Escuela Normal de Maestros de Córdoba.

    Se trata de un verdadero apasionado de la pedagogía. Durante el tiempo que permaneció en Castro del Río, aparte de volcarse en cuerpo y alma en su misión educativa, y de prodigarse con la pluma, obtuvo algunos permisos y licencias que le permitieron ampliar su formación con cursos impartidos en la capital de España: escuela de Puericultura de Madrid (1929), curso de “Rítmica aplicada a la educación” (1929),  curso en la escuela de sordomudos (1930).

    En mayo de 1929, enmarcada dentro de los actos organizados por la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba con motivo de la Exposición Iberoamericana, por su origen y vasta formación, pronuncia una conferencia bajo el título de “La raza y la cultura precolombina”.

    Pronto se decanta por otros temas, la poesía, que ya venía cultivando desde joven, el estudio del folklore y el de las costumbres populares. Por esta época son innumerables los artículos y reportajes periodísticos publicados con la firma de Rafael N. Olivares.

     En 1933, en la colección Cuadernos de Cultura, publicó un opúsculo sobre la psicología infantil que tituló El estudio del niño y sus aplicaciones, dedicado al ilustre pedagogo Antonio Gil Muñiz.



    En 1934, fruto de sus constantes inquietudes, sale al mercado otro libro: “Poesía infantil recitable” M. Aguilar editor, Madrid, “antología dirigida a padres y maestros, y, en general, a los educadores que han de llevar estas poesías a los niños”. Comparte el mérito con el inspector de educación, escritor y crítico literario José Luis Sánchez Trincado. Una rigurosa selección de poesía “para que los niños la digan como si fuera suya” (Salvador Rueda, Manuel y Antonio Machado, Rubén Darío, Fernando Villalón, Miguel de Unamuno, Gabriela Mistral, Altolaguirre, Pedro Salinas, Federico García Lorca, Rafael Alberti…)

     Su amor por la poesía y la educación se funden nuevamente en otra de sus obras: “La invención poética en el niño”. Córdoba. Tipografía artística.1935. Un folleto de 24 páginas, en el que se recoge la comunicación leída en sesión ordinaria de la Real Academia de Córdoba, de la que llegó a ser miembro correspondiente. Juicio crítico acerca de la poetisa chilena de 9 años Alicia Venturino Lardé, con motivo de una visita que ésta hizo a Córdoba en compañía de sus padres.

    Este auténtico profesional de la enseñanza se prodigará como conferenciante por toda la geografía andaluza, como animador de la vida cultural de la capital cordobesa, como promotor y organizador de concursos provinciales de recitación poética infantil y desde las emisiones radiofónicas infantiles de la cadena E.A.J. 24. que dirigía personalmente.


     A finales de 1935, el joven poeta cordobés José María Alvariño publica su libro de poemas titulado “Canciones Morenas”, prologado por”el culto maestro y académico” R. Olivares Figueroa.

     En la primavera de 1936 un grupo de poetas y literatos cordobeses se aglutinan en torno a la revista literaria Ardor. Su nombre aparece entre los editores al lado de su compañero de la escuela Aneja de la Normal y amigo, Juan Bernier Luque. El grupo de Ardor se reunía para leer sus poemas en torno a una copa de vino y unos discos de música (iban a oírla a casa del profesor don Carlos López de Rozas y la gente le llamaba a aquello «la academia de la Gramola»).


    El golpe de estado del 18 de julio de 1936 impide la continuidad del proyecto editorial y frustra las inquietudes del grupo poético. Ante los horrores, inestabilidad e incertidumbre que genera cualquier conflicto, nuestro protagonista optaría por regresar a su patria.

    En su país seguiría enseñando y cultivando la poesía: “Sueños de arena” (1937)  o “Teoría de la niebla” (1938), aunque hacía donde orientó su labor fue, mayormente, en la recopilación de cuentos, poemas, coplas, adivinanzas, bailes, diversiones y fiestas tradicionales de Venezuela, que divulgó a través de libros y revistas. Sus publicaciones son numerosas.



     Desde 1975, un liceo o instituto de la ciudad venezolana de Santa Teresa de Tuy  lleva el nombre de este poeta, folklorista y docente caraqueño, formado en España, y tan ligado durante una etapa de su vida al municipio de Castro del Río y a la provincia de Córdoba.

    De su producción periodística nos hemos sentido especialmente atraídos por un reportaje, que bajo el título de “Cortijos cordobeses”, apareció publicado por primera vez en la revista gráfica malagueña la Unión Ilustrada (1930), residiendo aún en la villa de Castro del Río, por lo que el cortijo donde se desarrolla la acción, bien pudiera tratarse de alguno de los numerosos que jalonaban su vasto y feraz termino municipal. Lleva acompañamiento fotográfico, que, aunque de escasa calidad, incluiremos por considerarlo valioso desde el punto de vista antropológico.


“Cortijos cordobeses”




LA HORA DEL GAZPACHO


           ¡Alabado sea Dios!

           Sea por siempre, responden en la lejanía.

     Pronto se nos acerca un gañan.

            ¿Son ustedes los periodistas?

           Justamente.

           Voy a avisar al “aperaor”. Está en el “aforí”. Nada tarda.

     Dos minutos más tarde el aperador está con nosotros.

         Pa servirles, señores.-Llegan a buena hora. ¿Quieren un poco de gazpacho?

     En efecto: agrupados en torno a una larga mesa, los gañanes consumen el que hay contenido en unas “macetillas” de tierra; otros aplacan su ardiente sed con agua fresca de los cántaros.




    El gazpacho, la comida típica de los cortijos, compuesta por ajo macerado, sal vinagre y un poco de aceite, nos trae a la memoria la sopa negra de Esparta, aunque su color sea blanco lechoso.

    Una vez servido el gazpacho, los cortijeros pican y proyectan sobre él sendos panes, en densa granizada; pero nadie está autorizado a comerlo antes de las palabras rituales: ¡Caigan sobre los calderos. . ! ¡caigan! que deben pronunciarse en voz recia.

    Las listas de los manjares de los cortijos es bien corta y nunca hay más de un plato por sesión. Al amanecer las migas o el tomate con sal y aceite; a media mañana el gazpacho; comerse la puchera de tocino y garbanzos por la tarde y al anochecer otro gazpacho. Recientemente se ha agregado a la relación un nuevo plato de patatas fritas, no sin sus pintorescas discusiones, juergas y otros excesos; la carne la ven “en vivo”, según la ingeniosa expresión de un estimado amigo.


PANZAS Y TEMPOREROS

    El “aperaor” es el jefe del cortijo. Siguen en importancia el “casero”, que asume las funciones de encargado de la cocina, el “guarda”, el “pastor”, el “porquero”, el “vaquero” o “pensaor”, el “sota” y el “yegüero”. Como ejercen cargos de plantilla se les denomina los “panzas”. Otros destinos hay que sólo se conceden por temporadas, como el “erero” o celador de los trabajos de era.

    El personal movible forma la “gañanía”, que oscila entre 25 o 100 hombres, según las necesidades,  y efectúa las tareas diarias del cortijo, con arreglo a las instrucciones del aperador.

    Se alistan por “viajadas” de 10, 15 o 20 días. Durante las faenas de la recolección ganan cuatro pesetas y aún más; pero en las estaciones restantes, el jornal desciende a su tercio. Con las lluvias, se detienen las operaciones agrícolas y es frecuente que sean despedidos hasta que el tiempo cambie.

    En la época de la recolección de la aceituna, los gañanes se trasladan a los caseríos, en donde suelen ser mejor remunerados.

    La ausencia accidental del aperador suele solemnizarse en el cortijo con alguna pintoresca comilona. Como existen enormes piaras de pollos, patos, pavos y otras aves, un par de estas son condenadas a pena capital y consumidas por la congregación con gran regocijo; se suspenden momentáneamente todas las labores y la gañanía se entrega a la holganza y a la diversión, no siendo extraño que sean sorprendidos en su actitud por el aperador o los mismos amos, que al fin concluyen por sumarse al movimiento general.



VIDAS HERÓICAS


   Bajo el cálido azote del sol andaluz o ya hundido en el barro de la “besana” durante el invierno, los gañanes ven deslizarse su monótona existencia con la serenidad del estoico.

   Desconocedores de las comodidades ciudadanas, no las envidian. Nutridos de aires puros y de luz, les basta un sobrio refrigerio para reponerse de la fatiga física. Defiéndeles, como una cúpula, el ancho sombrero de palmas, guarnecido de tela; sobre el torso acerado, la recia blusa amarillenta deja caer sus pliegues anchurosos.

   Como los monjes, se levantan aún muy antes del día para comenzar los trabajos. Resuenan en la noche el pisar de las bestias de tiro y el rechinar de los arados, mientras el resplandor de la “cangarria” proyecta sus haces espaciadas y la “canga” dibuja surcos sobre la tierra.

   Al sol poniente buscan la “zahúrda”, el común dormitorio alfombrado con la clásica “torna” o disputan el tibio establo a yeguas y bueyes.

   Como no hay ociosidad en ellos, suelen carecer de vicios; sus distracciones, mezcla de ingenuidad y rudeza, se reducen a algún sencillo juego de naipes o ejercicios de fuerza bruta; también leen el libro o periódico que cae en sus manos, pues no todos son analfabetos.

TRADICIONES PERDIDAS


   Hasta hace varios lustros, los cortijos eran depositarios de una suma de costumbres típicas que se han ido perdiendo poco a poco. Nada tan pintoresco y divertido como el folklore especial, monástico y silvestre, incongruente y jovial, que apenas si queda en el recuerdo.

   Se despertaban los gañanes al “echarles el cristo “, que no era sino un pregón litúrgico y estimulante.

   “Levantaos, feligreses y poned los huesos de punta”, o bien:


“Despertad y levantaos,

hermanos en el Señor

que la alondra mañanera

ha cantado en el terrón”.


   Prácticas piadosas  urgían de mística paz todas las acciones y trabajos; un refranero copiosísimo brindaba la fórmula requerida para cada situación particular; todo estaba acordado, resuelto, establecido, sin que restase margen al espontaneo pensamiento. Así la vida rodaba, invariable, como un tornillo sin fin.


EL GANADO




    El “aperaor” no bien nos ha informado de todas estas cosas que, por mi cuenta, ahora te digo, lector ansioso, nos ha hecho visitar, una por una, las diferentes partes de la casa: el “tinao”, o departamento de los bueyes, el “aforí”, donde se depositan los granos, la “pajareta” o dormitorio de zagales, el “ahijaero” de los cerdos, etc, etc. ; nos han mostrado las máquinas de labranza, las labores, en plena actividad, la llegada de las carretas, atestadas de rubias mieses, los rebaños de cabras y ovejas, los asnos entrando en la “yegüeriza”…

    La prosperidad del cortijo depende del ganado en primer lugar, nos dice señalando una gran piara de toros y becerros que llegan en el instante. El labrador que prescinde de este recurso, muy pronto viene a la ruina, ya que los animales, a más de su trabajo rinden el beneficio de sus crías, la leche y el queso, la lana, los huevos, etc, etc., según la especie y compensan la penuria de los malos años.


RECUERDOS DE BANDOLERISMO



   A la hora del cigarro nos ponemos a descansar bajo la sombra de una antigua casa cortijera. Uno de los presentes evoca el recuerdo de aquellos “generosos bandidos” que hicieron de la campiña y la sierra su campo de operaciones.

   Se habla de “Pacheco”, “El Jaco de Carteya”, “Pernales”, “El Vivillo”…

   En los cortijos se les amparaba y proveía de dinero y víveres, ya por simpatía, ya por miedo, dándose el caso de que se les ofreciera más de lo que pedían.

   Cuando “El Vivillo” llegó a “El Blanquillo”, el propietario, lejos de denunciarle, le llevó vino, jamón y otros comestibles. Le ofreció su cortijo como refugio; más al ofrecerle unos billetes “El Vivillo” se negó a aceptarlos diciendo que le bastaba con lo que ya había hecho por él, asegurándole que el robo y los incendios no devastarían sus posesiones.

   La conversación se anima y todos quieren relatar algún caso histórico; pero ya comienza a anochecer y nos dirigimos al coche que ha de llevarnos de nuevo a Córdoba.

    Pasados unos segundos, nos internamos por la asfaltada y moderna pista. Comienza a levantarse un grato airecillo. En el cielo, profundamente azul, acaban de cuajarse algunas estrellas…


Un ensayo zootécnico con perdigones en la villa de Espejo (Córdoba).

    El ojeo de perdiz es una modalidad de caza de origen relativamente reciente en nuestro pais. Nace a finales del siglo XIX, circunscrita, en un principio, al exclusivista y selecto ámbito del gran propietario de fincas rústicas. El interés que despertó en el rey Alfonso XIII, gran aficionado a todo tipo de cazas, contribuyó grandemente en su definitivo arraigo, al sumarse a la moda la vieja nobleza y las familias más importantes de la época.

    El espaldarazo definitivo se lo dio el dictador Francisco Franco. Durante el franquismo proliferan los cotos de caza por toda la geografía patria y las cacerías de perdigones al ojeo se convierten en bulliciosas competiciones por la obtención del mayor número posible de trofeos.

    Desde un primer momento chocaron los intereses de los cazadores de ojeo con los incondicionales seguidores del tradicional y popular reclamo. Surgieron pronto quejas de entre los primeros de que con el reclamo, por hallarse tan extendido y generalizado, se esquilmaban las poblaciones de pájaros.

    Durante las últimas décadas del XIX se dictaron  las primeras leyes restrictivas contra él. En el año 1902, coincidiendo con el fin de la Regencia de Mª Cristina y la llegada del monarca escopetero a la Jefatura del Estado, se promulga una nueva ley de caza que lesionaba seriamente los intereses de los amantes del tradicional arte de la caza de la perdiz con reclamo.


S.M. de perdices en Láchar (Granada) 
    Fueron numerosas las voces que inútilmente se alzaron en favor de la derogación de los artículos 18 y 19, finalmente aprobados, y en defensa de la “legítima estirpe y la práctica hidalga de la calumniada caza con reclamo”. A destacar, la tenaz campaña desplegada por el médico-cirujano linarense y entusiasta puestero, don Manuel Corral y Mairá, responsable de una columna periódica de “Charlas cinegéticas” en el diario La Correspondencia de España. 

(Leer artículo completo)

    Aprovechando el revuelo suscitado se publicaron dos libros con título casi idéntico: “La caza de la perdiz con reclamo” y “De la caza de la perdiz con reclamo”. El primero obra de un distinguido jefe militar de un cuerpo especial, ocultado tras un seudónimo algebraico (A + B). El autor del segundo, un cordobés, natural de Espejo, llamado Diego Pequeño y Muñoz Repiso (1839-1909).


    “Se ha propuesto el autor al dar a la estampa el libro con el que encabezamos estos renglones tratar en todos sus interesantes detalles tan sugestiva cacería a fin de que termine, de una vez y para siempre, la fatídica leyenda de la que se la rodea con menosprecio de la verdad, por ciertas gentes  atentas sólo a sus personales egoísmos.

     A esta ignorancia se ha debido, sin duda, el que en nuestro confiado Parlamento, hayan pasado los artículos 18 y 19 de la flamante ley de caza, y en verdad que el Sr. Pequeño triunfa en toda la línea pulverizándolos materialmente.

    Describe en 22 capítulos, de amena lectura, las costumbres de las perdices, su área geográfica de dispersión; la ley de la herencia, elección de pollos y maneras de conocerlos; higiene de los reclamos y cuidados que demandan; jaulas y jaulones para el desplume, precauciones para su conducción al cazadero; modo mejor de cazarlos; elección del sitio para los pollos, naturaleza y confección de estos, enfermedades, accidentes y en suma absolutamente todo cuanto de algún modo se relaciona con esta hermosa y placida cacería hasta en su más nimios detalles.

    Parece imposible que de un sport, al parecer tan sencillo, puedan escribirse más de 368 páginas sin decaer el interés y menos la doctrina. Los principiantes hallarán en este libro del Sr. Pequeño un guía seguro para imponerse en la caza con reclamo y los veteranos algo nuevo y bueno que aprender. ¡Como que en él ha trasladado el autor cuanto practico durante cincuenta años ininterrumpidos! ¡Como que es el fruto de la observación y la experiencia de un talento nada vulgar iluminado por vastísima y sólida instrucción!

    Esta obra es, sin disputa, la mejor y la más completa que se ha publicado sobre la caza de la perdiz, y puede figurar honrosamente en la copiosa biblioteca venatoria y cinegética del arte moderno, sin que en la clásica de cetrería haya ninguna otra con ella comparable”.


 (Entresacado de las numerosas y elogiosas críticas que le dispensó la prensa).


    El libro, prologado por el ex ministro de Hacienda don Juan Navarro Reverter e ilustrado con fotograbados, no salió de la imprenta hasta el año 1903.



    Don Diego Pequeño fue un ingeniero agrónomo que orientó su carrera profesional hacia el mundo de la docencia y la investigación. A la temprana edad de 30 años ganaba por oposición la cátedra de la asignatura de Industria rural de la Escuela General de Agricultura, con el tiempo, Instituto Agrícola de Alfonso XII, del que fue director durante buena parte de las décadas finales del XIX, exceptuando cortos periodos en los que se sintió atraído por la política. Con Antonio Cánovas del Castillo, al frente del consejo de ministros, fue designado para hacerse cargo sucesivamente de los gobiernos civiles de las provincias de Soria (1890-1891) y Albacete (1892).

Su naturaleza espejeña




   Era hijo de un médico, natural de Écija (Sevilla), llamado don José Pequeño Carmona, destinado a la villa de Espejo (Córdoba) en torno a los años 1836-1837, donde contrae matrimonio con una joven, a la que presuponemos natural de Montilla (hija de Diego Muñoz Repiso).

    Durante algo más de una década fue medico titular de la villa. Hombre de ideas progresistas, en 1840 sería expulsado temporalmente de la villa, acusado de haber participado en una expedición organizada a la vecina aldea de Santa Cruz para destrozar una vieja lápida realista.

  A mediados de siglo se traslada a la capital cordobesa, aunque mantuvo los vínculos con sus antiguos vecinos y amigos. Cuando en 1860 el pueblo de Espejo resulta invadido por el cólera, del que se creía libre por “su privilegiada situación topográfica, aires puros que respira y sencillez de sus costumbres”, pudo contar con su pericia profesional y abnegación personal:


    “Este entendido profesor y generoso amigo abandona a sus muchos hijos, su señora, su clientela médica y todas sus afecciones y se persona en el pueblo sin nuevo aviso, sin ajuste, sin otro deseo que ayudar a sus compañeros, aliviar las desgracias y salvar de las garras de la muerte esta porción de humanidad con quien le ligan antiguas y sinceras afecciones. Y allí, como facultativo experimentado, de acuerdo con los titulares informado de algunos medicamentos que han dado resultado en Córdoba, organizado el método y plan curativo conveniente, se lanza al peligro y visita ya acompañado ya solo a todos los enfermos, negándose a recibir honorario alguno”.

     La ciencia médica se topó con “el serio escollo de la pobreza y de una alimentación insana que afectaba a gran parte del vecindario, de un pueblo donde no se ha despalmado un área, porque apena las hay que no sean de señorío”.


     (Léase crónica completa remitida por el corresponsal en Espejo del Diario de Córdoba de 19 de diciembre de 1860).



    El padre de Diego debió de fallecer a temprana edad, dejando viuda y una numerosa descendencia. Pudo cursar estudios de ingeniería en Madrid, en parte, gracias a la ayuda que le prestó la Diputación Provincial de Córdoba que en 1860 lo incluye entre sus pensionados.

     
    Retomando la figura de don Diego Pequeño y Muñoz Repiso, diremos, que llegaría a adoctrinar a 35 promociones de Ingenieros Agrónomos desde su cátedra del Instituto Agrícola Alfonso XII. Entre sus trabajos ocupan un lugar preferente los relacionados con la industria oleícola y la vinicultura:


     Nociones acerca de la elaboración del aceite de olivas. Consta de 357 páginas en cuarto mayor y 21 grabados. 1ª edición de 1879. 

En este libro se ocupa del método de fabricación ideado por Juan Bautista Centurión, natural de Castro del Río (Córdoba).

    Cartilla vinícola. Obra premiada con el primer premio en concurso público abierto por el Ministerio de Fomento: con medalla de oro por la Sociedad Española Vitícola y Enológica; con diploma de honor en las Exposiciones Vitícolas y Agrícolas de Cariñena y Valladolid. Consta de 162 páginas, 8 láminas y 27 grabados. 1ª edición de 1888.

    Manual práctico acerca de la elaboración de los aceites de olivas. Obra premiada con el primer premio en concurso público abierto por la Asociación de Agricultores de España. Consta de 165 páginas en cuarto mayor y 27 grabados. 1ª ed. de 1898.
    Guía práctica del maestro bodeguero, publicada, bajo el seudónimo de Dr. Piccolo (1899).


    Como podrán comprobar, algunas de estas obras son de dominio público y se puede acceder a ellas a través de la Biblioteca Digital Hispánica de la BNE. Lamentablemente el libro de la caza de la perdiz con reclamo no se encuentra entre ellas. Existen varias ediciones recientes en papel. Sólo hemos podido alcanzar algunos de sus capítulos publicados, con anterioridad a su primera edición, en la revista El Progreso Agrícola y Pecuario, de la que fue habitual colaborador. 

   

El experimento zootécnico


Causas naturales que pueden influir en la bondad de los reclamos


Influencia de los progenitores


   “La ley zootécnica de la herencia, por lo que atañe á los pájaros de jaula, no está suficientemente demostrada, faltando datos que la corroboren; y es que no se han realizado, a la hora presente, los experimentos necesarios para establecerla. Sólo conocemos uno, que dio resultados negativos, á saber:

    En el Colegio de Educandas de Espejo (Córdoba) existe un extenso huerto cercado, y en él hace muchos años que dos entendidos jauleros acordaron soltar, para que procrearan, el perdigón más superior á la sazón allí existente  y la pájara mejor de la localidad.

    Tenía el macho cinco celos y era un hermoso animal, bien conformado, robusto, noble, valiente y que puesto en el tanganillo, echaba mano de todos aquellos recursos y filigranas que seducen á los cazadores de buena cepa; voz extensa, bien timbrada y emitida con facilidad suma: cuchicheo claro, cadencioso, de sugestiva modulación, que intercalaba siempre con sonoros besos y golpes de cañón; gran energía y tenacidad en el buscar; delicadeza extrema en el recibir, valiéndose para ello unas veces de la cantada hueca, oirás del titeo, sin olvidar ninguno de los variados recursos de los reclamos sobresalientes.

     La hembra, en su género, no le iba en zaga, ocupando dignamente el puesto á que se la destinó: de cuatro años de edad, pronta y gallarda en la salida, canto por alto extenso, que menudeaba en cuantos tollos se la hacían, cualquiera que fuese la hora en que se la cazaba, valiéndose para recibir de los embuchados y del cuchicheo y ahuecándose al divisar los machos; reunía, en suma, cuantos medios son menester para fascinar y enloquecer á los seductores.

    Tales eran, expuestas á grandes rasgos, las excepcionales condiciones que adornaban al futuro matrimonio, y excusado parece decir que las esperanzas de los buenos cazadores del pueblo estaban justificadísimas.




    Desde el día en que se soltó la feliz pareja, no se habló de otra cosa entre los devotos de San Eustaquio. Todos á porfía se disputaban ya la posesión de algún individuo de la futura prole, no faltando por ello sus disgustillos entre personas que siempre fueron excelentes amigos.

   Cuidóse el matrimonio con singular esmero y sin que nada le faltara en aquel frondoso y solitario huerto: esparcimiento, vegetación exuberante, maleza donde ocultarse, tranquilidad absoluta y alimentación suculenta y variada.

     La hembra hizo la postura bajo una gran mata de alcachofa, sacando catorce polluelos, tantos como el número de huevos. Durante el tiempo de la incubación, el macho cantó de continuo cerca del nido, pero no se le vio nunca enhuerar; más tarde compartió con la pájara los cuidados de la prole, á la que prodigó todo linaje de atenciones y caricias. Huevos duros machacados de gallina, hormigas enteras y algunos saltamontes fue la primera alimentación de la pollada, que se desarrolló admirablemente, sin otro menoscabo que la muerte de un perdigoncillo.

      Cuando comenzaron á vestir el ropaje propio de los pájaros adultos, cuando, según frase venatoria, estaban casi igualones, se enjaularon, sin que en este nuevo régimen de vida se desgraciara ninguno.

     Repartiéronse entre los amigos aficionados como pan bendito; se les cuidó con todo esmero, amansándoles cuanto fue posible, pues muchos de ellos, contra lo que era dado esperar, resultaron broncos.

     Como era natural, sus poseedores anhelaban la llegada del mes de Enero para ver confirmadas sus ilusiones, por más que los inteligentes comenzaban á abrigar algunas dudas en vista de las pruebas pocos halagüeñas que iban dando, toda vez que no parecían mostrar ni la valentía, ni la sangre, ni mucho menos la nobleza de sus progenitores.

     Resultado final: que de los seis machos y siete hembras, sólo una de éstas fue regular, los demás nulos, 6 poco menos, y eso que se les conservó hasta el tercer celo, con la esperanza siempre de que acaso despertaran de la especie de letargo en que yacían, reivindicando su noble abolengo.

    Aquí pues, y esta vez al menos, faltó lo que los zootécnicos denominan herencia individual de la sangre de los progenitores en sus descendientes. Claro es que para derogar esta ley zootécnica, por lo que hace a los reclamos de perdiz, no basta, ni mucho menos, con el resultado de un solo experimento, y opinamos que deben repetirse, pues es dudoso que aquellos procedimientos que en todas las especies zoológicas dan buenos resultados, fallen tratándose de las perdices enjauladas. En caso favorable podrían fundarse centros dedicados a la cría de pollitos para reclamos, proporcionando solaz y entretenimiento, a la par que ganancias seguras.

    Por lo demás, cabe sospechar si la domesticidad en que fueron engendrados y criados pudo contribuir a amenguar  aquellas energías naturales que bajo un régimen de libertad e independencia absoluta, habría, acaso, prevalecido. Nosotros nos inclinamos a admitir esta explicación a falta de otra mejor”.


    El siguiente capítulo, titulado «Influencia del medio ambiente» puede leerse pinchando aquí.

(Entrada relacionada: CAZA DE LA PERDIZ CON RECLAMO)

CAZA DE LA PERDIZ CON RECLAMO

    Los orígenes de la caza de la perdiz deben de remontarse a los tiempos de la prehistoria. Los Iberos ya las cazaban con reclamos, utilizando para atraparlas una especie de lazo denominado “zalagarda”. Su técnica consistía en atraer a las perdices al lugar donde se instalaban los lazos con un reclamo amarrado a una estaca.

    Los pueblos que colonizaron Iberia, fenicios, cartagineses, griegos y romanos, también la practicaron. Existe constancia de mosaicos romanos con perdices enjauladas, aunque, tal vez, la representación iconográfica más remota en nuestro suelo sea la del “Cazador de perdices” perteneciente al conjunto escultórico del Cerrillo Blanco de Porcuna (Jaén) de los siglos VI-V antes de Jc, que aparece en la cabecera



     Sin ser aficionado a ningún tipo de caza, a lo largo de mi vida he sido testigo de la incontrolada pasión que despierta esta afición entre algunas personas.

     Recuerdo con cariño las machaconas alusiones al perdigón de un peculiar personaje con el que compartí trabajo en un molino aceitero de Porcuna durante bastantes temporadas. Homónimo de un famoso cantaor de portentosa voz timbrada, la mayor ilusión de este buen hombre, la mayoría de las veces frustrada por necesidades de la empresa (transportista de orujo), era la de poder librar un día para entregarse al cuco en cuerpo y alma.

    Ya en otro ámbito laboral, conocí a un profesor interino que se vanagloriaba de haber dejado a la novia porque le ponía demasiadas cortapisas durante la temporada del celo de la perdiz. Este mismo hombre llegó a enamorarse del canto de un pájaro que vivía plácidamente encerrado en un soleado voladero confeccionado en los patios del instituto viejo de Porcuna. Después de los pertinentes tiras y aflojas con el dueño del plumífero, terminaría adquiriéndolo por una cantidad superior al sueldo medio mensual de un trabajador. Quiero recordar, que en lote iba incluida una vieja y decorativa escopeta de cartuchos. Automáticamente, durante el tiempo que permaneció a nuestro lado, quedó bautizado como “El Cuquillero”.

     En mis habituales paseos por las hemerotecas digitales me he topado con un curioso e ingenioso trabajo, firmado por un anónimo inspector veterinario del pequeño municipio granadino de Polopos, dado a la prensa a principios de la segunda década del siglo XX.

     El artículo tiene su gracia y desparpajo, y hasta resulta útil para hacernos una idea del arraigo e impacto que podía llegar a causar esta extendida afición en el medio rural andaluz. Curiosísima la exhaustiva relación de cantos y sonidos, de extraño nombre para los profanos, que concatena.


LA CAZA DE LA PERDIZ CON RECLAMO



     La segunda quincena de enero pone en vigor el antiguo adagio de “Por San Antón caza el perdigón”, y en cada año es el toque de atención y llamada; y, con puntualidad militar, los jauleros forman grupo aparte dejando mancas las partidas de tresillo, billar, dominó, etc., sin tener, para los que hasta allí fueron compañeros y contertulios, una atenta excusa o un razonable pretexto. Truenan los desairados, exponen justas y persuasivas demandas, hasta que convencidos de que son estériles sus fundados argumentos para atraerles a la inutilizada reunión, y ofendidos por su proceder, les llaman maulas, embusteros, maletas y hasta traicioneros y asesinos. Todo inútil: para mí que no oyen lo que les dicen.





    Encelados, casi como los reclamos que ridículamente portean a la espalda, mañana y tarde, sólo atienden como refiere el afortunado que cobró alguna pieza, las peripecias del día; siendo y sirviendo a la charla de una y otra velada.

    El canto por alto o reclamo de cañón; el cuchicheo o dar al pie; la embuchada de recibo o canto e dormitorio; el piñoneo o besos; el grifeo de recibo o desafío; el titeo o invitación a comer; el enfado o regaño de silencio; el claqueo o acción fecundante; el maullido o suspiro; el pioleo, chirrido o levantar el campo; el ajeo, berreo o voceo; el guteo o placer de comer y tomar tierra; el indicar o sentir el campo, y por último, lo desesperante de aguilar y carraguear, rinrear o serrar con los saltos y mudanzas del tío Roque el bailaor. Refieren también, con toda minuciosidad, la parte concerniente de acercarse al campo, y se habla de las vueltas, de ahuecarse, escudos, adornos y las mil y mas filigranas que , tanto la perdiz del campo como la del tanganillo ponen en ejecución, bien que se troven cariñosamente o bien retándose a desafío o riña.

     Y este, como todo deporte, despierta el amor propio de manera notabilísima, dando lugar a polémicas, que degeneran algunas (pocas veces) en altercados, disputas y hasta que no pueda disimilarse la pícara envidia o perjudicial soberbia, en los consentidos y poco afortunados.

    Por fortuna, marzo se encarga de poner punto final a estas controversias, porque termina el celo; los adminículos de caza se abandonan en el último rincón de la casa; los pobres pájaros siguen prisioneros en su reducida celda, y al cuidado, en unos, de sirvientes o criadas; en otros, de cazadores de más modesta posición, que se imponen esta obligación a cambio de que les cedan después algún reclamo, y por último, se entregan a la barbería o a cualquier compadre.

     De una u otra forma, la higiene y alimentación son muy defectuosas para los desgraciados prisioneros, y así vemos que al llegar el mes de octubre, aquellos animalitos tienen la pluma sucia o rizada, y ojos y pico, enseñan el blanco pardo, señal inequívoca de su raquitismo y desmedro, siendo esta la causa de que al siguiente no respondan a la confianza y esperanzas que en ellos teníamos puestas.



     El autor, que aparentemente se nos muestra como detractor de este tipo de caza, remata con una serie de recomendaciones “producto de la atenta observación y larga práctica en el ejercicio veterinario”, que lo delatan como un experimentado y entusiasta puestero-criador:


    1ª Los pollos para educarlos, se deben adquirir cogidos en el campo desde la primera quincena de agosto a la segunda de septiembre. Antes y después de esta época son, por lo general, defectuosos. Los domesticados desde que nacen en casa, salen muchos buenos, nunca superiores, y la mayoría son cantores en casa, propios para oficios de canario o jilguero, pero no para el campo. Durante el primero y segundo celo, únicamente se cazarán  desde el 30 de enero a 20 de febrero; después e esta época sacan resabios. Se tendrán separados de los reclamos maestros y con una hembra o pájara vieja.


    2ª  Los pájaros maestros no se cazarán en los bandos hasta que pasen de los siete celos, empleando los de poca música y buen recibo. El que tenga recibo defectuoso, se le darán sueltas en la noche y tierra húmeda, y si esto no sirve, se pondrá aparte con una hembra. Del mismo modo al que carece de salida y es flojo, se le pone separado con la pájara, pero no se le da tierra ni sueltas.


    3ª  Durante la muda, se les dará tierra cada tres días, con una mezcla de 20 partes de arena que no sea del mar, 75 de tierra y el resto de ceniza de vegetales, renovándola cada veinte días; se les dará agua de doce a dos, durante la canícula, y verde en todo tiempo, adicionándole un poco de alpiste o cañamones, prefiriendo el primero. No se entregarán al cuidado de nadie, a excepción de que sean muy peritos.


    Si cumplís estos requisitos, observareis sus ventajas, tendréis una economía de algunos cienos de pesetas, que los buenos aficionados gastáis todos los años, para ser engañados la mayoría de las veces, y sobre todo, no soportéis los desesperantes solos, gazpachos y esbozos de capote, que tanto os habrán  irritado y hecho sufrir a los que sois buenos aficionados. 
                            
                                                                                                                      A.J. R.

          Polopos Marzo de 1911.


     Sirva esta entrada ilustrativa como introducción para una nueva en la que nos detendremos en otro documento, de fecha cercana, que tiene por protagonista las tierras y habitantes del corazón de la campiña cordobesa, donde nos consta se halla bastante extendida la pasión por el pájaro perdiz.



          Nueva entrada: Un ensayo zootécnico con perdigones en la villa de Espejo (Córdoba).

De re bellica et artística Obulconensis: “Imprecisiones propagandísticas de un guerrero”.

   “En una Iglesia de piedra labrada y bóvedas de mármol blanco y negro, queda todavía, en el ábside, una obra del pintor cordobés Julio Romero de Torres. La Virgen, sobre una nube de nácar, se eleva majestuosa hacia el cielo envuelta en un revoloteo de alas angelicales y miradas de despedida. En el suelo quedan mujeres cubiertas con largas túnicas y mantos de color celeste y con semblantes de recogimiento interior, como si sus labios rezaran una oración. Todo sobre un fondo de graves tonos de amanecer que completa la sublimidad del cuadro». 

     De esta somera y angelical manera explicaba el alférez provisional Segismundo Díaz Bertrana la composición iconográfica de la pintura mural de la Asunción de María ejecutada por Julio Romero de Torres en el ábside del presbiterio de la Iglesia Parroquial de Porcuna (Jaén) entre los años 1903 y 1905. 
     Este joven militar había llegado hasta la localidad enrolado en una Bandera de la Falange Canaria a la que, junto a otras unidades, se le confió la misión de guarnecer la plaza una vez tomada por las tropas insurgentes el primero de enero del año 1937.
     Aparece inserta dentro del típico artículo de propaganda en el que se arremete contra la manida furia iconoclasta desplegada por los rojos “empeñados en la destrucción de todo lo que signifique un atisbo de religiosidad, de arte o de historia”(injusta y trasnochada generalización que anida todavía en muchas cabezas).


      Dejemos que el falangista canario nos siga ilustrando sobre los tesoros artísticos afectados:


     “La iglesia parroquial de este pueblo, una iglesia de sobrio estilo románico, su planta en forma de cruz de Calatrava con sus brazas de Norte a Sur, tenía obras de arte—pintura y escultura—de verdadero valor nacional.

     Había una estatua de Jesús hecha por Mena. La imagen era la de más valor y mejor que adornaba la Santa Iglesia. Su cara mostrando el sagrado ungimiento de todo rostro divino, a la vez humildad y misericordia. El cuerpo, en proporción justa y medida, daba la contextura exacta del Redentor. Era todo una obra maestra. Un producto de la ardiente imaginación de Mena. En él puso, quizá, su mejor inspiración y su más fiel empeño de imaginero.

    Era esta imagen de Nuestro Padre Jesús, como la llamaban estas viejecitas y gentes del pueblo todas con profundo respeto, una obra de gran estima para el Arte Español.

    El afán de destrucción siempre vivo en los rojos, hizo que esta imagen fuera echada a una hoguera con todos los santos de la Iglesia y allí, en llamaradas y humo que subían al cielo, quedaron sus cenizas”.

Jesús Nazareno desaparecido en 1936 (atribuido por tradición a Martínez Montañés)
    Se advierte que el articulista, en tareas de corresponsal para la prensa de su región, no debió de ser demasiado riguroso ni meticuloso a la hora de documentarse sobre el patrimonio histórico artístico que albergaba el templo parroquial de Porcuna, convertido en Casa del Pueblo durante el periodo revolucionario, incluso, hasta pudiera darse el caso, de que tal cúmulo de imprecisiones, errores y falsedades sean premeditadas con el único fin de de dotar a su discurso de la necesaria grandilocuencia y justificación.


     Habida cuenta de que la inauguración del nuevo templo parroquial era relativamente reciente en el tiempo (1910), la mayoría de las imágenes religiosas, que tuvieron la suerte de ser pasto de las llamas y rodar por las escalerillas de la iglesia durante aquellos primeros días de inflamada ira contra el poder terrenal de aquella Iglesia reaccionaria tradicionalmente aliada con los poderosos, carecían aún de la suficiente solera artística.

     Para el cronista D. Eugenio Molina en su libro “La ciudad de Porcuna” publicado en 1925, el merito artístico de las imágenes que encerraban los templos de Porcuna antes de la guerra era más bien escaso, “exceptuando una notable escultura de Cristo en el Sepulcro, que hay en la Iglesia de San Benito, y otra no menos notable y hermosa de Jesús Nazareno que se venera en el Santuario de su nombre, y que es objeto de ferviente adoración por los hijos de este pueblo. Ambas esculturas son dos antiguas y acabadas obras de arte, de tamaño natural, atribuidas al famoso escultor Martínez Montañés”.

    Sorprende la falsa atribución del Nazareno de Porcuna al imaginero barroco granadino Pedro de Mena, máxime cuando, con casi absoluta seguridad, el reportero tuvo que tener entre sus manos el libro de Don Eugenio Molina, que también utilizó a la hora de redactar otro artículo relacionado con la historia local (Aires de Historia: Porcuna bajo las Banderas de la Falange isleña).

    Creemos que el nombre de Mena le viene como anillo al dedo a la hora de magnificar el estropicio entre los destinatarios de sus artículos, sus paisanos, los lectores del diario Falange de Las Palmas. Además le sirve para conectar con otros atentados cometidos contra el patrimonio religioso años atrás. El nombre de Mena adquiere especial difusión fuera de los ámbitos culturales y académicos a partir de la destrucción del famoso Cristo de la Buena Muerte de Málaga acaecida durante los disturbios anticlericales de mayo de 1931, recién proclamada la II Republica.

     Mentiras piadosas dirigidas a los de su comunión de ideas, que precisan de la pertinente aclararación.



     Recurre a similar artificio a la hora de ocuparse de los daños sufridos por las pinturas murales del por entonces ya desaparecido pintor cordobés Julio Romero de Torres:


     “El ensañamiento de los rojos con todo lo que signifique religiosidad no paró en echar todos los santos en la hoguera. Había en esta misma Iglesia, en las Capillas del Sagrario y la Purísima, en la primera una Santa Cena y en la segunda la Sagrada Familia, ambas pinturas de Julio Remero de Torres. A los rojos parece que les molestaba que estas pinturas, representantes de varios aspectos de la vida de Jesucristo, estuvieran en aquellos muros. Para que no vieran más cogieron un bote de mala pintura y aguarrás embadurnando y chapoteando estos decorados en los que la paleta de Romero de Torres había esmerado su trabajo, hecho gratuitamente como recuerdo a la ciudad de Porcuna”.


    Desconocemos si durante los aproximadamente cinco o seis meses que el ilustrado falangista permaneció destinado en el frente de Porcuna sería capaz de recabar informaciones veraces sobre quienes fueron, con anterioridad a “la barbarie roja”, los primeros a quienes empezó a resultar molesta e incómoda la presencia de aquellas pinturas murales de Romero de Torres dentro de la casa de Dios.




    Prejuicios morales, prácticamente desde la inauguración del templo en 1910, motivaron una sostenida polémica entre los elementos liberales, amigos del pintor y promotores del encargo, y las fuerzas más conservadoras, que pronto encontraron en el rostro de la Virgen de la Sagrada Familia el reflejo de una nativa de dudosa moralidad, que por lo visto le había servido de modelo. Con respecto al semblante de rostro de Jesucristo, que aparece presidiendo el mural de la Santa Cena, también circularon toda clase de comentarios y comparaciones. 



   La progresiva fama de “pecador e inmoral” que arrastrará el pintor, creemos que terminaría siendo decisiva en la resolución final del conflicto.

   El  señor cura párroco, Don Ramón Anguita Carrillo, con el más que presumible visto bueno de las autoridades eclesiásticas provinciales, terminaría cediendo a las pretensiones y deseos de aquellos sectores más retrógrados de la sociedad local.

     Unos retablos de madera, de escasa calidad en cuanto a material y factura, terminarían ocultando ambos murales. Tuvieron que practicarse algunas perforaciones sobre los mismos con el fin de anclar los retablos.

    Se viene barajando el año 1917 como fecha de su colocación, aunque si damos crédito a la que aparece en la ficha del manuscrito original del Catálogo Monumental de la Provincia de Jaén (1913-1915), habría que retrotraerla, cuanto menos, al año 1915. A Enrique Romero de Torres no le pasa desapercibido el desaguisado cometido contra las pinturas de su hermano Julio:


     “La Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción es moderna. Fue consagrada hace pocos años y es un magnífico edificio de cantería costeado por todos los vecinos de la villa.

     Está decorada con gusto y la cúpula del presbiterio así como las dos capillas laterales pintadas al temple por el ilustre artista Sr. Romero de Torres (Don Julio) en el año de 190. Hace poco, dentro de estas capillas, han tenido la mala idea de colocar dos altares de madera de mal gusto, los cuales no dejan ver las pinturas que representan  respectivamente La Cena y la Sagrada Familia”.

   A los años 1914 o 1915 pertenece precisamente la fotografía de la cabecera. Se trata de un detalle de la original realizada por un anónimo fotógrafo contratado por  la Casa Editorial Alberto Martín de Barcelona para que le proporcionara material gráfico con el que componer sus famosas series de Porfolios Fotográficos. La que mostramos a continuación no sería finalmente incluida en el cuadernillo correspondiente. De haber estado despejados los murales de los ábsides laterales, y pese a la falta de luz natural de las capillas, el objetivo de este profesional pudiera habernos transmitido muestras de su factura original.


    Después de esta obligada alusión a los primeros avatares históricos de la estas pinturas religiosas producida por Romero de Torres, retomaremos la falsedad propagandista en torno a los desastres de la guerra.

    Noticias aisladas y precipitadamente inexactas sobre los daños ocasionados a las pinturas aparecieron publicadas en la prensa nacionalista a los pocos días de entrar en la ciudad la columna mandada por el Tte. Coronel Redondo:


ABC de Sevilla (6 de enero de 1937)

     La machaconería se convierte en una eficaz arma al servicio de la propaganda. En el mes de marzo de 1937, noticias suministradas desde Burgos por los servicios oficiales de prensa y propaganda del Cuartel General del Caudillo eran reproducidas en la mayoría de las cabeceras de prensa de la España Nacional:


    “Ayer se ha descubierto que los frescos de la iglesia de Porcuna, debidos al pincel del glorioso pintor cordobés Julio Romero de Torres, fueron estropeados por los rojos horas antes de la llegada de nuestras tropas a dicho pueblo.

     Los salvajes marxistas, para dar una prueba de su amor a la cultura y al arte, embadurnaron las pinturas con cal.

     Los vecinos de Porcuna han protestado indignados del salvaje atentado y pedido a las autoridades que se imponga un castigo ejemplar a sus autores en el caso de que fuesen capturados”.

(Diario de Córdoba 14 de marzo de 1937)

     Castigos de desigual naturaleza les esperaban a los hijos de Porcuna situados entre los defensores de la legalidad republicana. Entre ellos se encontraba un joven socialista llamado Andrés Cabeza Millán, pintor y decorador de formación autodidacta, responsable último de los “presuntos daños” sufridos por las pinturas tan reiteradamente aireados.

     Su trabajo le tuvo que costar a este buen hombre convencer al aparato represivo del nuevo régimen de que su valiente intervención había sido preservadora. Sus méritos han sido recientemente reconocidos oficialmente al otorgársele la Medalla de Plata de la ciudad de Porcuna, a título póstumo (recomendable el visionado del video del acto de entrega de distinciones en el que el historiador y arqueólogo Pablo Casado Millán traza un documentado esbozo del homenajeado).

     Los pormenores de su actuación en defensa del patrimonio los conocemos gracias a Don Manuel Bueno Carpio, que en su tesis de licenciatura en Bellas Artes publicada bajo el título de “La Parroquia de Porcuna y los murales de Julio Romero de Torres” en el año 1992, incluye una entrevista con Andrés:


    «En el mes de agosto de 1936 fueron destruidos y quemados todos los retablos de la iglesia y convertido el edificio en “Casa del Pueblo”. Entonces aparecieron en toda su belleza las pinturas murales y los daños ocasionados por los boquetes abiertos para la colocación de los retablos. Ahora estaban realmente expuestas a desaparecer.

    En conversación mantenida el día 13 de abril de 1984, Andrés nos decía, que habiéndose dado la orden de picar los murales, convencí a los dirigentes del Frente Popular de que las obras de arte debían ser respetadas para futuras generaciones. Me comprometí personalmente a taparlas sin que sufrieran deterioro. Los amenacé de escribir una carta al Ministerio de Instrucción Pública, si así no se hacía. Finalmente conseguí permiso para taparlas y lo hice con pigmentos y agua cola. Pinté en la parte central de los murales el antiguo escudo del partido socialista y en la parte exterior una mano señalando el siguiente texto: aquí hay un cuadro de la Santa Cena pintado por Don Julio Romero de Torres. Lo mismo hice en el otro mural. Pasada la contienda tuve que demostrar que las pinturas no habían sido dañadas».



    Esta imagen, tomada del exhaustivo y documentado trabajo monográfico publicado por de Don Manuel Bueno, se corresponde con el momento en que fueron retirados unos segundos retablos colocados a finales de la década de los cuarenta, justo al emprenderse su restauración en el año 1974, enmarcada ésta dentro de la conmemoración del centenario del nacimiento del pintor cordobés. Se aprecia algo borroso el primitivo emblema del P.S.O.E. (yunque, libro, pluma y tintero) que pintara Andrés Cabeza.



     En esta segunda fotografía, de igual procedencia, se puede apreciar la magnitud de los daños (numerosos boquetes) ocasionados durante las sucesivas operaciones de instalación de altares y retablos.

     Sólo podemos poner algo de incertidumbre o reparo personal al testimonio de Andrés Cabeza. Si damos crédito al cien por cien a sus consideraciones, resultaría que los elementos dirigentes del Frente Popular de Porcuna estaban desprovistos por completo de sensibilidad artística, se mostraron condescendientes con la famosa furia iconoclasta o fueron incapaces de sujetar la ira anticlerical durante aquel complicado contexto político-social posterior al golpe de estado del 18 de julio de 1936, con el que arrancaba la guerra civil española.

     Las generalizaciones suelen pecar de injustas. Por ejemplo, no creemos que dentro del saco sucio estuviese el veterano republicano Rafael Juárez Quero, que debía de gozar de cierta ascendencia en el seno del comité local del Frente Popular. Estamos ante un personaje, que como bien dicen Todos los Nombres de Porcuna en una de sus entradas de blog, se hace acreedor a la reparación de su dignidad, por su incuestionable condición de “luchador incansable, de buen orador, mejor escritor, denostado y olvidado por la historiografía local de ayer y hoy”.

     Con independencia de que sus postulados ideológicos estuviesen impregnados por el ateísmo y el librepensamiento, ya desde su primera etapa como concejal apostaría por una salida racional con la que subsanar aquel enojoso y mojigato olvido al que parecían estar condenadas estas pinturas murales de Romero de Torres.


Alférez José Gallo Martinez (1900-1921)

     En la primavera del año 1922, el pintor cordobés permaneció unos días en Porcuna alojado en casa de su amigo José Julián Gallo, que hacía poco había perdido al mayor de sus hijos (Alférez José Gallo) en la guerra de África. Aprovecharía la estancia para sacar de su perrera un cachorro de galgo negro, que a la postre terminaría convirtiéndose en su inseparable compañero (Pacheco), así como para entrevistarse con el señor cura párroco en pro de un posible apaño.
     Pese a que el pintor se mostró dispuesto a realizar nuevos bocetos de la Virgen y a restaurar los daños causados al instalar los retablos, todo siguió conforme estaba.

     En agosto de ese mismo año 1922,  llegaría hasta el Ayuntamiento de Porcuna un oficio remitido por la Delegación Provincial de Bellas Artes solicitando informes al respecto. Oficio, más que probable, fruto de una denuncia previa presentada por el concejal republicano Rafael Juárez.

     Proclamada la II Republica, en una de las primeras sesiones (7 de mayo de 1931) de la nueva corporación municipal, presidida por Manuel Alcalá Ramos del PRR (Partido Republicano Radical) y compuesta por otros 6 concejales de su misma filiación, 7 socialistas, 3 conservadores y 2 liberales, a propuesta de los concejales de la mayoría republicana, señores Rafael Juárez Quero y Antonio Quero Aguilera, se solicita sea elevado escrito a la Dirección General de Bellas Artes.
    Heredia Espinosa, desde sus posicionamientos ideológicos, en su Historia de Porcuna, califica como de artera la maniobra de estos concejales anticlericales, y de insidias contra el cura párroco sus denuncias, al parecer, desestimadas por las comisiones investigadoras llegadas al efecto.


Don Ramón Anguita Carrillo
    A nuestro entender, creemos que a las autoridades republicanas en este, y otros muchos asuntos, les paso lo mismo que a esa otra inmortal pareja protagonista de El Quijote: “Amigo Sancho con la Iglesia hemos topado”.

    Se da la paradójica circunstancia de que el concejal lerrouxista Antonio Quero Aguilera, que llegará a ser alcalde durante buena parte del denominado Bienio Negro, a la par que su partido, fue evolucionando hacia los posicionamientos de la derecha. De hecho su nombre figura entre las víctimas causadas por la izquierda

   Rafael Juárez Quero tenemos entendido que abandono pronto las filas del PRR para ingresar en el Partido Republicano Radical Socialista, liderado a nivel nacional por Marcelino Domingo. Desconocemos si llegó a reingresar como concejal en el ayuntamiento constituido tras las elecciones ganadas por el Frente Popular en febrero de 1936,  y de qué manera le pudo haber afectado la represión franquista. Animo a los amigos de Todos los Nombres de Porcuna, a quienes creemos suficientemente documentados al respecto, a que nos despejen la incógnita.



“Motrileños: Romero Civantos, no, no y no”.

A modo de necesaria introducción


     En 1890, un Gobierno liberal, presidido por Práxedes Mateo Sagasta, sustituye el sufragio censitario, limitado a propietarios y personas que demuestren unas determinadas «capacidades», por el derecho a voto de todos los ciudadanos varones mayores de 25 años.
     Las elecciones a diputados a Cortes celebradas en el distrito de Motril desde esa fecha hasta 1923, más o menos, transcurren por los tranquilos cauces de la amañada normalidad propia del sistema político de la Restauración. Liberales y conservadores se alternan civilizadamente en la detentación del acta de diputado. Las fuerzas políticas antidinásticas, a las que en teoría podía favorecer el sufragio universal, carecían en el distrito de la implantación suficiente como para poder plantar batalla política al típico entramado caciquil tejido por unos y otros.

    El distrito, además de Motril, lo integraban las poblaciones de Almuñécar, Salobreña, Vélez de Benaudalla,  y otras de menor entidad como Guajares, Gualchos, Itrabo, Jete, Lentejí, Lújar, Molvizar y Otivar.

    A principio del siglo XX la representación parlamentaria la ejercía el militar motrileño  y político conservador Cándido Hernández Velasco (Polaviejista). Se hallaba en posesión del acta de diputado desde las elecciones celebradas en el año 1899, en que se la arrebató al capitán de navío y político liberal, también natural de la tierra, Emilio Díaz Moreu Quintana, que la había detentado durante buena parte de la última década del XIX, y que en 1901 volvería a recuperar.



      Para las elecciones de 1903 tocaba diputado conservador. Se prescinde de militares de prestigio y entra en escena un civil. Se trata del abogado José María Márquez y Márquez, un rico propietario e industrial nacido en Almuñécar. Conservará el escaño ininterrumpidamente hasta 1910. Casado con una hija de los condes de Villa Amena de Cozvijar, por lo que se adornaba con el nobiliario título de marqués de Montefuerte que había aportado su esposa al matrimonio.
     Para la nueva etapa de gobierno liberal (1910)  se recurrió al joven teniente auditor de la Armada, Isidro Romero Civantos, que aunque natural de la provincia, carecía del arraigo de sus antecesores. Por primera vez surgieron algunas voces discordantes, el resultado sería impugnado y el acta declarada nula, teniendo que repetirse los comicios. Finalmente la maquinaria del sistema conseguiría que Romero Civantos se impusiera desahogadamente al candidato conservador José María Márquez, a quien no quedó más remedio que acatar con resignación los resultados.



( 28 de agosto de 1910)
    Tras un nuevo bienio conservador para Márquez (1914-1915), el anunciado regreso del encasillado Romero Civantos para las elecciones de abril de 1916 va a excitar los ánimos entre determinados sectores del partido liberal de la costa granadina,  poco dispuestos a tragar otra vez con “el mochuelo”.


Un curioso manifiesto preelectoral


    En el mes de febrero, coincidiendo con los primeros rumores de que Romero Civantos gozaba nuevamente del favor ministerial para el inminente nuevo proceso electoral, surge una primera voz de disconformidad. El alcalde de la localidad de Salobreña, Federico Ruiz Romero, tuvo la ocurrencia de redactar un valiente manifiesto dirigido a los electores que llegaría hasta las páginas de “El Imparcial”
     Sus denuncias, en el fondo, venían a cuestionar un sistema político caduco y trasnochado que ya venía siendo denostado abiertamente desde atrás por socialistas y republicanos. Su abogacía en pro de la reconquista de la ciudadanía despertó grandes y asombrosos comentarios en la mayoría de las cabeceras de prensa del país.

     Dice el Imparcial:

     “El alcalde de Salobreña, distrito de Motril, ha dirigido a su pueblo el siguiente manifiesto, documento curiosísimo que, según dicen, ha tenido la virtud, que su autor quería infundirle, la de soliviantar a las masas.

     Lo encabezan las palabras: “Romero Civantos, no”. Y dice así:

    “No, no y no. De ninguna manera podemos consentir que la representación parlamentaria de este distrito vuelva a ser ostentada por quien en la anterior etapa del partido liberal toda su actuación en el Congreso se limitó a decir sí o no, según caían las pesas, y nunca sobre asuntos que afectaran a Motril, porque jamás se ocupó de ellos, como no lo hiciera en las antesalas de los despachos de los ministros. Y  ya se sabe que allí no escuchan a nadie.

     No; Motril no está en condiciones de permitirse el lujo de llevar al parlamento una figura decorativa. Eso, cuando las cañas estaban a veinte cuartos y esto era Jauja y no había problemas que resolver, bueno; pero ahora no, no y no. Motril necesita un diputado de historia política que sume en su haber grandes aciertos y que se haya destacado en los cargos que haya desempeñado entre todos los que le hubieran precedido.

     Como en el partido liberal de la provincia hay hombres de méritos extraordinarios, no debemos consentir de ninguna manera que el prorrateo que haya que hacer entre las distintas agrupaciones que integran el partido liberal sea precisamente Motril el distrito que tenga que cargar con el mochuelo. Motril necesita un hombre suficiente para que a la faz de la nación sea capaz de decir con entereza que Motril tiene derecho a una mejor vida a la que está soportando con beatífica resignación.

     Motril: date cuenta de la gravedad de las circunstancias y de que si por tu apatía y tu característica abulia desprecias esta ocasión preciosísima de poderte redimir, tardarás mucho tiempo en conseguirlo. Y  vosotros, despreocupados motrileños, habréis contraído una responsabilidad moral tan grande que cuando reflexionéis después sobre las consecuencias de vuestra inexplicable indiferencia, el remordimiento de conciencia os amargará seguramente la vida.

     Motrileños: Dios haga que este manifiesto sea la piscina en la que os podáis curar de vuestra parálisis. Motril, levántate y anda. Candidato el que vosotros digáis; pero Isidro, no, no y no. Antes yo que soy un tonto. Salud, paisanos. – Federico Ruiz Romero”.


                               (El Imparcial 12 de febrero de 1916) 


    Desde diferentes lugares, castigados históricamente con políticos cuneros y encasillados que no solían gozar del general beneplácito del cuerpo electoral, se piensa que el gesto del alcalde de Salobreña debía de extenderse:


    “Este es un documento escrito para toda España. En todos los pueblos puede ser leído. Con todos reza el cuento. El mal está muy extendido y roza ya caracteres de humillante dominación. Todos los alcaldes deben de suscribir este manifiesto, que es un chispazo suelto. El alcalde de Salobreña es un hombre formidable. Su nombre pasará a la historia como el alcalde de Móstoles, cuando se escriba el capítulo de la reconquista de la ciudadanía”.


      El caso sería aireado hasta en forma de verso:



     Un suelto sobre asuntos electorales publicado en el efímero periódico motrileño “El Clamor de la Verdad” en los días inmediatos al famoso manifiesto parece ser que fue el detonante de cierta trifulca callejera, disparos y heridos incluidos, sostenida entre partidarios del ex alcalde liberal y director del periódico, Florencio Moreu, con el banquero Francisco Moré de la Torre, arropado por algunos de sus empleados.


(18 de febrero de 1916)

     Los contendientes fueron detenidos tomando el juzgado cartas en el asunto. La prensa provincial paso de puntillas sobre tan espinoso asunto de pistolas en el que se hallaban implicados importantes apellidos de la ciudad costera.    

     Tal vez con el objeto de distraer la atención salta hasta sus páginas la noticia de un extraño avistamiento nocturno: 



    No hay que descartar la posibilidad de que pudiera tratarse del ofuscado candidato haciendo reconocimientos nocturnos con vistas a planificar un posible bombardeo de Salobreña (de octavillas).
    Todo indica que los herederos del banquero, armador e industrial Emilio Moré Auger, fallecido en 1905, eran opositores del oficialista Romero Civantos. 
    Cuando se produce la  proclamación de los candidatos aparece entre ellos el nombre de Juan Moré de la Torre (presidente de la Cámara de Comercio de la ciudad de Motril) junto al de Romero Civantos  y la resignada figura del diputado saliente, el conservador Sr. Márquez.

    Desde los centros de poder del partido liberal se intentó arreglar el nublado electoral de Motril ofreciéndosele a Moré acomodo en el vecino distrito de Albuñol. Terminaría rechazando la propuesta y concurriendo a aquel proceso por Motril con la etiqueta de Liberal Independiente.

     Las elecciones se celebraron el 9 de abril y de poco sirvió la osadía del nuevo político motrileño y el espoleo de la conciencia ciudadana promovida por el alcalde de Salobreña. Terminaría imponiéndose el candidato ministerial Isidro Romero Civantos, que obtendría  una cómoda victoria (4.594 votos obtenidos sobre un total de 6.592 ciudadanos que concurrieron a las urnas). Le siguió en número de votos el conservador Márquez y en último lugar Juan Moré.



    Los interventores del candidato independiente levantaron varias actas notariales por irregularidades detectadas en diferentes colegios de Motril que le servirían a Juan More de la Torre para protestar el acta. Las reclamaciones finalmente serían desestimadas.

   Ciertas heridas entre las huestes liberales quedaron abiertas, como podremos comprobar más adelante.

   La popularidad alcanzada por Sr. Romero Civantos a raíz del famoso manifiesto se convirtió en arma arrojadiza en manos de sus tradicionales adversarios electorales. El propio ex presidente del consejo de Ministros, el conservador Antonio Maura, que conoció el asunto de primera mano durante un viaje de incógnito que realizó a Granada durante el mes de abril para someterse a un tratamiento de aguas en el balneario de Lanjarón, lo refiere de manera algo sarcástica en una de sus conferencias:


    “Hace pocos días he visto, entre la vega de Motril y Salobreña, en plena zafra, brotando las riquezas de aquella vega fertilísima tener que vadear con borricos medio kilómetro de río, de rambla, claro cuando Dios quiere y las nieves lo consienten, para comunicar las plantaciones de caña con las fábricas. Gran extensión de terreno esterilizado, otra parte amenazada. En el encauzamiento, en el puente, no hay señales de que se piense, como no sea por la vía de la acusación contra la moruna desidia. ¡Se conoce que no habrá tenido influencia el diputado! (Risas)”.



1918: una reelección accidentada


    Romero Civantos inicia su campaña el día 12 de febrero con una fugaz visita a Vélez de Benaudallade paso hacía Motril. En esta última sus amigos políticos y comisiones llegadas de diferentes pueblos del distrito le dispensaron un cálido y efusivo recibimiento, preparándose los pormenores de la elección (el puchero) en casa de la viuda de su incondicional correligionario y ex alcalde Francisco Pérez Santiago, recientemente fallecido (calle Seijas Lozano).

    Al día siguiente se organiza una expedición con destino a las poblaciones de Salobreña y Almuñécar. Antes de llegar a Salobreña se vieron sorprendidos por una cuadrilla de hombres armados con escopetas, que invitaron a los distinguidos viajeros a que regresaran sobre sus pasos con amenazas de emprenderla a tiros.

    Copiamos textual: 


    “Después de tan agresiva y escandalosa amenaza la canallesca cuadrilla se retiro de la carretera.

     Cuando el Sr. Romero y sus acompañantes comentaban el suceso y resolvían si debían o no seguir el viaje, se presentó el alcalde de Salobreña, Don Manuel Ruiz, amigo del candidato.

     El alcalde ocupo un asiento en el coche del señor Romero Cibantos y continuaron hacia el pueblo, manifestando el señor Ruiz que nada ocurriría.

     Sin embargo, en un recodo del camino apareció nuevamente la cuadrilla apuntando con las escopetas.

     Al llegar al recodo el segundo de los carruajes hicieron fuego aquellos salvajes disparando infinidad de tiros y entablándose una verdadera batalla campal.

     El distinguido joven D. Luis Vinuesa, que formaba parte de la comitiva, resultó con dos heridas de arma de fuego, una en el brazo izquierdo y otra en el pecho.

    Uno de los caballos del carruaje quedo muerto en el lugar de la refriega.

     Los autores del escandaloso hecho se dieron a la fuga”.


(El Defensor de Granada 14 de febrero de 1918)

    Al frente de aquella cuadrilla de escopeteros se hallaba Paulino Ruíz Romero, hermano de aquel famoso alcalde autor del manifiesto de 1916, que sería finalmente detenido junto al resto de la cuadrilla. Ello explica que los disparos no se efectuaran sobre el primer coche en el que viajaba el candidato, ya que iba protegido por el propio padre del agresor, que sabedor de la trama orquestada había salido al encuentro de la expedición electoral con el fin de evitar el incidente:


    “El hijo del alcalde viendo a su padre en el primer coche, gritó a sus secuaces: ¡No tirar que va mi padre!


   ¿Qué intereses habría en juego como para que esta familia se hallara tan dividida políticamente?

     

Todo indica que el padre, Manuel Ruiz, era adicto a Romero Civantos, mientras que sus hijos, Federico (el del manifiesto de 1916) y Paulino (el escopetero) Ruiz Romero, ambos ex alcaldes, eran enconados enemigos del diputado encasillado. De lo publicado en la prensa se desprende que Federicohabía fallecido recientemente hallándose internado en el manicomio de Granada. ¿Pudieran haberle hecho la vida imposible y el hermano quiso vengarse? De momento, no disponemos de fuentes como para despejar la incógnita.

    Romero Civantos ganó con holgura aquellas elecciones. Una nueva crisis de gobierno propició el adelanto electoral para junio de 1919, recayendo el escaño hasta 1923 en manos de políticos conservadores locales pertenecientes a la oligarquía agrícola y financiera: Rafael Valderde Márquez y Ricardo Rojas Herrera

    En las elecciones de mayo de 1923 volvería Romero Civantosa ser proclamado diputado electo por el distrito de Motril con arreglo al artículo 29 de la Ley Electoral (proclamación sin elección).

     El golpe de estado protagonizado por el General Primo de Rivera en septiembre de ese mismo año 1923 ponía definitivamente fin a su carrera política y  afectada también a la profesional (cesado en el cargo de Fiscal del Tribunal de Cuentas del Reino).

    La llegada de Don Niceto Alcalá Zamora (de su pasada familia política) a la presidencia de la República Española en abril de 1931 la aprovecharía para ser nombrado Magistrado de la Sala de Justicia Militar del Tribunal Supremo. 


Nº 2: Isidro Romero Civantos
    En agosto de 1932 se encontraba entre los magistrados de la sala sexta del Tribunal Supremo a quienes se les encomendó el juicio sumarísimo de urgencia contra los promotores del levantamiento militar de Sevilla contra la República (Sanjurjada).

    Permanece en la carrera judicial hasta agosto de 1936 en que se decreta su jubilación en la Gaceta de la República. Desconocemos como le afecta la guerra civil. En 1943 se publica nuevamente su jubilación en el B.O.E. En 1947 aún vivía en la capital de España.


Ocurrencias motrileñas (Irritación de sotanas y una epidemia de almorranas).

    Las Cortes del Trienio Liberal (1820-1823) desarrollarán una nueva legislación socio-religiosa que se traduce en la supresión de las vinculaciones, la prohibición a la iglesia de adquirir bienes inmuebles, la reducción del diezmo, la supresión de la Compañía de Jesús y la reforma de las comunidades religiosas.

    Con respecto a este último aspecto se suprimieron algunos conventos, se  prohibió fundar nuevas casas religiosas y aceptar nuevos miembros, y al mismo tiempo, se facilitaban cien ducados a todos aquellos religiosos o monjas que deseasen abandonar su orden o congregación, es decir, exclaustrarse. Los bienes de los conventos suprimidos y las rentas de los que quedaban que fuesen superiores a lo preciso “para su decente subsistencia” debían pasar a cubrir las necesidades del crédito público.

    Estas medidas, como es lógico, situaron a los pertenecientes al clero regular entre los más enconados enemigos del liberalismo constitucional. Una buena muestra de ello la encontramos en un suceso ocurrido en la ciudad de Motril en el año 1822:



FRAILES CON PUÑALES


    En Motril, pueblo donde el servilismo está en todo su colmo, ha sucedido lo que hará reír é irritará al mismo tiempo á nuestros lectores.

    Con motivo de estar el cuartel del regimiento de Galicia muy inmediato al convento de nuestro P. S. Francisco, un sargento tuvo la humorada de entrarse en él en mangas de camisa para hacer una diligencia, la que concluida se puso a ver los cuadros y pinturas de los claustros; luego que lo vieron, salió un fraile y principió á gritar lo habían robado: con estos gritos apareció inmediatamente la santa comunidad armada de puñales, y mi pobre sargento que vio aquella escuadra de seráficos irritados, se preparó para morir; sin embargo trató de dar una satisfacción y hacerles ver que él no era el autor del robo, y les ofreció se quitaría la camisa y pantalones, única ropa que tenia puesta ; consiente en ello la comunidad seráfica, y después que se hubo despojado de su ropa, se le abalanzan los frailes como para darle una sotana; mas el sargento que vio que aquello iba malo, pudo deshacerse de entre aquellos sayones y corriendo se marchó a su cuartel;  hubo la suerte de que el centinela conoció al sargento a pesar que venía corriendo y en cueros, y le dejó entrar en el cuartel , mas detuvo con la bayoneta á un fraile que con un puñal le venía persiguiendo. El oficial de la guardia se contentó con apuntar el nombre del seráfico, y después los sargentos han tomado el asunto con el mayor calor.

    Esta ocurrencia se ha hecho demasiado pública tanto por lo escandaloso de ella, cuanto por haber sucedido en un convento que la opinión pública  se empeñó días hace en designar a sus reverendos frailes como serviles. Las autoridades política y militar es regular que no dejen de tomar consideración esta y otras ocurrencias que están sucediendo en Motril, pues de ello dependerá no sea necesario tener que ocupar dicha ciudad militarmente por el mal espíritu público que reina en ella; á lo que han contribuido en gran parte sus autoridades.

    Aquí tienen nuestros lectores una prueba del amor que profesan los frailes a los militares liberales, como sucede en el cuerpo de Galicia; y aquí se ve la mansedumbre, modestia y caridad que se ejercita en algunos claustros. ¿Cuánto valiera que el Jefe político de Granada visitase este convento y viese si tiene el número de individuos prevenido por la ley? Algunos esperaban que el gobierno  hubiese mandado que los muchísimos frailes que hay sobrantes y que no se ocupan en otra cosa que en pasearse y  tomar sendos polvos, hubiesen salido a hacer la siega, por el amor de Dios, en lugar de los provinciales que se han puesto sobre las armas. Entonces sí que habrían hecho una verdadera penitencia, útil para sus almas y para la patria; pero paciencia, nos hallamos en el siglo de las luces, y a proporción que estas se difundan, el fanatismo dejará de progresar, y cuando este no se conozca seremos felices (Plutón).



    (El Mensagero de Sevilla: 24/7/1822)


    Una segunda manifestación de furia clerical aflora en la ciudad de Motril en el año 1835 con los liberales nuevamente al frente de los designios de la nación. Juan Álvarez de Mendizábal, bien desde el cargo de ministro de Hacienda o presidiendo el Consejo de Ministros, inició la desamortización de los bienes y tierras eclesiásticas previa supresión de un buen número de las órdenes religiosas (clero regular).

   Tanto el ya referido convento de los franciscanos, puesto bajo la advocación de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora, como el de Nuestra Señora de la Victoria (religiosos Mininos de San Francisco de Paula) fueron suprimidos y sacadas sus propiedades a pública subasta.




    Son el R.P. Guardián del convento de San Francisco y su cuidada huerta, ubicada en terrenos de la fértil vega motrileña, quienes adquieren protagonismo en esta nueva ocurrencia aireada desde la prensa afín al liberalismo más comprometido:


    Las repetidas comunicaciones que nos remiten diferentes personas de la ciudad de Motril, haciéndonos presentes de los excesos que se advierten en ella nos han llamado la atención y puesto en el caso de dar a la luz pública, deseosos de que sean remediados aquellos abusos que por su trascendencia merezcan no quedar impunes. Entre los varios casos que nos citan no ha podido por menos que llenarnos de la mayor indignación el siguiente: En Motril ha sucedido el hecho siguiente:

     «El R. P. guardián de San Francisco, luego que tuvo noticia que se había expedido orden por esta junta para que desalojase el convento con los demás santos religiosos, dispuso tomasen posesión de la huerta de aquel convento una manada de carneros, la que empleándose en ella, no solo pastaron todas las legumbres sembradas, sino también destrozaron los arbustos de ella. Su reverencia quejoso (sin duda del poco mal que le habían hecho), tomó un hacha, y a este quiero, a este también, al otro lo mismo, y a ese otro ídem, enristró con todos los árboles dejándolos tendidos en el suelo, y en disposición de que no pudiesen servir sino para ser vendidos por leña, y no leña recia”.

 (El Eco del comercio: 23/10/1835)

   Ese mismo año de 1835 resultó afectada la ciudad de Motril por una curiosa y aprovechada “Epidemia de almorranas” atajada con eficacia por la autoridad competente sin necesidad del concurso de los profesionales de la medicina. Resultó suficiente con una simple inspección ocular:




     GRANADA 21 de febrero. Por lo que puede interesar a la salud pública debe ponerse en conocimiento de la provincia que la ciudad de Motril está infectada de almorranas, pues en el sorteo celebrado últimamente para el reemplazo del ejército se han eximido por esta enfermedad muchos individuos. Hay la circunstancia particular de que así como el cólera atacaba a las clases pobres en su primera invasión, este nuevo azote sólo persigue a las personas de algunas conveniencias; pero según noticias de la junta superior de agravios se trata de sofocar el germen de una plaga que pudiera inficionar otros pueblos, haciendo que se presenten en esta ciudad todos los mozos eximidos por aquel achaque, a fin de que se apliquen las medicinas concernientes al restablecimiento de su salud. Lo sensible en este negocio es, que los enfermos tendrán que dar a reconocer la parte achacosa, aunque sea con ofensa de su pudor.


(La Revista española: 27/2/1835)



Apuntes sobre la vida y obra de Antonio Monroy autor del “Cuadro de la Tormenta” que existió en la iglesia de San Benito de Porcuna (Jaén).

    Las noticias de las que disponemos sobre este desaparecido lienzo, del que no se conocen fotografías ni estampas, proceden de un artículo que bajo el título de “Tradiciones de Porcuna: El santuario de San Benito, el padre Galera y el cuadro de la tormenta” publicó Don Eugenio Molina, cronista de la ciudad, en el número 114 (01/06/1922) de »Don Lope de Sosa: crónica mensual de la provincia de Jaén”.


    En la nave del retablo se conserva un hermoso cuadro, algo craquelado por el tiempo, que recuerda al vecindario la horrible tempestad que descargó sobre este pueblo a mediados del siglo XVIII, y la milagrosa intervención de San Benito para calmar los enfurecidos elementos, por lo cual aquí se le denomina “El cuadro de la tormenta”.
    Este lienzo mide unos dos metros de ancho por tres y medio de alto y en él aparece en primer término el templo de San Benito, azotado por la tormenta; más arriba un caballero de Calatrava asido al manto de la Virgen y esgrimiendo una espada en la diestra, como para librarse del diablo que, al parecer, trata de acometerle; la imagen de la Virgen en el centro y la Santísima Trinidad, rodeada de ángeles, en la parte superior del cuadro, completan la pintura.


     La fecha de la ejecución y la responsabilidad artística del cuadro queda certificada en una cartela situada en su ángulo inferior izquierdo:


    “Año de 1788. Inventado y pintado por Antonio Monroy, natural y vecino de Baena, Profesor en todas tres Nobles Artes”.


    Cuando Enrique Romero de Torres visita la ciudad de Porcuna (sobre 1914-1915), al objeto de recabar fotografías y datos para ser incluidos en su Catálogo Monumental de la provincia de Jaén, forzosamente repara en este cuadro al que dedica una pequeña reseña en el texto final:

    “Hay una nave adosada, construida en el siglo XVIII, donde existe un bonito cuadro de grandes proporciones que representa el Martirio de San Benito, el cual está de rodillas, vestido con el hábito de la Orden de Calatrava y dos soldados romanos empuñando sus espadas y en actitud de segarle la cabeza al mártir.

    Esta firmado en un escudo que sostiene un ángel donde se lee una inscripción referente a la vida del Santo, por Antonio de Monroy natural de la Villa de Baena (provincia de Córdoba)”.


   Se aprecian sustanciales diferencias en la explicación de la composición que se bautiza como “Martirio de San Benito”. Creemos que éstas habría que atribuírselas a las prisas por poner fin a tan magno encargo, que además llevaba algo atrasado. Su paso por la ermita debió de ser bastante fugaz y de la famosa inscripción, en la que aparece el relato del milagro de la tormenta (pág. 181 y siguiente), tan sólo presta atención a la firma del autor, pudiéndose haberse redactado de memoria con posterioridad.

    No obstante no le pasa desapercibida la existencia en la iglesia de San Benito de otro cuadro de mérito, “un bonito cuadro que representa la Anunciación”, del que no tenemos noticia alguna, y también dispuso de tiempo suficiente como para que llegaran hasta sus oídos referencias aisladas sobre expolio artístico (generoso regalo) perpetrado por el obispo Victoriano Guisasola y Menéndez en la visita pastoral girada a Porcuna en el mes de abril del año 1899:

Más detalles sobre el dadivoso lote de regalo (aquí)

    Una vez realizada esta obligada introducción, sobradamente conocida por los amigos y aficionados a la historia local, se hace necesaria una introspección en la vida, obra y estilo de Antonio Monroy con el fin de intentar desentrañar la verdadera dimensión artística del lienzo al que nos venimos refiriendo

    El importante caudal de trabajos trasmitidos por eruditos e historiadores cordobeses del siglo XIX y principios del XX, nos posibilita la labor, a pesar de las limitaciones derivadas del escaso rigor y cuidado puesto por su discípulo, hijo y heredero en conservar la memoria de su padre.

     Antonio Monroy o Antonio María Monroy vino al mundo en la villa de Baena (Córdoba) a mediados del siglo XVIII y falleció en Córdoba sobre 1820-1823.  No se le conoce formación académica, de la sí pudo disfrutar su hijo Diego José Monroy y Aguilera (1786-1856)  que alcanzaría el éxito profesional, la celebridad y que gozó de una desahogada posición económica y social en la Córdoba de la primera mitad del XIX.

    Unas primeras referencias biográficas nos las proporciona Antonio Gutiérrez de los Ríosen un elogioso artículo dedicado al pintor Diego Monroy con motivo del éxito alcanzado por éste en la Exposición Nacional de Bellas Artes del año 1843 (cuadro de la Sacra Familia) y su posterior nombramiento como Caballero de la Orden de Carlos III. Apareció publicado en el Semanario Pintoresco Español (30 de junio de 1844);



(Grabado de La Sacra Familia publicado en Semanario Pintoresco)

    “Don Diego Monroy y Aguilera, nació en Baena provincia de Córdoba en el año 1790. Fueron sus padres el pintor D. Antonio María Monroy y Doña Juana Aguilera y Aguayo, de noble estirpe los dos, pero de modesta fortuna. La ilustrada piedad del Excmo. e Ilmo. Sr. Don Antonio Caballero, Obispo de Córdoba de venerada memoria, conoció la gran falta que en su Diócesis hacía un establecimiento en el que se enseñasen las matemáticas y el dibujo con la debida extensión y deseoso de remediarla determinó abrir en unas casas situadas a la inmediación d su palacio dos clases gratuitas de estas facultades, nombrando su pintor de Cámara y poniendo al frente de la segunda de ellas a don Antonio Monroy, que desempeñaba a la sazón su arte con general aceptación. La prematura muerte de Caballero impidió la apertura de la escuela, pero habiendo establecido Monroy una academia en su casa que llegó a ser frecuentada por muchos y muy aprovechados discípulos, entre ellos el insigne escultor Álvarez que tan glorioso renombre ha dejado por Europa; y en ella y bajo la dirección de su padre aprendió don Diego el diseño y los primeros rudimentos de pintura”.


   Se trata de unos apuntes biográficos adulterados a propósito por el propio Diego Monroy  como queda demostrado con las argumentaciones aportadas por José Antonio Vigara Zafra en un trabajo reciente: “La academia como paradigma del ascenso profesional: el caso del pintor Diego Monroy”.


  “El artículo de Antonio Gutiérrez de los Ríos no sólo tenía el visto bueno de Diego Monroy, sino que había sido el propio pintor quien le había dado los datos biográficos sobre su propia persona y la de su padre”.


     Se falsea la biografía de Antonio Monroy cuando se le relaciona con la proyectada escuela del Obispo Caballero y Góngora: “Monroy había buscado esa imagen porque le interesaba mucho más haber pertenecido a una institución de corte académico, que presentarse como un pintor cuyo aprendizaje inicial transcurrió en el taller de su padre bajo formulas gremiales”.

   El paso del afamado escultor neoclásico José Álvarez Cubero (1768-1827) por la academia de dibujo de Antonio Monroy, que arrastran sus biógrafos, también parece responder a ese mismo afán enaltecedor mostrado por su hijo Diego.

    Más ajustada a la realidad y clarificadora resulta la reseña que le dedica Rafael Ramírez de Arellano en su Diccionario Biográfico de Artistas de la provincia de Córdoba (1893):


    Monroy (DON ANTONIO): Pintor y escultor. Nació en Baena, de tan modesta familia, que según se dice, fue en su niñez peón de albañil. Ignoramos como, cuando y con quien aprendió a pintar, y solo sabemos de él cuando lo encontramos en Córdoba convertido en pintor notable. Murió en Córdoba y fue enterrado en el cementerio de la Salud. Respecto a las fechas de su nacimiento y su muerte, y acontecimientos notables de su vida, las ignoramos, pero podemos conjeturar con algún fundamento por los datos biográficos de su hijo. Este nació en 1790, y suponiendo que el padre tuviera 25 o 30 años, debió nacer por los años de 1760 a 1765. Su traslación a Córdoba debió de ser por los años de 1800 o poco más, puesto que Don Diego nació en Baena y vino a Córdoba muy joven; suponemos por tanto que no tuviera más de diez años. Respecto a su muerte debió de ser hacia el año 1820 a 1823. Don Francisco de Borja Pavón, nuestro querido y respetable amigo, recuerda que preguntando un día a don Diego datos biográficos de su padre, le dijo que los ignoraba, recordando sólo que era un viejecito acartonado que iba en el invierno por la calle con su capita cruzada sobre el pecho, sin embozarse nunca, y no sabía más. Es lástima que fuera el bueno de don Diego tan descuidado en conservar la fama de su padre, a quien nunca llegó a alcanzar como pintor.

     Al señor Pavón debemos el saber que don Antonio Monroy era escultor, pero desconocemos obra suya. En cuanto a la pintura, adolecía de los defectos de su época; era su color muy hermoso, quizá demasiado transparente, resultando algo vidrioso y falso; el dibujo correcto y la composición discreta. Para su época era uno de los mejores pintores andaluces.

   Continua con una relación de sus obras que posponemos para más tarde.
   Habida cuenta que Diego Monroy no nació en 1790 sino el 12 de Abril de 1786 (fecha bastante más fiable que introduce Francisco Valverde y Perales en su Historia de Baena) y que Antonio Monroy a la altura de de 1790 ya había traído al mundo un total de 10 hijos (de una carta suplicatoria en la que nos detendremos después), habría que retrotraer pues la conjetura de la fecha de su nacimiento. En una noticia sobre de los pintores que existían en la ciudad de Córdoba en 1804 (Archivo Municipal de Córdoba, tomada del trabajo de Vigara Zafra) encontramos censado a “Dn. Antonio Monroi, como de sincuenta años, sin oficial ni aprendiz”, lo que nos sirve para fijarla definitivamente en torno a 1850-1855.

    El oscurantismo de Diego Monroy en torno a la biografía de su padre parece estar relacionado con sus orígenes humildes (peón de albañil). Sorprende que entre los datos que le proporciona a Gutiérrez de los Ríos se omita el segundo apellido de su padre, que pudiera restarle credibilidad al origen linajudo que pretende atribuirle a sus progenitores (de noble estirpe los dos: Monroy, Aguilera, Aguayo).
    Creemos que su maestria (profesor en las tres nobles artes; pintura escultura y arquitectura), que aparece en la firma del “cuadro de la tormenta” de Porcuna (1788), la tuvo que adquirir desde niño al lado de algún maestro alarife y de los artesanos o artistas de los que éstos solían rodearse. Debieron de ser éstos quienes le aportaran y tutelaran en su progresivo dominio de la técnica del dibujo. Valverde Perales le atribuye participación en el diseño y dibujo de la sillería del coro de la parroquial de San Bartolomé de Baena.



  “Don Antonio Monroy, pintor improvisado de un pobre albañil, de haber tenido buenos profesores hubiera sido un artista singular, puesto que lo poco que queda de su mano es de lo mejor de su tiempo, tanto por el dibujo como por la composición y el color”(Rafael Ramírez de Arellano op. cit.).


   La vida de Antonio Monroy  hasta instalarse en Córdoba a finales del siglo XVIII  no estuvo exenta de las contrariedades y dificultades económicas propias de una actividad profesional condicionada por el mecenazgo. Así consta en una carta autógrafa fechada en Baena en marzo de 1790. Se trata de una especie de rogativa o suplicatoria dirigida a un ilustre personaje de sangre azul (Marqués), que por razones desconocidas parece retirarle repentinamente su protección:




    Señor:

    Nunca volviera a tomar la pluma para cansar a V.E. si en su carta de 5 de enero no me diera V.E. alguna esperanza; con bastante violencia lo hago pero mi extrema necesidad me impele a ello. También recelo si algún apasionado ha dado algún mal informe sobre mí, pues me ha parecido al ver el poco aprecio que V.E. ha hecho de la Obra ¿Cómo había yo de pensar que usted no había estimado una obra que por su particularidad merece estimación, pues no tengo noticia de que se haya hecho una semejante? No está el mas virtuoso libre de emulación. Este tiempo nos recuerda que grande es la malicia de los hombres, pues no saciaron su envidia hasta quitar la vida al Santo de los Santos, a la Summa Inocencia. Yo perdono de todo corazón a aquel que me haya hecho este agravio, y si sólo es imaginación mía me desligo de ello. Esta sospecha y más que todo mi Familia que se compone de diez Hijos y mi Esposa es quien me obliga a la plegaria, pues viéndome cercado y que no tengo más arbitrios que la Pintura para el sustento de doce personas, y que no se pagan las obras a razón porque lo ignoran y es poco lo que se ofrece de hacer, pues siendo esto así: ¿Cómo estará cercado mi corazón? Sólo Dios lo sabe.

    Excmo. Señor reflexiónelo V.E con su alta consideración para que su piedad se extienda a socorrer a un hombre de honor, que si V.E. quiere saber quién es poco le costará pedir informes al Vicario y Clero, y después a esta Ilustre Villa; y con su respuesta determinar. Es cuanto puedo decir.

    Perdone V.E. que le haya molestado y quede seguro de que no volveré a incomodarle.

    Me alegraré de la salud de V.E. y de mi señora Duquesa y demás señores. He rogado y rogaré a la Divª Majestad prospere su vida por dilatados años.



(Pares Portal de Archivos del Ministerio de Cultura)

    Resulta difícil encuadrarlo dentro de un estilo o escuela pictórica, mayormente porque su formación no fue académica y sólo se conservan algunas de sus obras, acompañadas de la incierta coletilla de “atribuidas”. Rafael Romero Barros en  un artículo publicado por el Diario de Córdoba (octubre de 1893) le define de la siguiente manera:


    “Antonio Monroy, recomendable pintor de la villa de Baena, seguía la escuela imperante a la sazón, introducida por Mengs y proseguida por Bayeu y Maella”.


OBRAS


   La historiografía cordobesa del XIX sólo se ocupa de su producción en la capital. Entre las páginas de los tres tomos de los Paseos por Córdoba de Teodomiro Ramírez de Arellano, editados entre 1873 y 1877, aparece recogida la práctica totalidad de su obra y su ubicación original. Nos serviremos ademas de otras fuentes complementarias.




PARROQUIA DE SAN PEDRO


  “Entre el altar de la Esperanza y la puerta, existe otro dedicado a las Animas, de construcción moderna y bella, con dos cuadros, un Jesús Crucificado y las ánimas al pie, obra de D. Antonio Monroy, y otro por cima, muy antiguo, con la Virgen de Belén”(Tomo II). Lo creemos desaparecido.


CONVENTO DE SANTA MARÍA DE GRACIA


    “En la cruz que forma esta iglesia hay dos buenos altares , modernos y de buen orden, con santo Domingo y Santa Catalina de Sena, teniendo otros cuatro, uno de ellos dedicado a la Virgen del Rosario, en el que se ve un buen cuadro, obra de D.Antonio Monroy” (Tomo I).


    Pudiera haber pasado a manos de anticuarios tras el rocambolesco asunto del progresivo y velado abandono al que se vio sometido este antiguo convento (siglo XV) para justificar su venta y posterior derribo (1974).


IGLESIA DEL COLEGIO DE SANTA VICTORIA


   “Un cuadro que está sobre el coro, que representa a San Joaquín y Santa Ana con la Virgen, pintado por D.Antonio Monroy” (Tomo III).

  “Sobre la reja del coro hay un cuadro apaisado que representa á la Virgen, San Joaquín y Santa Ana con bellos ángeles, de Don Antonio Monroy” (Indicador cordobés de Luis Mª Ramirez de las Casas Deza).

   Aparece citado en el decreto de inscripción del conjunto como Bien de Interés Cultural en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz (2010) ubicado en su lugar original y fechado en 1797.  No hemos sido capaces de localizar fotografía del mismo. Puede visionarse fugazmente pinchando aquí.


CATEDRAL


   “En la Catedral un San Antonio en un retablo del centro de la iglesia, que fue su última obra, está sin terminar y es seguramente de la más mérito de este profesor”(Apuntes sobre la historia de la pintura en general y particular de Córdoba por Manuel González Guevara publicado en 1869).
    

Tampoco disponemos de muestra gráfica. Desconocemos si llegó a terminarse y si pervive. Sería cuestión de pasearse entre los muros de la antigua mezquita aljama y museo catedralicio, o buscar entre los inventarios de las numerosas obras de arte allí recogidas.


RETABLO-ALTAR DE SAN RAFAEL (Calle Candelaria)


    Inaugurado en 1801 con una solemne función religiosa. Erigido con el dinero que aportaron varios devotos, como desagravio por cierta profanación que se había cometido con otra imagen que lució en el mismo lugar y, de camino, como demostración de gratitud de la ciudad a su Santo Custodio por haberla librado, una vez más, de la terrible epidemia.

    La imagen de San Rafael, así como la de los Santos Acisclo y Victoria que lo escoltan, fueron pintadas por Antonio Monroy, que por estas fechas parece haber superado la falta de encargos de la que se quejaba 10 años atrás en su carta.




   Este altar pudo salvarse de las disposiciones dictadas en 1841 por Angel Iznardi, jefe político de la provincia, para que desaparecieran las imágenes religiosas de las calles con el fin de evitar que fuesen objeto de irreverencias, merced a la intervención del escritor Modesto Lafuente, amigo íntimo de Iznardi.
   Por su permanente exposición a los agentes meteorológicos y anticlericales las pinturas se vieron sometidas a diferentes intervenciones a lo largo de su historia.

    Una primera tuvo lugar a finales del siglo XIX a cargo del profesor de dibujo del Seminario y párroco de San Francisco D. Manuel Torres y Torres, con el tiempo canónigo en Córdoba y Sevilla y obispo de Plasencia. No fue demasiado afortunada ya que consiguió desfigurar el rostro del Arcángel:

    “El pueblo, en su mayoría indocto en materias de arte, se lamentaba de que el San Rafael de la calle Candelaria no mirase a las personas que se detenían para rezarle, como las miraba antes de ser repintado” (de un artículo firmado por R.M. publicado en el Diario de Córdoba el 3 de marzo de 1921 abogando por su urgente restauración).



(Detalle de la postal de la casa Hausser y Menet, cuyo nº de serie nos permite datarla a principios del siglo XX, por lo tanto posterior a la citada restauración).

     En la noche del 1º de mayo de 1931 el cuadro de San Rafael resultó nuevamente dañado en el trascurso de una tumultuaria concentración callejera contraria a la reacción derechista.

    En 1933 se acomete una nueva restauración de la que fue responsable Rafael Romero de Torres y Pellicer (hijo del pintor Julio Romero), de cuya particular impronta como restaurador tenemos una buena muestra en Porcuna. Fue el encargado de restaurar brillantemente las pinturas murales laterales y el cuadro de San Juan Bautista que su padre realizó a principios del siglo XX para el nuevo templo parroquial.

    Tampoco debió de ser muy afortunada. En plena guerra civil española, por obra y gracia del insigne y sanguinario gobernador civil Don Bruno Ibáñez Gálvez, se ordena suprimir la huella de Antonio Monroy para que se ejecutaran pinturas de nuevo cuño. Tuvieron que resultarle relativamente baratas puesto que  el encargado de tal menester fue el joven artista, soldado de artillería en tiempo de guerra, Rafael Díaz Peno: “Realizó su trabajo en los ratos que le dejaba libre su deber militar” (De una jugosa y patriótica crónica de la reinaguración recogida por el Defensor de Córdoba de 15 de febrero de 1937).


ECCE HOMO


  “En la esquina que hay a la mediación de esta calle (del Poyo), estuvo colocado hasta 1841 un bonito Ecce-Homo, original de don Antonio Monroy, que se conserva en el oratorio del Sr. Cantarero”(Tomo II). Este no se salvó de las disposiciones de Iznardi. Su paradero actual incógnito.


MUSEO DE BELLAS ARTES


   Catalogado con el nº 48 del lote fundacional de cuadros con los que se creó el  Museo de Bellas Artes de Córdoba, inaugurado en 1862. Constituido por cuadros y otros objetos de artes almacenados en la Diputación desde la exclaustración de 1836, en cuya ordenación y catalogación intervino Diego Monroy.


   “Otro del pintor cordobés de últimos del siglo XVIII y principios del XIX, D.Antonio Monroy, discípulo de Maella, que representa a San Diego de Alcalá, que aunque de fría entonación, no carece de importancia por marcar el estado del arte en esa época” (Tomo II).



    En su ficha museográfica consta su procedencia (Convento de Santa Inés de Córdoba) y la descripción, mientras que la atribución se considera dudosa. En el mismo Portal Ceres de museos se le atribuyen aAntonio María Monroy un boceto previo de San Diego de Alcalá y un cuadro delÁngel de la guarda” (para ver pinchar sobre el mismo enlace anterior) no citado por la historiografía cordobesa.


     Por lo que respecta a obras fuera de la capital cordobesa, aparte del desaparecido “cuadro de la tormenta” de San Benito de Porcuna, responsable último de estas curiosidades, tenemos constancia de otra obra suya a través del blog de la Hermandad de Animas de la villa de Espejo. Heredera ésta de la antigua y arraigada cofradía de las Benditas Animas del Purgatorio, que a finales del siglo XVIII erige y dispone de capilla propia en la Parroquia de San Bartolomé. Además de los altares dedicados a Ntra. Señora de los Dolores y a las Benditas Animas, se levanta otro dedicado al Arcángel San Rafael, decorado con un hermoso lienzo del pintor Antonio Monroy (desaparecido). Imaginamos que la información procederá del archivo documental de la propia Cofradía. 



    De impresionante factura y recientemente restaurada es la es la pintura del “Milagro en la tentación de San Francisco”del Museo de Jaén, de claro estilo tardobarroco, atribuida también a Antonio María Monroy en base a datos encontrados en la documentación de la Comisión Provincial de Monumentos de los años 1845 y 1846.

     En un catálogo de obras de arte recientemente restauradas por la Dirección General de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid aparece un “San Torcuato” de Antonio María Monroy fechado en el año 1793 y alojado dentro de la iglesia parroquial de la Virgen de la Paloma (Madrid). Por la magnitud artística de la capital de España se ve que nadie se ha preocupado de hacerle una fotografía y colgarla en la red (lo hemos dejado por imposible). Se trata de la más cercana cronológicamente a la nuestra desaparecida. Se agradecería la colaboración de porcunenses residentes en la villa y corte.

   Si la fecha es veraz pertenecería al periodo en que tuvo su taller en Baena. Sorprende que sólo tengamos constancia de una obra en su pueblo natal (su ya referida intervención en el dibujo del coro de la parroquia de San Bartolomé).

   La última noticia sobre su labor artística la encontramos en el vecino y pintoresco pueblo de Zuheros. En 1788, el mismo año que pinta el “cuadro de la tormenta”, Antonio María Monroy, natural de Baena, profesor en pintura, arquitectura, escultura y dorado, recibe el encargo de dorar el retablo del altar mayor de la parroquia de Ntr. Sra. de los Remedios.


Retablo de la parroquia de Zuheros

Un poquito de Historia Ficción 


   Aproximadamente sobre 1930 el catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla, Don Diego Angulo Iñiguez, visita Porcuna y fotografía la Torre Nueva, el torreón de enfrente y cuanto de mérito histórico artístico encuentra en sus templos. Un total de 12 fotografias cuyos negativos se conservan en la fototeca – laboratorio de arte de su Universidad. Seguramente el visitante ilustre desistiría de fotografiar el «cuadro de la tormenta» de Monroy por hallarse éste, además de craquelado (1922), sucio y sumamente oscurecido por efecto de los procesos naturales de oxidación del barniz.

   De haberse sobrepuesto en 1936 al envite de las incultas y descontroladas hordas rojas “empeñadas en la destrucción de todo lo que signifique un atisbo de religiosidad, de arte o de historia” difícilmente se hubiera conservado sin una intervención rápida.

    El entrecomillado pertenece a un falangista ilustrado cuya identidad dejamos para otro momento.

    Ni iglesia católica ni autoridades del primer franquismo, con otras prioridades, se hubiesen embarcado en la restauración de un cuadro, que dejando aparte su valor simbólico y sentimental ligado a la religiosidad popular y al patronazgo local, no serían capaces de valorar en su justa medida. A lo sumo y en el tardofranquismo por intercesión de un influyente erudito local se podría haber puesto en manos de algún restaurador de poca monta.

    Para una restauración en condiciones se tendría que haber esperado al siglo XXI, trabajarse y ganarse previamente a las autoridades competentes en la materia (los del visto bueno).  Algo poco probable habida cuenta que tenemos en Porcuna un espectacular camarín barroco en la iglesia de Jesús Nazareno, a años luz en valor artístico, pidiendo a gritos una restauración urgente, que no llega, entre otras porque creemos que no se solicita.

EL ANTICLERICALISMO EN ACCIÓN: PORCUNA A FINALES DEL S.XIX.

     En el último tercio de siglo XIX nacen en nuestro país los primeros periódicos con una línea editorial claramente anticlerical; El Motín, fundado y dirigido por el periodista y escritor republicano federal José Nakens, y Las Dominicales del Libre Pensamiento, impulsado y dirigido por Ramón Chíes y Fernando Lozano “Demófilo”.

     Recuerden aquella aireada conversión del republicano y masón José Huertas Lozano y sobre cómo su retractación pública, acompañada de su ingreso en la Compañía de Jesús, fue aprovechada por la prensa ultra católica para arremeter contra quienes se habían convertido ya en su principal azote.

    A partir de 1884, coincidiendo con la reorganización del republicanismo histórico en Porcuna, empiezan a llegar a estas dos cabeceras noticias relacionadas con la localidad.


Las Dominicales 9 de marzo de 1884

     Se trata de hombres que en su mayoría ya integraron el comité local republicano federal en el año 1873.

     De entre sus filas debieron salir los primeros anónimos comunicantes encargados de airear una serie de noticias relacionadas con el clero local que los respectivos redactores se encargaban de preparar a su estilo.

     Una primera lanzada guarda relación con una capilla de música que asistía a los entierros de quienes pertenecieron en vida a la Cofradía del Carmen:



    “Existe en Porcuna una Cofradía llamada del Carmen, que tiene por costumbre acompañar con música los cadáveres de los hermanos desde su casa a la iglesia, y desde ésta, hasta la salida de la población.

    Mientras los cantores místicos se arrancan dentro por peteneras sagradas, para que en el cielo se enteren de que el difunto ha dejado unos cuartos (porque cuando es pobre no hay cánticos), y le abren de par en par las puertas, los músicos aguardan en la iglesia.

    El párroco, desinteresado como todos, exige a la cofradía cuatro duros por permitirles tocar; los hermanos, de quienes es la música, acuden al juez municipal en queja contra esta imposición, y el juez le da la razón al párroco.

   Aconsejo a los hermanos que apelen el fallo, y si fuese confirmado, que todo es posible en estos tiempos, renuncien a tocar en los entierros para que el cura no se lleve os cuartos, o celebren los entierros civilmente.

   Después de todo, los difuntos maldito si se enteran de las piezas que le van tocando por el camino, ni de si van cucarachas o no”.


(El Motín de 9 de septiembre de 1886)


     El proyecto de construcción del nuevo templo parroquial no se libra tampoco de la incisiva y socarrona crítica:


    “Los curitas de Porcuna andan trasteando las bolsas de los fieles para edificar una iglesia, y parece que les da resultado, pues pronto comenzarán las obras.

     Aplaudo la idea, porque más vale que los fanáticos gasten sus dineros en materiales de construcción que en fusiles.

     Aunque quizá tras lo uno venga lo otro”.


    (El Motín 1 de julio de 1888)


     No había pasado mucho tiempo desde que los sectores mas integristas del catolicismo español, entre ellos muchos procedentes del clero regular y secular, no dudaron en esgrimir las armas en defensa de la trilogía Dios, Patria y Rey, propia de los defensores de la causa carlista. Son los famosos frailes y curas trabucaires, que no se libran de la caricatura satírica de El Motín. 


    La famosa fórmula de la “perra gorda”, ideada por el Padre Tarín para sufragar las obras del nuevo templo, no gozó del beneplácito general de la ciudadanía de Porcuna. Algunos disconformes llevan sus quejas hasta el órgano de prensa oficial del partido liberal dinástico:


   “De Porcuna (Jaén) nos escriben denunciando el hecho de haberse constituido una Junta, la cual, arrogándose facultades que no se sabe quien las haya concedido, está cobrando, en perjuicio del comercio, un impuesto de diez céntimos con que se grava toda medida de cereales, aceites, etcétera, con el objeto de edificar una iglesia”.


(El Liberal 4 de septiembre de 1893)


    En 1891 se publica en Las Dominicales la constitución en Porcuna de un nuevo comité republicano, esta vez adherido a la fórmula coalicionista por la que se decantan algunas familias del republicanismo de cara a su participación en las contiendas electorales:


Las Dominicales 10 de enero de 1891

     Como presidente honorario figura Victoriano Rivera Romero, veterano catedrático de retórica y director durante algunos años del Instituto Provincial de Córdoba. Este señor se hallaba vinculado a Porcuna por lazos familiares (a desentrañar en entrada aparte). Gran amante de las antigüedades, fue correspondiente en Córdoba de la Real Academia de la Historia  y estudioso de algunas lápidas antiguas halladas en Porcuna. Durante los últimos años de su vida fue concejal del Ayuntamiento de Córdoba por la minoría republicana coalicionista.

    Como presidente efectivo aparece el médico Sixto Sebastián, padre de Cesar y Emilio Sebastián González. Llama la atención la presencia de un individuo con los mismos apellidos que don Eugenio Molina, posiblemente hermano, situado ideológica y políticamente en las antípodas que éste. Algunos de los vocales aparecen como suscriptores o en la correspondencia administrativa de Las Dominicales del Librepensamiento, de cuyos posicionamientos laicistas o anticlericales no tienen porqué ser partícipes necesariamente los anteriormente nominados.



    En una nueva cuña de corte anticlerical publicada en octubre de 1891 trasciende el nombre del corresponsal local de las Dominicales:


    “Mi amigo Antonio Zarza, corresponsal de Las Dominicales en Porcuna, me escribe entusiasmado para contarme que el cura de aquella feligresía, en vista del vuelo que allí va tomando el librepensamiento con la venta de mi excomulgado y querido semanario, está que echa maldiciones hasta por los callos y durezas de los pies contra el bueno y activo expendedor de la regeneradora medicina anticlerical.

     Felicito a mi amigo Zarza y felicito también al cura, porque si buenas desazones le causo con mis burletas, buenas martingalas se trae con sus ovejas; pues, si no estoy equivocado, nada menos que 13.000 reales las ha trasquilado en rifa por un mal retrato de Jesús Nazareno, en los mismos días y en los propios meses que el hospital de Porcuna no puede recibir ni atender a los enfermos por falta de dinero.

     ¡Y váyase lo uno con lo otro! Quiero decir la desazón del cura con Zarza, por la martingala de la rifa”.




    No conocemos el número de ejemplares del semanario impío que llegaban hasta Porcuna, lo que nos impide hacernos una idea de la verdadera dimensión de estas corrientes anticlericales y librepensadoras en la localidad.

    Muy posiblemente el nombre del corresponsal e informante sea ficticio, a fin de evitarsele represalias al verdadero. Su distribución, imaginamos, se haría con grandes dosis de sigilo y prudencia. Casi seguro que, motivados por esas filtraciones a las que Demófilo o cualquier otro redactor sabían ponerle su particular toque irónico y burlesco, la maquinaria de caza y captura del intrépido chivato tuvo que estar operativa entre los sectores más reaccionarios de la sociedad local.

    Aunque éste no parece achantarse. Con un par de años de por medio el corresponsal de Las Dominicales vuelve a ser protagonista de otra burla. Se trata de un suceso acaecido el 1ª de Mayo de 1893, que no guarda relación con manifestación obrera alguna, sino con un rayo que penetró por las ventanas de la Iglesia de San Francisco, utilizada como parroquia mientras se construía el nuevo templo:


    “El 1º de mayo hubo tormenta en Porcuna, y el único rayo que de si arrojaron las nubes se metió en la iglesia donde chamusco un San Francisco de lienzo y destrozó el coro.

     La casa del corresponsal de Las Dominicales en Porcuna, sin novedad ¿Qué dicen de esto los cleripopótamos porcunenses, que embaucan a las gentes explicándoles los efectos del rayo como castigos de los cielos?

    No lo sé. Lo que dije yo es que al que escupe a lo alto, en el rostro le cae la saliva”.


     A partir de 1894, a la par que las huestes republicanas locales entraban en un largo periodo de crisis del que no saldrían hasta bien entrada la primera década del siglo XX, el nombre de Porcuna desaparece de estas publicaciones. Muy posiblemente aquel pequeño grupo de simpatizantes del librepensamiento terminaría sucumbiendo ante el vacío y las presiones del clericalismo. 

     Quedan emplazados para una próxima entrada centrada en las primeras décadas del siglo XX, en la que los encargados de librar batalla contra el clericalismo saldrán mayormente de entre las filas de la Agrupación Socialista local y su filial sindical Paz y Libertad.

    Prácticamente imposible verificar hoy la mayoría de los extremos denunciados, por lo que el autor de este lió no se hace responsable de las burlas y opiniones vertidas por Zarza, Nekens, Chies, Lozano y otros comecuras de la misma ralea.



VALES Y PAPEL MONEDA DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA


PORCUNA (Jaén)

    

Cuando la columna del Tte. Coronel Redondo y demás tropas del ejército rebelde tomaron la ciudad de Porcuna el 1 de enero de 1937 se encontraron con un importante alijo de billetes locales, emitidos por el Comité del Frente Popular. La emisión, aunque lleva fecha de 1º de septiembre de 1936, parece ser que no llegó a entrar en circulación. Fueron abandonados a su suerte por quienes tuvieron que salir precipitadamente de la población. Localizados en el Ayuntamiento debieron repartírselos como trofeo entre los integrantes de aquella fuerza ocupante.


    A los pocos días, un anónimo redactor de prensa al servicio de la causa propagandista de F.E. de las J.O.N.S, repara con asombro en los mismos y ridiculiza, con  importantes dosis de bellaquería e ignorancia, su reciente descubrimiento: 

    
   “Ayer tuvimos la ocasión de ver y palpar, una peseta y una “chica abisinia”.

    Pero no se sonrían los maliciosos mal pensados, porque esa chica a que nos referimos no es ni más ni menos que una moneda roja de cero cinco, procedente del Frente Popular de Porcuna; se trata, pues, de una “perra chica”.


    Un cuadradito de cartulina azul de el tamaño de un sello de correos, en la que impreso en un recuadro se lee cinco céntimos.

    ¡Cómo está el patio!



    La peseta ya es otra cosa, porque es en un papel que tiene hasta su litografía y todo, con esta pomposa inscripción: Frente Popular de Porcuna; Vale por una peseta.
    Y debajo, tres firmas con su correspondiente “garañato” por rúbrica de otros tantos analfabetos.
    Claro que este papel moneda de Porcuna está sobradamente garantizado y así lo manifiesta en el reverso.


    Y la garantía es la recolección de la próxima cosecha de la que se han incautado los rojos de aquel país sin tener en cuenta que puede venir algún pedrisco, y ¡adiós cosecha!

    Menos mal que se cuidan de advertir que aquel dinero no circula más que en aquella dichosa región.

    ¡Toma, no! Prueben con él a comprar algunos calcetines o cintas bicolores en la casa de los “fenicios” que nosotros conocemos por acá y verán a donde los mandan”.


   En Porcuna, además de esa perra chica acartonada de la que no ha llegado muestra alguna a nuestros días, al menos nosotros no la conocemos, se emitieron billetes por valor de 1, 2, 5 y 25 pesetas en diversas tintas.



    Las firmas que aparecen estampadas en su anverso no son precisamente “garañatos” o garabatos de analfabetos. Se corresponden con las del Alcalde Presidente del Frente Popular, Rafael Montilla (un obrero autodidacta con un considerable nivel de instrucción y que llegó a ejercer como maestro en la escuela instalada en la Casa del Pueblo), y la de dos funcionarios municipales que optaron por mantenerse fieles a la legalidad: el Depositario Manuel Cañete Romero y el Contador, que no hemos sido capaces de identificar.


    No se tratan de emisiones caprichosas, sino que responden a las circunstancias excepcionales de la economía de guerra.

    Desde un primer momento se produce un generalizado afán de acaparamiento, especialmente entre las monedas de plata, que hizo desaparecer y escasear la moneda fraccionaria. Este hecho dificultaba o imposibilitaba las pequeñas transacciones entre las personas. La situación empeora cuando, por necesidades del conflicto, las monedas de cobre, acuñadas durante la república,  fueron recogidas y destinadas a la fundición para fabricar material de guerra.

    A tal escasez contribuyeron también algunas medidas del gobierno republicano, que en octubre de 1936, ante la necesidad de divisas para mantener la maquinaria de guerra, dispuso la retirada de las monedas de plata de 5 y 10 pesetas que fueron sustituidas por billetes.

    Durante esos primeros momentos de desconcierto, las emisiones locales de papel moneda son autorizadas por el gobierno ante la acuciante necesidad. Las de Porcuna estaban respaldadas por las fincas incautadas y los bienes almacenados procedentes de las mismas, más los añadidos de futuras recolecciones.

    Hasta en algunos territorios del bando nacional, desde el que se ridiculizaba la formula roja, tuvieron que recurrir a ella de manera provisional.



    La oferta de billetes locales es abundante en las páginas dedicadas a la venta de objetos de coleccionismo. Los de Porcuna, en concreto, aparecen ofertados en sus diferentes valores a unos precios relativamente asequibles.

    Aquí es donde entra en juego la suspicacia ante la pillería típica de este mundillo. Con las tecnologías actuales no tiene que ser demasiado difícil reproducir aquellas impresiones y colocarlas en el mercado con la coletilla de “sin circular”.

   Algunos pillos elevan al incauto comprador a la categoría de tonto. Con unos motivos tipográficos prácticamente idénticos se ofrecen series completas, cual si fueran pliegos de sellos, con valores que oscilan entre los 2 y 50 céntimos:



   El fraude resulta más que evidente en la siguiente comparativa. Recorte de un pliego con idénticos valores asignado a otra ciudad:




MOTRIL (Granada)



    En la ciudad de Motril al principio se utilizaron los vales al portador propios de los ensayos colectivistas, que ante el abuso, fueron sustituidos a finales de agosto por la puesta en circulación de una emisión de papel moneda local. El Comité Central Permanente dejaba caer la siguiente advertencia en la prensa local:


   “El papel moneda emitido es una cosa decidida y los comerciantes, vendedores ambulantes, industriales, etc, tienen la obligación de tomarla en evitación de medidas que seríamos los primeros en lamentar”.


 (El Faro Rojo de 1 de septiembre de 1936)


    Por su ámbito de circulación estrictamente local se producían situaciones paradójicas como las recogidas del siguiente testimonio oral:


   “Teníamos una cantidad de leche que no podía ser consumida aquí y que no podíamos llevarla a otro sitio, mientras que los huevos que nos faltaban y que tenían de sobra en el pueblo de al lado, no los podíamos comprar porque el dinero no valía… fue una situación catastrófica”.


   Ambas referencias proceden del libro de Mario López Martínez /Rafael Gil Bracero: Motril en Guerra. De la Republica al franquismo. La utopía revolucionaria. Colección Ingenio, 1997.



    Los billetes de Motril estuvieron en circulación hasta febrero de 1937 cuando la ciudad resulta ocupada por el ejército nacional. Son abundantes y con valores comprendidos entre los 5 céntimos y las 25 pesetas. No se libra tampoco esta población de la burda falsificación. Dos muestras diferentes:





CASTRO DEL RÍO (Córdoba)



   La tomadura de pelo de mayor envergadura se corresponde con esa otra población objeto de este espacio, Castro del Río.

   En esta localidad cordobesa, con claro predominio de las fuerzas anarcosindicalistas, se vivió una efímera experiencia colectivista durante los dos meses que permaneció bajo control de las fuerzas políticas y sindicales de izquierda. Se abolió el dinero y funcionó su economía con vales canjeables.  


     El austriaco Franz Borkenau, durante su periplo viajero por la España republicana, nos ha dejado un testimonio, creemos que algo idealizado, inexacto y exagerado, sobre aquella experiencia colectivista:

    

   «Castro del Río, un pueblo andaluz típicamente populoso y maldito, es uno de los más viejos centros anarquistas de Andalucía. Su grupo CNT tiene ya veintiséis años de existencia y, desde la derrota de la guardia civil en Castro, los anarquistas son la única organización existente… Los insurgentes, cuyas lineas principales corren a unas millas de la aldea, la han atacado desde entonces por dos veces sin éxito. Todas las entradas estaban fuertemente custodiadas y cerradas por barreras, con capacidad técnica bastante fuera de lo común. Esto había dado tiempo a los anarquistas locales de introducir su edén anarquista el cual, en más de un aspecto, se parece bastante al introducido por los anabaptistas en Munster en 1534.

   El punto más notable del régimen anarquista en Castro es la abolición del dinero. El intercambio monetario ha sido suprimido; la producción ha sufrido muy pocos cambios. Las tierras de Castro pertenecían a tres de los más grandes magnates españoles; todos ellos, ausentes por supuesto, han sido expropiadas. El ayuntamiento local no se ha fundido con el comité, como en el resto de Andalucía, sino que ha sido disuelto, el comité ha tomado su lugar y ha creado una especie de sistema soviético. Se ha apoderado de las tierras y las administra. Estas no han sido inteqradas, sino que se las sigue trabajando por separado, contando con los mismos obreros empleados antes en ellas. Los salarios han sido suprimidos. Sería incorrecto decir que han sido sustituidos por una paga en especie. No existe paga de ninguna clase; las tiendas del pueblo alimentan directamente a los habitantes.

   Organizados bajo este sistema el aprovisionamiento de la aldea es de la peor clase; podría aventurarme a decir que es más pobre de lo que pueda haber sido jamás antes, aun teniendo en cuenta las desgraciadas condiciones en las que los braceros andaluces se ven obligados a vivir. El pueblo tiene la suerte de cultivar no solo aceitunas, como sucede con otros muchos pueblos parecidos, sino también trigo; así que al menos hay pan. Posee además grandes rebaños de ovejas, expropiados junto a las fincas, y eso brinda alguna carne. Y todavía cuentan con una tienda de cigarrillos. Eso es todo. En vano intenté tomar alguna bebida, fuese ésta café, vino o limonada. Las tabernas de la aldea habían sido cerradas ya que las consideraban un comercio nefasto. Di un vistazo a las tiendas. Sus depósitos eran tan reducidos, que podía predecirse una próxima hambruna. Pero los habitantes parecían estar orgullosos de este estado de cosas. Estaban complacidos, como ellos mismos nos dijeron, de que hubiese cesado el consumo de café; contemplaban esta abolición de cosas inútiles como una mejora moral, Las pocas comodidades que necesitaban venidas de fuera, principalmente ropa, pensaban obtenerlas del trueque directo de sus excedentes de aceitunas (para lo cual, sin embargo, ningún arreglo había sido concertado). Su odio hacia las clases superiores era mucho más moral que económico. No querían tener acceso a la buena vida de aquellos a quienes habían expropiado, sino liberarse de sus lujos, que a sus ojos eran otros tantos vicios. Su concepto del nuevo orden que debía prevalecer era totalmente ascético”.


    Procedentes del Archivo Histórico Municipal de Castro del Río conservamos unas fotocopias de seis vales emitidos por una Junta Reguladora de Trabajo, posteriores todos al 6 de septiembre de 1936 en que Borkenau visita Castro del Río. Su máximo responsable parece ser el abogado Manuel Castro Merino(Unión Republicana), cuya firma aparece estampada en todos y cada uno de ellos.





    Su destinatario un Taller de Herrería Colectivizado, que, según consta en los mismos, estaba obligado a conservarlos como justificante de los trabajos realizados. Sólo en uno aparece el sello del Comité Local del Frente Popular, otro no lleva sello y en el resto con el del Ayuntamiento Republicano. Debieron ser utilizados como prueba inculpatoria contra Manuel Castro en el juicio sumarísimo del que saldría su condena a muerte.

    Aunque con predominio de las huestes anarquistas, de aquel improvisado sistema económico participaron el resto de las fuerzas políticas responsables del triunfo de la candidatura del Frente Popular en las elecciones de Febrero de 1936, cuyo Ayuntamiento se hallaba en suspenso y sustituido por un Delegado Gubernativo al iniciarse la guerra, constituidas a partir del 18 de julio en Comité Revolucionario.    


    El falsificador fraudulento aquí llega a rizar el rizo. En su afán de rentabilizar sus tiradas emite unos cartones moneda, que en los lugares ribereños como Castro del Río o la barriada cordobesa de Alcolea, para hacerlos más vistosos, los remata con cabezas de pato en el centro de la circunferencia. Llevan fecha de 1937 cuando Castro ya se hallaba en zona nacional, mientras que Alcolea lo estuvo prácticamente desde el principio. ¡De juzgado de guardia!



INGENIERO DAMIAN QUERO (2ª PARTE Y FINAL)

    Como ya anunciábamos, en el año 1876 el ingeniero Damián Quero Díaz y familia, después de aquella larga e insalubre experiencia colonial, fija su residencia en Córdoba cuando entra a formar parte de la plantilla de la Jefatura Provincial de Obras Públicas, su nuevo destino profesional.


MILITANCIA MASÓNICA

     Las noticias sobre su pertenencia la Masonería nos las proporciona el libro sobre la Masonería en Córdoba, del que ya tomamos su retrato. 



     En el cuadro de la Logia Estrella Flamígerade la capital cordobesa, cuyos orígenes se remontan al año 1871, encontramos al ingeniero Damián Quero con grado 13º y nombre simbólico “Pelagio” en el año de 1876, prácticamente coincidiendo con su establecimiento en la ciudad de Córdoba. Su grado nos invita a pensar que pudiera ya venir iniciado del archipiélago filipino. El principio de ayuda mutua, por el que se rige la masonería, le tuvo que resultar bastante útil a la hora de darse a conocer e introducirse en la sociedad cordobesa.

      De su puño y letra, perfectamente reconocible por su espectacular caligrafía, es  una plancha emitida el 8 de diciembre de 1876 por la Aug. y Resp. Log. Estrella Flamígera núm. 102 regularmente constituida en el Valle de Córdoba bajo los auspicios del Gr. Or. Lusitano Unido, dirigida a la masonería universal manifestando su opinión sobre la guerra que venía desarrollándose en los Balcanes desde 1875. Damián Quero presidió la comisión encargada de su redacción, en la que se hace un análisis del conflicto en base a los principios masónicos del pacifismo y la neutralidad.



    Aparece incluida como anexo documental dentro del libro de la Masonería en Córdoba, siendo el verdadero origen de estos documentos el por entonces A.H.N. de Salamanca, hoy Centro Documental de la Memoria Histórica, a donde fueron a parar muchos de los papeles emanados por la masonería española al ser puestos a disposición del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo, que tuvo su sede en aquella ciudad castellana.


    Durante ese mismo año de 1876, el de su ingreso en la Log. Estrella Flamígera, trasciende a través de la prensa cordobesa esa vocación propia de la masonería de involucrarse en cuestiones educativas y filantrópicas:


     “Fomento de la Enseñanza.- Se ha presentado al Sr. Gobernador para su aprobación el Reglamento que ha de regir una sociedad bienhechora que llevará por título el epígrafe, y que tiene por objeto dar segunda enseñanza gratuita hasta el bachillerato a algunos niños pobres, procedentes de las escuelas gratuitas de esta capital, en las que deberán haber obtenido la nota de sobresaliente. Forman parte de la Junta los señores D. José Abela, D. Juan Velasco, D. Eduardo Solier, D. Damián Quero, D. Francisco González Candelbac, D. José Sánchez, D. Guillermo Poole, D. Antonio Caro Fresneda, D. Bonifacio Campos y D. Manuel Martín”.


(Diario de Córdoba 31 de agosto de 1876)


     

    La práctica totalidad de los relacionados aparecen en los cuadros de las logias cordobesas Estrella Flamígera y Patricia, aunque con claro predomino de la primera. No debió ser autorizada pues no volvemos a tener noticias sobre ella. La mayoría de los integrantes de este activo y laborioso grupo de masones cordobeses se hallaban también relacionados con la Sociedad Económica de Amigos del País de Córdoba. Se trata de hombres proyectados social y profesionalmente durante el extinguido régimen republicano. 
    
     Figura el nombre del Venerable Maestro de la Logia Estrella Flamígera, el pintor, escenógrafo y decorador Francisco González Candelbac, que dejó su particular impronta artística en el edificio del Gran Teatro inaugurado en 1873.

     Algunos con el tiempo, a medida que prosperan con éxito en sus respectivos negocios, evolucionan hacia posicionamientos conservadores. Es el caso del industrial Antonio Caro Fresneda (Fundición de la Merced) que llegó a ser una figura destacada en las filas del Partido Conservador en la capital cordobesa tras su etapa de militancia masónica y republicana. Otro caso similar es el del sombrerero e industrial José Sánchez Muñoz (1845-1919), heredero de José Sánchez Peña, también iniciado en política en las filas del Partido Republicano Federal, y con el tiempo llegaría a ser varias veces concejal y teniente de Alcalde por el Partido Conservador.



    Al año 1877 se corresponde un extenso trabajo periodístico firmado por Damián Quero, que apareció publicado en el Diario de Córdoba, titulado  “Un Pensamiento Benéfico”, en el que aflora la típica filantropía que inspira a la masonería.

     Se trata de un artículo de divulgación social sobre una experiencia cooperativa puesta en marcha en Madrid por un cordobés llamado Rafael Saldaña “cuya realización ha de producir en breve tiempo una transformación en la actual manera de ser de la clase menesterosa y desvalida”.

     Entre las pretensiones de la Cooperativa “El Porvenir”, por cuya extensión apostaba Damián Quero con su proselitismo, se hallaba la de:


    “Sustituir las viviendas miserables y malsanas en las que se aglomera la familia del infeliz bracero, sufriendo todo género de molestias y enfermedades, por una habitación sola e independiente, extensa y ventilada. Mediante un alquiler fabulosamente exiguo, que por medios indirectos llega a reintegrarse, facilitarle gratuitamente los elementos más amplios posibles para que pueda educar a sus hijos y darles la instrucción científica y práctica necesaria, a fin de formar excelentes obreros en las diferentes industrias, como fin principal”.


    Tras desarrollar detalladamente todos los pormenores para conseguir hacer viable tan utópico proyecto, concluye con la obligada referencia a la necesidad de transportarlo hasta Córdoba:


     “Esperamos que el director de la empresa, nuestro ilustrado amigo, que al hacer extensiva la realización de su fecunda y filantrópica idea a las principales capitales de España no se olvide de su ciudad natal, donde hasta hoy nada se ha llevado a cabo para sacar del abismo de ignorancia y miseria en que yacen sepultadas las clases proletarias”.


(Diario de Córdoba 17 de julio de 1877)


     El tal Rafael Saldaña debe ser el hermano de su correligionario y amigo, también masón, el diputado por el distrito de Montilla en las Cortes de la I Republica, don Ramón Saldaña y Álvarez.

     Es la única colaboración suya que hemos sido capaces de localizar en la prensa de la época, y desconocemos el impacto que pidieran haber causado sus denuncias en el seno de la estamental sociedad cordobesa.

     Para 1883, cuando la logia Estrella Flamígera de dio de baja en el Gran Oriente Lusitano Unido  para regirse por la obediencia del Gran Oriente Español, creemos que Damián Quero ya no debía de pertenecer a la misma (lo argumentaremos más tarde).


MILITANCIA REPUBLICANA



    Los años del Sexenio Democrático en España, durante los cuales se operan importantes transformaciones políticas en nuestro país, los vivió Damián Quero en su destino colonial. 
    Desconocemos hasta qué punto los postulados ideológicos democrático-republicanos profesados por  su hermano José pudieran haberle influido.
    En 1881, tras seis años de gobierno conservador, Alfonso XII puso al frente de los destinos de la nación a Práxedes Mateo Sagasta. Era la primera vez, que de forma pacífica, llegaba al poder un partido heredero del viejo progresismo liberal.

    Dentro de un nuevo marco de libertades se reorganiza el movimiento obrero y las diferentes familias del republicanismo.

    Los republicanos históricos federales cordobeses en noviembre de 1882 eligen comité local y provincial con vistas a retomar su pasada actividad política. En aquella embrionaria organización participó el ingeniero Damián Quero que resultara elegido para formar parte de ambos. Labora al lado de históricos como Ángel de Torres o Ramón Saldaña, ambos masones, o los ya referidos Antonio Caro y Rafael Sánchez. 


Diario de Córdoba (20 de noviembre de 1882)

    Por su condición de funcionario público se mantuvo siempre en un segundo plano. Lo publicado en El Nuevo Régimen a su muerte nos sirve para hacernos una idea sobre cómo vivió la política:


   “En política fue invariable. No abandonó nunca la democracia, la federación, ni la republica; no tuvo nunca veleidades dentro de su partido. Era hombre ajeno a toda ambición política, a quien no movían sino sus ideas y el amor a la patria”.


    Prueba de ello es que en la mayoría de las cabeceras de prensa afines a sus ideas podemos encontrar su nombre entre los suscriptores, así como participando en las típicas cuestaciones. Sirva de ejemplo la realizada por La República en el año 1.888 en favor de una Asociación Benéfica encargada de socorrer a los presos y emigrados políticos republicanos:




CULTURA Y SOCIEDAD




    En octubre del año 1879 participa en un ciclo de conferencias agrícolas organizado en Córdoba, impartido por Ingenieros en sus diferentes ramas, profesores y catedráticos de la Escuela de Veterinaria, del Instituto y de la Normal de Maestros. El tema desarrollado por Damián Quero fue “La Arquitectura rural”.

    En 1881 formaba parte, como vicepresidente, de la Junta Directiva del Centro Industrial en cuyos locales celebraba sus reuniones y actos públicos un recién nacido Ateneo de Córdoba. Integrado en el mismo dentro de la Sección de Ciencias exactas, físicas y naturales.

    Durante los años 1883 y 1884 formó parte de la Junta Directiva del elitista y aristocrático Circulo de la Amistad de Córdoba. Suponemos que por estas fechas ya había dejado atrás su militancia masónica.

    Ya había adquirido cierto prestigio a nivel social, por lo que lo mismo le encontramos actuando como jurado en los tradicionales concursos hípicos, en las típicas muestras de ganado y maquinaria o como responsable a la hora de dictaminar los premios en los certámenes científico-literarios.


OBRAS PÚBLICAS


    Exceptuando un corto destino provisional en la provincia de Almería (1883), el grueso de su carrera transcurre en la Jefatura Provincial de Obras Públicas de Córdoba, como Ingeniero Jefe desde 1887 hasta su fallecimiento en 1889.

    Tuvieron que ser innumerables los proyectos en los que se estampara su firma.



     Entre los de mayor envergadura podemos citar el de la desviación de la carretera Madrid-Cádiz a su paso por la capital cordobesa, con un nuevo trazado entre la Cruz del Rastro y el Puente Mayor sobre el Guadalquivir, que llevaba aparejada la prolongación del famoso Murallón de la Ribera. Se realizaron algunas expropiaciones y se iniciaron los trabajos en 1890, que quedaron pronto interrumpidos por falta de liquidez.
    Su obra llega hasta los mas remotos lugares de la provincia:


Cuesta de la Traición (Ctra. Córdoba-Villaviciosa)

Paseo de la Cruz (Espiel)

Alcantarillado en Espiel


LA FAMILIA


     Por la notoriedad alcanzada en el seno de la sociedad cordobesa la prensa se hará eco de todos aquellos acontecimientos relacionados con su familia.

     

Especialmente doloroso tuvo que ser el año 1892 durante el cual se produce el fallecimiento de su madre en Porcuna (31 de mayo) y el de sus hermanos Francisco y José, que dejaron de existir los días 25 y 28 de agosto, en Lopera y Porcuna respectivamente.

     Se le conocen cinco hijos varones: Luis, Juan, Carlos, Fernando y Eduardo. Sobre Juan no han trascendido noticias, y muy posiblemente falleciera joven durante su estancia Filipinas.

     Luis, el primogénito, había nacido en Madrid, estudiaría para Ingeniero de Montes integrándose en el escalafón de dicho cuerpo. Su carrera profesional trascurre fuera de Córdoba, en los distritos forestales de Palencia, Tarragona y Cádiz. Fallece en Madrid en 1933.

     Carlos (Ingeniero de Caminos) y Fernando (Ingeniero de Montes) residieron en Córdoba. Compaginaron sus respectivas carreras con el mundo de los negocios. Se hicieron con pertenencias mineras y dirigieron, como presidente y vicepresidente respectivamente, una sociedad minera intitulada la Conquista del Valle (1909).

     Los hermanos Fernando y Carlos Quero Goldoni fueron también principales accionistas y miembros del consejo de administración de la sociedad de seguros, caja de ahorros y previsión “La Mutual Latina” con sede en un céntrico edificio de la moderna avenida del Paseo del Gran Capitán.




     Fernando, casado con una prima hermana, Dolores Quero Taberner (hija de su tío Francisco), falleció en Córdoba en 1924.

     El poderío económico y social del ingeniero Carlos Quero resulta afectado considerablemente cuando contrae matrimonio, en segundas nupcias, con la señorita Soledad Cabrera Trillo-Figueroa “Marquesa de la Mota del Tejo” (1915).

    Ya como Marqués de la Mota del Trejo traslada sus inquietudes económicas al mundo de la industria. En 1922 se embarca en dos proyectos complementarios: “La Frigorífica Cordobesa” dedicada a la fabricación de hielo y “La Mezquita” dedicada a la fabricación y comercialización de de cerveza, primer establecimiento de este tipo nacido en Córdoba.


    Fallece en Córdoba en julio de 1933, al no conseguir recuperarse de las graves lesiones sufridas en un accidente de automóvil.

    El menor de los hermanos, Eduardo Quero, rompe con la tradición de la ingeniería y sigue la carrera militar dentro del arma de caballería. Es quien mantiene unos lazos más estrechos con la localidad de origen de su padre. En 1904, con la graduación de teniente, contrae matrimonio en Porcuna con Josefa Morente del Castillo, perteneciente a una familia de acaudalados propietarios. Su carrera militar se desarrolla en Córdoba. Retirado con la graduación de Teniente Coronel en 1931 (Ley Azaña). Sus servicios en favor de la sublevación militar de 1936 serian recompensados con la Presidencia de la Diputación Provincial de Córdoba que ostentaría entre 1936 y 1941.



UN PANTEÓN SINGULAR


     Los restos mortales del ingeniero Damián Quero Díaz y los de su esposa Concepción Goldoni y Rivas, así como los de sus hijos Fernando, Carlos y Eduardo, reposan en un singular panteón, exento de simbología religiosa, dentro del Cementerio de la Salud de Córdoba. La tumba aparece rematada por una enorme columna, que representa a un mojón de carretera con el escudo de la Escuela de Ingenieros de Caminos.

INGENIERO DAMIÁN QUERO (1837-1899).

     La historia de los pueblos está llena de personalidades que quedan injustamente olvidadas o relegadas intencionadamente, y cuya  trayectoria vital y profesional apenas si trasciende por cuestiones mayormente de índole ideológico.

     El nombre de Damián Quero le resultará familiar a muchos hijos de Porcuna, ya que permanece todavía en el callejero local asociado a la conocida Plazoleta de los Gallos, ubicada a espaldas del templo parroquial.




     El homenajeado es su propio nieto, Damián Quero Morente, que alcanzará tal distinción por su condición de “Caído por Dios y por España”. Era hijo a su vez de Eduardo Quero Goldoni, otro porcunense con calle dedicada, compañero de promoción y amigo del General Queipo de Llano e implicado de lleno en la trama golpista que propició el éxito de la conspiración contra la II Republica Española en la capital cordobesa.

      Hasta su hermano José de Quero, quien fuera alcalde de Porcuna durante de la I República y vicepresidente de la Diputación Provincial de Jaén, obtuvo el reconocimiento de sus paisanos casi veinte años después de su muerte. La antigua calle Real adoptó su nombre y fue colocada una placa conmemorativa en la fachada de la casa en la que nació.



    En esta misma casa debió venir al mundo Damián Quero Díaz, nacido el 27 de septiembre del año 1837.

    Sus padre fueron Manuel Benito de Quero y Partal, escribano de actuaciones públicas (notario) y Juana Josefa Díaz Izquierdo. Tuvieron varios hijos además de los ya citados. Francisco que seguiría la carrera de las armas, alcanzando la graduación de Comandante de Infantería y otro presumiblemente desaparecido a corta edad.

     En el trabajo de Don Antonio Aranda sobre el Archivo Parroquial de Porcuna aparece un hijo de este matrimonio bautizado en Porcuna por el sacerdote Francisco de Quero y Partal, hermano de Manuel Benito y cura párroco de San Martín de Arjona. Creemos que pudiera tratarse del primogénito, a quién se le puso por nombre Benito, alargándolo con el Bonoso Maximiano típico entre los moros blancos.

   José de Quero estudió en la Facultad de Derecho de la Universidad Central (Madrid), licenciándose en el año 1857. En 1860 fallecería el padre. Pese a tal circunstancia, Damián Quero pudo trasladarse hasta Madrid al objeto de prepararse para el ingreso a la Escuela Especial de Ingenieros de caminos, canales y puertos, a cuenta del metálico y efectos que se le adjudicaron a la muerte de su padre.




    Conseguido su primer objetivo, inicia su formación en el seno de tan prestigiosa institución educativa. Según sus planes de estudio, superado el cuarto año se producía el ingreso automático en el cuerpo. En su de hoja de servicios, a la que hemos podido tener acceso y de la que hemos sacado la fecha de su nacimiento, consta con la antigüedad en el cuerpo desde el 3 de noviembre de 1864.

    Superado el periodo de prácticas se produce su nombramiento definitivo:



    Por estas fechas ya se hallaba casado con Concepción Goldoni y Rivas, de cuyo matrimonio habían venido al mundo dos varones llamados Luis y Juan.

    El hecho de tener ya responsabilidades familiares y el de haber tirado previamente de su parte de herencia, creemos que tuvo que ser determinante a la hora de optar por un destino colonial mejor retribuido.

    Por R.O. de 24 de noviembre de 1866 fue nombrado Ingeniero 1º con destino a las obras públicas de las Islas Filipinas con un sueldo anual de 1.200 escudos y 2.800 de sobresueldo.

    Inmediatamente se desplaza hasta la villa de Porcuna para hacer testamento en la notaria de don Francisco Funes Merino, y así dejar atadas una serie de cuestiones sucesorias en previsión de cualquier incidencia durante su aventura colonial. Nombró como albaceas a su tío Fermín de Quero y Partal, y a sus hermanos José y Francisco de Quero y Díaz, propietario y militar en activo respectivamente. 

     El 19 de diciembre embarcaba en Marsella con destino a las Islas a través del Canal de Suez.

     Destinado en un principio al distrito de Nueva Caceres realiza varios reconocimientos y replanteos de edificios públicos, así como estudios para el establecimiento de algunos puentes en la provincia de Batangas.



     Obsérvese el excepcional grado de perfección de su caligrafía.

    Con el tiempo sería nombrado Ingeniero Jefe del distrito de Cebú en el trascurre la mayor parte de su carrera profesional durante su estancia en la Isla.

    Sobre sus proyectos y realizaciones materiales conocemos algunas muestras, cuyas litografías, sacadas de fotografías, fueron publicadas en la Ilustración Española y Americana.

    Se tratan de la nueva Casa del Gobierno de Iloioen la Isla de Panay y un puente de madera sobre la ría de Iloio,  


Casa del Gobierno de Iloio.
Detalle del Puente sobre la Ría.

    En el reportaje publicado en la Ilustración se le atribuye el mérito al Jefe de Obras Publicas. Tal circunstancia no pasó desapercibida para Quero, que inmediatamente se encargó de clarificar la verdadera  responsabilidad de las mismas:


   “Rectificación. La Ilustración Española en su último número, presenta los notables dibujos de las obras ejecutadas en Iloio (Filipinas) , atribuyendo el mérito de su ejecución al jefe de obras públicas: y nosotros, mejor informados, debemos rectificar que han sido ejecutadas y dirigidas por el ingeniero de caminos, jefe del departamento de Las Visayas, don Damián de Quero y Díaz”.



(La Iberia 1875)

    Coincidiendo con la terminación de estos trabajos resulta afectado su estado de salud:


    “Don Damián Quero, ingeniero civil, padece una afección disentérica, que se hace tenaz a cuantos medios se han venido poniendo en práctica para su curación, y que produce ya serios trastornos debido a su falta de nutrición, por lo que hoy su vida se encuentra en grave peligro y estando sostenido el padecimiento por causas climatológicas, creo de imprescindible necesidad su más pronto traslado a la Península, como único medio de salvación”.


(De un certificado médico expedido en marzo de 1875)



    Atendida su solicitud de licencia temporal, el 9 de abril de 1875 sale del puerto de Iloio a bordo del vapor ingles Benladi, que tenía por escala Singapur y por destino Londres.

    Tras una larga travesía, el 31 de mayo desembarcaba en el puerto de Málaga a bordo del vapor mercante “Alegria” procedente de Gibraltar.



    La familia, que había crecido durante esos 8 años de estancia en el archipiélago, debió permanecer a la espera.

    Durante este periodo fijo su residencia en Porcuna al lado de su madre y hermanos. La recuperación, al parecer, no terminaba de llegar, por lo que inició los trámites para la obtención de la licencia definitiva, a la que termina accediendo el Ministerio de Ultramar “sin prejuicio de ser preferido para volver a su destino si cuando se restableciese por completo hubiese vacante”.

    Su familia regresa inmediatamente y  es destinado a la Jefatura Provincial de Obras Públicas de Córdoba, en la que se desarrollará el grueso de su carrera profesional, y de la que llegaría a ser Ingeniero Jefe.

   Este nuevo periodo de su vida, durante el cual militaría en las filas de la Masonería cordobesa, y adquiriría cierto peso y ascendencia dentro del Partido Republicano Federal de la provincia de Córdoba, lo dejamos pospuesto para una nueva entrada.


FUENTES UTILIZADAS


Expedientes y documentos varios alojados en el Portal Pares de Archivos del Ministerio de Cultura.

Testamento de don Damián Quero y Díaz, dado en Porcuna el día 10 de diciembre de 1866 ante el notario  don Francisco Funes Merino. Protocolos Notariales (AHPJ). Obtenido por gentileza de un amigo con el que comparto aficiones llamado Jesús Morales Quesada.

Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional.

Biblioteca Digital Hispánica.

El retrato procede del libro de Francisco Moreno Gómez / Juan Ortiz Villalba: La Masonería en Córdoba. Ed. Albolafia. Córdoba. 1985.



Los orígenes del obrerismo en Motril: el mitin de Pablo Iglesias del año 1914.

Antecedentes


    Tanto por las Actas de los Consejos de la Región Española de la A.I.T. como por las cartas, comunicaciones y circulares de su Comisión Federal, podemos constatar la existencia en la ciudad de Motril  de una pequeña organización nacida en el año 1874, afecta a aquel primer obrerismo inspirado en los principios de la Primera Internacional. Al frente de  la misma se hallaba un trabajador llamado Agustín Fernández.

     Durante los primeros años del siglo XX existieron en Motril dos sociedades obreras nacidas al abrigo de un pequeño, aunque muy activo, grupo de republicanos y librepensadores: “La Resistencia” y “La Cultura”, presididas respectivamente por Aurelio Valentín Asensí y José Arquero García. Presidente honorario de ambas en 1904 era el hostelero y director del Colegio Politécnico, Adolfo Hernández Avancini, a su vez máximo responsable de la Junta Municipal Republicana.

     A la necesidad de encauzar al proletariado electoralmente hacia las ideas e intereses políticos del republicanismo debe responder el nacimiento de una nueva sociedad obrera intitulada “La Obra” que surge en el año 1912, y de la que la única noticia de la que disponemos es la fotografía que aparece a continuación: 



     El obrerismo inspirado por los principios del Partido Socialista Obrero Español tardaría en llegar a las costas mediterráneas granadinas. Las propagandas del activo militante Manuel Yudes son mayormente las responsables de ello. Con fecha de 10 de abril de 1914 aparece inscrita en el registro de asociaciones “La Democracia Social”, constituida como agrupación socialista local. Manuel Yudes se vanagloriaba en las páginas de El Defensor de Granada de la propagación de sus ideas: “Ya era hora de que las ideas emancipadoras traspasasen el Suspiro del Moro”.

     Fruto de aquellas propagandas y del activismo de aquellos primeros socialistas motrileños, nacería ese mismo año una sociedad obrera agrícola denominada “El Despertar”. No tardarían en fusionarse ambas entidades (septiembre de 1914). Si damos crédito a la noticia aparecida en El Socialista su potencial  humano se correspondería con las siguientes cifras: 690 asociados en “El Despertar» frente a los 1.110 que había conseguido alcanzar ·”La Democracia Social” durante sus primeros meses de vida. Como secretario del nuevo comité figura Francisco P. Alonso.


El mitín de Pablo Iglesias en Motril


     Con la idea de consolidar estos primeros logros, Manuel Yudes, amigo personal de Pablo Iglesias, consigue convencer al líder nacional de su partido para que se desplace hasta Motril al objeto de impartir un mitin, que no pudo ser confirmado y anunciado hasta última hora.

      En la tarde noche de 17 de octubre de 1914 llegaba Pablo Iglesias a Granada, recibido en la estación de ferrocarril por Manuel Yudes y una comisión motrileña desplazada al efecto. Al día siguiente, de mañana, atraviesan en automóvil el Suspiro del Moro con dirección a la costa:


   “A las doce y media llegó a la ciudad costera Pablo Iglesias, acompañado de  los señores de la comisión, Moreu, Peña, Almoguera y Yudes.

    Un  gran trecho antes de la población, había esperándolo más de 2000 personas  y todas los sociedades obreras con sus banderas,  la de la Agrupación  socialista rompió la marcha. Con  gran trabajo pudo Pablo Iglesias  llegar al Centro Obrero; los vivas al Socialismo y a Pablo Iglesias no cesaron, teniendo este que hacerse oír desde el balcón del Centro”.




    Por la tarde se organizó un mitin al aire libre en la Rambla de Capuchinos, donde se levantó una tribuna con exorno floral y sobre la que se colocaron todas las banderas de los centros y sociedades obreras. El citado acto estuvo muy concurrido pese a contar con la competencia de una novillada de las programadas para la feria de octubre (unas 5.000 personas).
     Las crónicas destacan la comparecencia de un público heterogéneo: “Asistieron muchos ciudadanos que no tuvieron inconveniente de mezclarse con los obreros para escuchar el discurso de Iglesias”.

    Fueron sucediéndose en el uso de la palabra Manuel Pérez (Presidente de la Agrupación), Eduardo Castro (Presidente de las Juventudes Socialistas motrileñas), Manuel Yudes (de la Agrupación granadina), hasta que llegado el turno de Pablo Iglesias, al levantarse, “fue  recibido con entusiastas vivas y aplausos”.

    Con respecto a su discurso, salieron las típicas alusiones a las ventajas de la organización obrera, esbozó la finalidad del programa socialista y los procedimientos utilizados con vistas a alcanzar la tan deseada emancipación del proletariado.

Terminó con un consejo: “Motrileños, dice, yo no conozco este pueblo, pero por las noticias que tengo de él, parece que hay algo de tirantez entre obreros y patronos. Eso no debe de existir, pues como los patronos y gente acomodada d este pueblo, sigan por ese camino, cada vez se ahondaran mas las diferencias, y tened en cuenta que el que siembra vientos recoge tempestades” (ovación delirante que duro quince minutos).

     El corresponsal en Motril de El Noticiero Granadino, don José Garcés Herrera, consideraba inoportuno el día y la hora señalada para tal acto, por hallarse el pueblo celebrando sus tradicionales fiestas. Aunque no da cifras de asistencia, manifiesta que el acto resulto frío y que se resintió seriamente por hallarse una gran parte de los correligionarios de Iglesias en la novillada festiva celebrada aquella misma tarde:


    “No pudimos ver allí el calor de pasión y de entusiasmo que esperábamos de un núcleo socialista tan numeroso como el que aparece afiliado bajo la bandera de “La Democracia Social” y tan lleno al parecer de alientos y de fe.

    De cualquier suerte, sería absurdo negarle importancia al acto realizado el domingo último; y acaso la prueba más notoria de ella es la asistencia al mismo de muchos elementos que ni están ni pueden estar, al menos actualmente, con el socialismo. De ahora más, en el retablo político motrileño ha actuado cada “maese Pedro”, que mejor es no recordar, preciso es considerar un nuevo factor y factor importante, pues a la indiscutible fuerza que tiene toda organización numerosa y disciplinada, únase la no pequeña que le presta al estar alentada y urgida por la palabra persuasiva del patriarca”.


    Tras abandonar Motril, Pablo Iglesias celebró esa misma noche una conferencia en el Centro Ferroviario de la placeta del Alcázar de Granada. Le precedieron en el uso de la palabra dos integrantes de la comisión motrileña que le acompañó en el viaje de regreso a la capital.
    Eduardo Castro y Fernando Moreu dirigieron un saludo a los obreros granadinos en nombre de la clase trabajadora de Motril.
    Llama la atención la presencia de un miembro de la familia Moreu (burguesía liberal tradicionalmente ligada a actividades comerciales e industriales) relacionado que aquel primer socialismo motrileño. El tal Fernando Moreu, ateniéndonos a sus palabras, se hallaba plenamente seducido por aquel nuevo ideario: “El socialismo es la Moral y la Justicia, lamentándose de la poca unión existente entre los obreros”.

    Sin poner la mano en el fuego, no sea que nos quememos, este motrileño de la cáscara amarga, especie de oveja negra de su familia, bien pudiera ser el  ingeniero industrial Fernando Moreu Díaz, iniciado en  los principios del socialismo durante su etapa universitaria en la capital de España. La primera actividad profesional que se le conoce fue como director de la Azucarera de San Fernando entre 1907 y 1914, cuando por problemas económicos sus accionistas, entre los que se encontraba su padre, de deshicieron de ella. En las páginas de El Socialista del año 1915 constan varias contribuciones a su nombre, de una respetable cuantía. para el sostenimiento del diario. En 1951 llegaría a ser Alcalde de Motril.


     La visita de Pablo Iglesias a Motril respondió a las expectativas de sus organizadores. Inmediatamente después empezaron a aproximarse al socialismo, obreros pertenecientes a los diferentes gremios laborales.


    Los obreros empleados en las obras del puerto se constituyen en una sociedad denominada “La Hércules”, que en abril de 1915 se declararán en huelga por no acceder el contratista a concederle las nueve horas de jornada de abril a septiembre, manteniéndose el resto del año de sol a sol. Destaca entre ellos por su liderazgo un obrero llamado José Peña Gálvez.
    Otro importante contingente de entre el proletariado lo constituían los obreros de la construcción organizados en torno a una sociedad de albañiles bautizada como “El Trabajo” cuyo presidente era Manuel Fernández Denia, actuando como secretario Manuel Avellaneda.
    Los chóferes y conductores también se organizaron en una  Sociedad de Transportes, presidida por Rafael Herraste.

    Uno de los principales logros del socialismo motrileño, a la vez que banderín de enganche, fue la puesta en marcha de una cooperativa de pan, “La Redención”, que llegó a fabricar tres mil kilos diarios. Al frente de la misma se hallaba en 1915 Miguel Pérez Fuentes y Francisco Antonio Domínguez.



   Las columnas de El Socialista se llenan de artículos remitidos desde Motril por el responsable de las Juventudes Socialistas Motrileñas, Eduardo Castro, un controvertido personaje que tenía buen manejo de la pluma en comparación al resto de sus compañeros, por lo que se hará pronto con la dirección y secretaría de la agrupación socialista motrileña.

    Aspectos relacionados con la posterior evolución del movimiento obrero en Motril, quedan en reserva para una próxima entrada.


FUENTES UTILIZADAS


Antonio Mª  Calero Amor / Historia del movimiento obrero en Granada (1909-1923). Ed. Tecnos. Madrid, 1973.

Salvador Cruz Artacho / Caciques y campesinos: poder político, modernización agraria y conflictividad rural en Granada (1890-1923). Ed. Libertarias, 1994.

El Socialista (Hemeroteca de la Fundación Pablo Iglesias).

Prensa periódica granadina (El Noticiero Granadino, El Defensor de Granada…) alojada en la Biblioteca Virtual de Andalucía.

Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional y Biblioteca Virtual de Prensa Histórica.

Algunas muestras gráficas proceden del exitoso grupo de facebook Recuperar la Historia de Motril.


GACHAS DE TODOS LOS SANTOS

     De un tiempo a esta parte se ha generalizado a lo largo y ancho del suelo patrio, una serie de “payás y tonterías” que no son propias de nuestra rica tradición cultural, y que irrumpen cada vez con más fuerza durante los días de la tradicional festividad  de Todos los Santos y de los Difuntos. 

     En los establecimientos educativos, por aquello del bilingüismo, se realiza un especial despliegue de medios humanos y materiales durante los días previos, que se traduce en carteles murales, infinidad de recortables de calabazas, brujas, asquerosos murciélagos, telas de araña y hasta un esqueleto del laboratorio de naturales, que me lo han plantado este año en el hall y al que no pierdo de vista en todo el santo día

     Ayer mismo intercambiaba impresiones al respecto con un campechano profesor de origen alpujarreño, enemigo acérrimo, como yo, de estos modismos.

     Salió a relucir la rica oferta gastronómica asociada a esta fiesta, especialmente en el apartado de dulces y postres, así como sus variantes en función de los terrenos.

     En los pueblecitos de la Alpujarra son las gachas dulces quienes ocupan el primer lugar, a las que se suman las primeras castañas y nueces de la temporada.

     En muchas poblaciones de las campiñas de Jaén y Córdoba las gachas dulces se siguen preparando coincidiendo con esos días de recuerdo para con los ausentes. Quiero recordar con especial regocijo aquellos días en los que una gran mujer, ya desaparecida, con la que compartía techo en la calle Pósito de Castro del Río, se afanaba desde primera hora de la mañana en la elaboración de tan rico manjar.


      Igualmente nostálgicos e ilusionantes mis recuerdos sobre aquellos solidarios intercambios vecinales de platos y raciones con los que podías llegar a alcanzar un gran pegote, si no eras capaz de racionalizar el uso de la cuchara.
     Desde que dejé de residir en esa villa, allá por el año 1997, no he vuelto a tener en la boca esa masa tan dulce con sabor a matalahúva y canela, que un servidor prefería sola con tostones, con muchos, muchos tostones. Las demás adiciones, como pudieran ser nueces o almendras, las apartaba para que después las lamieran los gatos.
     Hace un par de años miré en internet la receta, compré los ingredientes y me embarqué en su elaboración, con un impresentable mazacote como resultado. Ni para los gatos.

     Rastreando entre diferentes fuentes en busca del arraigo de tal postre en la provincia de Córdoba, nos hemos topado con una narración de corte costumbrista firmada por el historiador y periodista Alfredo Cazabán Laguna, un ubetense asiduo colaborador de la prensa periódica cordobesa durante las primeras décadas del siglo XX. Su título “La noche de ánimas”, que muy posiblemente esté incluido en alguna de sus muchas publicaciones impresas. 




    Las gachas y su tradicional proceso de elaboración son su eje central y auténticas protagonistas de la narración. Aunque la acción transcurre en un cortijo de su pueblo natal, Úbeda, su contexto encaja perfectamente con la etnografía y geografía cultural de olivar de secano, a la que pertenecen esas otras dos poblaciones vecinas objeto de este espacio. Su vocabulario, en el que abunda el diminutivo “ico-a”, el “pa”, el “ao” en vez de “ado”en las terminaciones del participio, o palabras como poyo o poyete, tan usuales entre los porcuneros, denota a las claras el origen jiennense de su autor.
     Sirva pues como recordatorio a las nuevas generaciones de hallowines y a la vez para recuperar vocabulario en desuso.


LA NOCHE DE LAS ÁNIMAS


    Había llovido mucho por la tarde y se había retirado el agua con el aire cierzo. Cuando se abría y cerraba la puerta de la casa entraba un frío que helaba las espaldas de aquellas buenas gentes, sentadas en forma de semicírculo, alrededor del fuego de la lumbre. En el poyo, donde tenían los muleros las cabeceras, fregoteaban las mujeres los lebrillos y las cazuelas; y los hombres arrimados a los pies de las llamas secaban el barro de los barbechos que cubría, casi del todo, los peales y las albarcas.

     Recosía el aperador con tomiza y aguja de almaraz, un cabezón que se había roto y el chota del manigero, iba y venía, descalzo a la cuadra, porque había puesto a secar sus calcetas de trabilla. Oscilaba la luz del candil de hierro colado de la chimenea, del gancho de palo, y su luz reverberaba en los cazos y peroles de cobre, que estaban en la pared de la cocina.

    Y dijo un mulero, oye María allá a un quesiqués:


Un galán enamorao

muy amigo de mujeres;

siempre está el probe mojao

y arrimao a las paredes.


     Pos.. el estropajo, dijo otro  mulero.

     Oye María, ¿a que no aciertas éste?  Un viejecico sentao en la sillica chupando la tripica…

     Dejadme de chascarrillos que no estoy pa bromas, que estoy haciendo las gachas pa cenar y pa que me dejéis solica con mi pena.

     Y María que era blanca como la nieve, y rubia como el maíz, bajó los ojos, miro a la sartén, y en las ascuas de la lumbre chirriaron, al caer de sus ojos, dos lágrimas.




     Salía de la sartén una columna de humo, de un humo con tufo que hacía toser porque daba en el gallillo. Apagó el humo de pronto la caída de un ciento de cuscurrones de pan bazo que empezaron a freírse; y al freírse, morenos como eran, se pusieron primero rubios, y luego amarillos, y luego dorados, y luego como la canela, y luego del color del hábito del Carmen, porque ya estaban fritos. Se remangó María el refajo, se puso en cuclillas, cogió con la mano derecha el cucharón de hierro, empezó a dejar caer, con la otra, puñados de harina, y meneando siempre a un lado para que no se cortara la mezcla, y soplando a menudo la lumbre, con los ojos entornados y doblando la cabeza fue haciendo aquellas gachas sustanciosas sobre las que, luego que estuvieron frías, cayó un jarro de miel de caldera, espesa, transparente, limpia como chorros de cristal que aun no se ha endurecido.

     Tan buenas estaban las gachas como los cuscurrones, cuando después de hacer María la cruz en la sartén, se hundieron en ellas las cucharas de boje que llevaban a la boca de aquella gente el clásico manjar de aquel día señalado.

     ¿No comes María?

     No tengo gana. Voy a asar las castañas pa que me dejéis presto.

   Poco después estallaban sobre las ascuas los vestidos barnizados en que se envolvían las castañas, impregnando la atmósfera del característico olor de la cáscara quemada y del perfume caliente de la carne de sus blancos senos.

     Roncaban los muleros tendidos en los poyos de la cocina. Se oía el patear de las caballerías en la cuadra. En el cuarto estaba Antonio el aperador echado sobre la cama. María de rodillas rezaba a la Virgen de Guadalupe, pintada en una estampa de papel.


    Por los lejanos montecillos, cuajados de olivares vino, como una ráfaga de viento, el triste doblar de las campañas de la torre de San Salvador.

    Se levantaron a la par Antonio y María.

     ¡Qué frió y solico estará mi nene en el Campo Santo! – dijo ella.

   Y se abrazaron llorando.

   Y en aquel instante, entró el chota del manijero  en el cuarto a sacar un costal de pan.

    Al otro día, contó en el hato el chota del manijero, que la noche de los Santos, después de cenar, a Antonio y María se les habían “corrido las gachas”.



    Asociado a tan rico postre existió la tradición de que con las sobrantes, ya endurecidas, se tapaban las cerraduras. Se decía que para que los muertos no pudieran meter la llave y llevarse a las niñas hermosas. Con el tiempo degeneraría en un entretenimiento golfo:


    “Algunos mozos de buen humor embromaban a sus amigos y conocidos tapándoles, con gachas, la cerradura de la puerta de sus casas a las altas horas de la noche y eran dignas de verse las escenas que se desarrollaban al volver muchas familias a sus hogares y no poder penetrar en ellos como consecuencia de la gracia mohosa de cualquier mal intencionado”.


      De un artículo de Ricardo de Montis (Recuerdos de otros días: los Santos y los Difuntos) publicado en el diario de Córdoba en el año 1924.

     Aquella costumbre, por el abuso, debió de de ser atajada de raíz por la vía gubernativa algunos años atrás:

Ya en el día de los Santos

no se asan las castañas

ni se cuecen tampoco

muchas ollas de batatas

ni se tapan las cerraduras

de las novias con las gachas.

(El Aviso de Puente Genil 1931)


   A la golfería halowinera actual les ha dado por el huevo. Hace ya algunos años, con nocturnidad y alevosía, arrojaron como media docena de ellos sobre las ventanas de mi domicilio que dan a la calle, cuando me encontraba plácidamente en el sofá viendo una película. A pesar de su cobarde huida precipitada y de que iban disfrazados y encapuchados, pude reconocer, por los andares, a uno de esos preadolescentes con los que convivo a diario. Sometido a un perspicaz interrogatorio durante el recreo, cantó la gallina, reconociéndose autor de los hechos imputados. Me atribuí prerrogativas de juez y consensuamos un castigo sin necesidad de elevar el asunto a instancias superiores.  Le coloqué, con su asentimiento, el remoquete de “huevero halowinero” que portó con orgullo hasta hace poco, cuando tras graduarse en sus estudios nos despedimos con un abrazo.

LA SUERTE DE DON TANCREDO

    Tancredo López fue un valenciano, novillero fracasado, albañil parado y desesperado, que a principios del siglo XX se hizo célebre con la “suerte del pedestal” o “suerte de don Tancredo”, que consistía en esperar al toro, a pie firme sobre una plataforma de madera, embadurnado de blanco. El secreto de su correcta ejecución se hallaba en la quietud, en la absoluta inmovilidad, para que el toro creyéndole marmóreo no le embistiera. Se presentaba ante los públicos como “hipnotizador de toros” y “rey del valor”. 

     Se dice que cobraba mil pesetas por función. Su suerte le cambió cuando “Capita”, un torito negro, corto de cuerna, pero muy bien armado, de la ganadería de Don Anastasio Martín, le infirió una cornada grave en la parte alta posterior del muslo derecho, ingresando en manos de cuatro monosabios en la enfermería de la plaza (13 de junio de 1901).

     Tras aquella aparatosa cogida el Ministro de Gobernación prohibió el espectáculo y tuvieron que pasar algunos años para que dicha suerte volviera a ser autorizada en nuestro país.

     En agosto de 1903 el gremio de dependientes de comercio de la capital de España, solicitó permiso  al Gobernador Civil para que en su tradicional función benéfica se le permitiera trabajar a Don Tancredo, alegando que de no ser así se moriría de hambre. Hasta le dieron la vuelta a la famosa coplilla:


Don Tancredo. Don Tancredo

don Tancredo es un barbían,

pero se muere de hambre 
si no se sube al pedestal.


     Llegaría  hasta presentar recurso contencioso administrativo contra aquella orden que le impedía seguir ejerciendo su nueva profesión. Poco a poco se fue apagando su fama hasta morir olvidado de todos en un hospital de Valencia en 1923.


      La población cordobesa de Castro del Ríotambién tuvo su particular «Don Tancredo» al que la suerte en la vida le fue algo esquiva. Su nombre, Francisco Bravo Expósito, alias “Sultán”, que ejerció como enterrador de la villa hasta casi el final de sus días.

     Su debut fue durante un ciclo de mojigangas celebrado en la plaza de armas del castillo habilitada al efecto durante el verano del año 1903, justo en el momento en que la polémica a nivel nacional sobre la prohibición que recaía sobre el verdadero Don Tancredo estaba en su pleno apogeo:


   “Quinto de la tarde, negro, añojo y embistiendo regular. Este es el de muerte, y al que se le hace la suerte de Don Tancredo. Francisco Bravo “El Enterrador”, encalado de pies a cabeza, pasea la plaza hasta llegar a la presidencia. Lleva un morrión que parece la mitra de un Obispo. Una vez colocado el pedestal, se parapeta en lo alto. La mayor parte de los espectadores entonan aquello de:


                       Don Tancredo, Don Tancredo

                       en su vida tuvo miedo,  

                       Don Tancredo es un barbian,

                       hay que ver a Don Tancredo

                       subido en su pedestal.


    Y estando en el concierto filarmónico, asoma el gachó de los pitones. Lo indica, se va hacia él, lo husma, y al olerle los perfumados pies, ¡zas!…un trompazo al cajón, y el Bravo de Don Tancredo cae sobre la testa del novillo. Cordobés hace un quite soberbio, y el enterrador parecía un copo de nieve que lo arrastra el huracán hacia el burladero. Pero no por eso dejo de llevarse la mitra que se le había caído, y muchas palmas bien prodigadas a su valor suicida”.


     (Extraído de una crónica taurina remitida al diario El Defensor de Córdoba por el ínclito corresponsal en la plaza José María Jiménez Carrillo, a quien le seguimos debiendo una entrada personalizada por todo cuanto nos ha trasmitido).


     El apellido Expósito ya delata el origen humilde de nuestro nuevo protagonista. En aquellos albores del siglo XX el oficio de sepulturero no creemos fuera demasiado querido ni que estuviera suficientemente bien pagado, de manera que Francisco, de economía, debía de hallarse cercano a los llamados pobres de solemnidad, cuya particular situación mejoraba ocasionalmente cuando fallecía algún vecino. De ahí, quizá, que se prestara a participar en aquella charlotada para obtener unas pesetillas complementarias para gastarlas en la Feria Real.

     Sobre el osado Francisco Bravo, que había venido al mundo en 1876, conocemos que en 1909 fue detenido por la Guardia Civil del puesto de Castro del Río por cuestionar con un convecino, con el resultado de heridas en la cabeza para ambos contendientes.

     En 1912 es nuevamente detenido por hallarse reclamado por el Juzgado de Castro del Río. En 1914 es trasladado desde las Higuerillas de Castro del Río hasta la cárcel de Córdoba.

    Todo indica que pasó un par de años en prisión por un presunto delito de falsificación.

    Cuando su causa fue finalmente llevada a la Audiencia Provincial (octubre de 1915) el fiscal retiró la acusación y se estimó conveniente su sobreseimiento.

     No conocemos los pormenores de esa presunta falsificación de la que se le acusaba. No nos lo imaginamos implicado en una emisión de billetes falsos. Se hallaba bastante generalizado por estos años el abuso o pillería relacionado con la venta de participaciones fraudulentas de lotería o de rifas. Sea como fuere, lo cierto es que tuvo que pagar con la cárcel por un delito que no llegó a demostrarse que cometiera.

    Como comprobaran un historial delictivo que no llega a la exagerada aseveración de “sujeto de pésimos antecedentes”, que se le aplicará con el tiempo.



     Las siguientes noticias sobre Francisco se corresponden ya con las postrimerías del año 1937, cuando tiene que verse nuevamente en el trance de personarse ante un Tribunal, en esta ocasión ante el Consejo de Guerra Permanente de la Provincia de Córdoba, en la causa instruida contra él por el delito de “auxilio a la rebelión y asesinato”.

     Debió de encontrarse entre aquel pequeño sector de la población de Castro del Río, que cuando se inicia aquel éxodo masivo por la carretera de Bujalance al caer el pueblo en manos del ejército rebelde (24 de septiembre de 1936), optara por permanecer. Por su edad y quizá por no haber participado directamente en actividad política o sindical creyó salvaguardada su integridad física (no consta en su expediente filiación alguna). Craso error, pues al poco era detenido y trasladado a la prisión habilitada en el Alcázar Viejo de Córdoba.

     El asesinato que se le imputaba era el perpetrado contra el labrador y ex diputado agrario antimarxista Don Antonio Navajas Moreno, quien fuera presidente de la Federación Provincial de Labradores de Córdoba y dirigente de  la Asociación Nacional de Olivareros, conocido popularmente en su pueblo natal como “Barbitas de Alambre”.



(La fotografía pertenece a la Asamblea de la Asociación Nacional de Olivareros celebrada en Córdoba en el mes de julio de 1933. El de mayor estatura que aparece a la derecha es Navajas Moreno. A su lado el agrarista de Bujalance, Antonio Zurita Vera. Ambos, figuras de peso en el seno de la patronal agrícola cordobesa desde aquellos convulsos años del Trienio Bolchevique).


    Don Antonio Navajas, tres de sus hijos varones (Augusto, Mateo y José) y  un hijo político, se hallaban entre quienes desde el día 19 de julio de 1936 se encerraron en el Cuartel de la Guardia Civil de Castro del Río resistiendo el asedio a que fueron sometidos por parte de las milicias locales. A las 14 horas del día del 23 se desarrolló un oscuro episodio, entre la rendición y la huida premeditada, que terminaría costándole la vida a Don Antonio y al  menor de sus hijos, José que tenía apenas 16 años. Sus hermanos Augusto y Mateo lograron huir entre la confusión.

     A raíz de la posterior muerte de Augusto, enrolado en las filas del ejército nacionalista como escolta del coronel Sáenz de Buruaga, trasciende un telegrama remitido por los hermanos Augusto y Mateo Navajas Rodríguez-Carretero a su hermano Antonio desde Montilla, inmediatamente después de aquellos luctuosos sucesos:


     “Salvados milagrosamente, llegamos aquí esta mañana con algunos guardias civiles, papá asesinado plaza pública por las turbas criminales anteayer, hay que vengar su muerte. Mateo herido leve. ¡Arriba España! – Augusto y Mateo”.


     El destinatario del telegrama era Antonio Navajas Rodríguez-Carretero, teniente de la Guardia de Asalto, que el 18 de julio de 1936 se encontraba en el Gobierno Civil de Córdoba,  a las órdenes del capitán Tarazona. Ambos se posicionaron en favor de la defensa de la legalidad republicana. Terminada la toma fue detenido y encarcelado junto a su jefe. La trágica historia de su familia le permitiría salvar la vida.
     Hasta ahora nuestras noticias sobre la muerte de Don Antonio coincidían con lo reflejado en el telegrama. En los días inmediatos a aquellos hechos la prensa cordobesa publicó una corta reseña en la que se nos da otra versión diferente:


     “Noticias llegadas de Castro del Río indican que ha sido asesinado en este pueblo don Antonio Navajas Moreno. Parece que al atravesar unas huertas para refugiarse en sitio donde no fuera alcanzado por los criminales, alguien le vio y cometió la villanía de delatarle. Los perseguidores le hicieron una descarga causándole la muerte”.


     Nuestra sorpresa ha sido mayúscula al toparnos con otra tercera versión aportada por alguien que asistió al Consejo de Guerra celebrado en la plaza de Córdoba el día 17 de diciembre de 1937, en el que se vio y falló la causa instruida contra Francisco Bravo Exposito:


    “Determinadas circunstancias nos han permitido ahora conocer algunos detalles de la trágica muerte del señor Navajas.

    Este fue llevado a las tapias del cementerio y allí sus asesinos lo agredieron asestándole varios hachazos.

    Todos los asesinatos eran presenciados por el sepulturero, llamado Francisco, que sin duda alguna, sentía en ello especial delectación.

    Don Antonio Navajas no quedó muerto y al darse cuenta de la presencia de Francisco le gritó: ¡Francisco auxíliame!

    Pero el criminal sepulturero en vez de auxiliarle se acercó a él provisto de un hacha y le descargó el golpe que acabó con la vida del herido.

    Este monstruo marxista ha sido detenido y sin duda alguna no pasara mucho tiempo sin que la Justicia le exijan estricta cuenta de su conducta”.


     Da la impresión como si aquellas palabras recogidas en el telegrama de Augusto (hay que vengar la muerte de papá) hubieran sido satisfechas.

     El 12 de marzo de 1938, en un patíbulo instalado al efecto en el patio de la cárcel, Francisco Bravo Expósito, el osado e intrépido «Don Tancredo de Castro del Río», era ejecutado a garrote vil por el famoso verdugo de la Audiencia de Sevilla, Cándido Cartón.

     Resulta extraño que en aquellas circunstancias pudieran encontrarse testigos para inculparle. Las pruebas contra él no creemos que fueran más allá de las denuncias forzadas de terceras personas, bien por miedo o por las típicas rencillas personales, o incluso, que salieran de la propia autoinculpación del reo tras ser sometido a torturas. Conjeturas todas difíciles de desentrañar ni tan siquiera con el expediente de la causa 192/37 en la mano, que debe de conservarse entre los entre los fondos del Archivo Militar del Tribunal Territorial 2º de Sevilla.




    Sus restos mortales fueron a parar a la fosa común del Cementerio de la Salud de Córdoba. Su nombre aparece hoy inscrito sobre paredes de mármol en el monumento que con el nombre de “Los muros de la memoria” se inauguró en marzo de 2011.


PATALEO CHASCARRILLERO LABORAL

     “El trabajo es el único medio a través del cual el hombre, ser inteligente y capaz, puede realizarse a plenitud como persona, como miembro de una familia y como participante de una sociedad. Su importancia tiene una dimensión solo superada por el derecho a la vida”.

      Esta cuestionable definición teórica, llevada al terreno práctico y especialmente en el momento actual, se queda en una simple declaración de intenciones.

      Hoy por hoy, nos quieren o nos tenemos que conformar, con la cada vez más extendida concepción de que trabajar se ha convertido en un privilegio. No hay más que asomarse a las escandalosas cifras de parados o pasarse por una oficina de empleo.

      Otro mito que se está derrumbando es la asociación que se establece con el privilegio entre quienes venden su fuerza y capacidad laboral a una administración pública. Las políticas de tirios y troyanos, más los que meten la mano, han llevado a este sector del mundo laboral a vivir situaciones lesivas hasta ahora desconocidas.

      El que esto suscribe se está viendo especialmente afectado por las políticas de ahorro y recortes impuestas por las administraciones. Después de 24 años de servicio responsable y eficaz como Ordenanza para la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía, se entretiene ésta en aprovecharse del fallecimiento de quien era mi compañero de trabajo para unilateralmente optar por la no cobertura de la vacante producida, invitándoseme, de camino. a desplegar doble actividad por un jornal cada vez más menguado.

      Por mi naturaleza rebelde me está costando trabajo aceptar que esto tenga que ser así, máxime cuando la plaza sigue estando dotada presupuestariamente.

      El sobresfuerzo que tengo que desplegar a diario me está empezando a pasar factura física y psíquica. Hemos invocado soluciones tanto a la administración como al comité de empresa. Llegué incluso a proponer medidas de racionalización de los recursos humanos. Algo tan fácil como que donde sobra se quita y donde falta se pone. Resulta que ni unos ni otros se muestran receptivos, alegando que tal racionalización no está contemplada normativamente. Parece mentira, cuando desde mi larga experiencia he sido testigo de arreglos y chanchullos bajo cuerda para arreglar situaciones de compañeros, especialmente entre quienes tenían carnet o simpatizaban con determinadas siglas políticas. Se ve que ahora nos quieren hacer tontos.

     Agotada la vía razonable no me queda más remedio que recurrir al derecho al pataleo, lanzando un primer grito de guerra chascarrillero: “La cajera folla”.

      Para quien no conozca el contexto en el que se acuña tal expresión reivindicativa, paso a relatarles un hecho que por lo visto es rigurosamente exacto y verídico:

      Finales de los años 60, un humilde trabajador del campo de mi pueblo natal (Porcuna), fue seducido por un primo suyo para que se trasladara hasta Palma de Mallorca a trabajar en la construcción, en la que por entonces se ganaban muy buenos dineros en comparación con los jornales del agro.

     Quedaron en que cuando el primo terminara su faena se pasaría por el Puerto a recogerle. Benito, que había tomado un Ferris en Valencia, llegó a Palma con tiempo suficiente para pasearse por las inmediaciones del Puerto, ya que no se atrevía a irse más lejos por miedo a perderse. Ante el asfixiante calor, fruto de la humedad de las ciudades costeras, sintió la necesidad imperiosa de tomarse una cerveza fresca. Estaba casi anocheciendo y en el primer establecimiento con el que se topó se adentró con la intención de saciar su sed. Acostumbrado a los tercios de  Alcázar, que se tomaba en el bar de la esquina de su casa en Porcuna, pidió una botella de la misma marca. Una señorita alemana, que atendía la barra y con la que a duras penas podía entenderse,  le hizo saber la inexistencia de tal marca entre la carta de cervezas de aquel establecimiento, colocándole, después de un buen rato de aclaraciones, una cerveza alemana de esas de medio litro. 



    Pasado un rato, otra señorita, ligera de ropa, se acercó a Benito haciéndole proposiciones libidinosas. La pobre criatura no se había dado cuenta de que se había metido en un local de alterne. Indignado, echó mano de su monedero y pidió la cuenta. El importe de la consumición ascendía hasta los cinco duros, cantidad desproporcionada en comparación a las 4 pesetas, con aperitivo, que le costaba tomarse un tercio en el Bar de Pacharca. Sentado sobre un taburete metálico de sillón acolchado empezaron a rondar por su cabeza fórmulas para resarcirse del sablazo. Lo intentó primero con el taburete pretendiendo romper el reposapiés a base de zapatazos. Cuando empezaron a dolerle los pies desistió y quiso entonces rallar la barra con unas llaves, siendo apercibido de inmediato por la señorita que le había atendido y puesto de patitas en la calle por un señor de complexión fuerte que salió de la rebotica. Indignado y viendo que no había manera alguna de causar daños optó por despedirse a la torera lanzando al viento con entonación elevada  un “La cajera folla”. Se quedó descansando la criaturica.

      Un servidor no tiene motivos de desagravio contra cajera alguna, aunque si contra aquellos que han metido la mano en la caja pública en beneficio propio, de amigos, clientes o familiares. Ojala todos esos procesos judiciales abiertos se vayan resolviendo pronto con condenas ejemplares para aquellos a los que se les demuestre culpabilidad.  Aquellos otros, que echaron la cara a otro lado sin querer saber lo que ocurría a su alrededor, muy posiblemente por su condición de aforados podrán escurrir el bulto, aunque ojala quedasen defenestrados para los restos para cualquier actividad pública.

      Después de este primer desahogo narrativo vamos por otro relacionado con la sobrecarga de trabajo.

     Mi centro de trabajo viene a ser como una diócesis episcopal, en la que más o menos puntualmente a lo largo de toda una mañana se van sucediendo oficios en las diferentes parroquias (así como 23 misas por hora) que las tiene que atender un único monaguillo. Como comprenderán resulta materialmente imposible limpiar patenas y copones, llenar todas las jarricas de vino eucarístico, encender y apagar velas, preparar las ostias, tocar las campanas, abrir la puerta a los feligreses que llegan tarde,  dirigirles a la parroquia correspondiente, atender a las familias que vienen a encargar misas o a concertar cita con el obispo, y otras muchas funciones, propias o asimiladas por la costumbre, de la categoría de  monaguillo mayor. 



    Al hilo del famoso dicho que alude a la imposibilidad de estar en misa y repicando, viene una nueva historia de la que fue protagonista una hermosa joven de apenas 18 años.

    La acción trascurre en el medio rural andaluz durante la segunda década del siglo XX.

    Una gitana llamada Manolita Fernández “La Gorriona” había estado trabajando durante buena parte de su juventud en casa de don Gumersindo Aguilera, un abogado y acaudalado propietario con fama de mujeriego. Las malas lenguas decían que la mayor de sus hijas, Micaela, era fruto de ciertas relaciones ilícitas con su señorito, encaprichado de su belleza morena.



    Micaela había heredado los rasgos faciales de su madre y su belleza, aunque su color de su piel era ligeramente algo más claro. Se había criado en un cortijo hasta donde su madre y su supuesto padre adoptivo se trasladaron como caseros. Tuvo una infancia feliz en compañía de los suyos y desde muy niña colaboraba con su madre en las labores propias de su sexo. La madre la tenía especialmente protegida y no quería que participara en las labores agrícolas, como lo hacían la mayoría de las niñas de la cortijada, que maliciosamente le llamaban “la señorita”.

     Abreviemos, que la narración empieza a parecerse a una de aquellas novelas de corte sociológico y moralizante publicadas por la familia Montseny en Barcelona con el título de “La Novela Ideal”.

     Con el tiempo Micaela entraría a servir en casa de un sobrino de Don Gumersindo, casado por interés con una señorita de la buena sociedad, aunque más bien parca en dones de esos que otorga la naturaleza. Le dedicaba su privilegiada ociosidad a la presidencia de la Adoración Nocturna y a la Junta de Damas de la Cruz Roja, por lo que eran muchas las horas que pasaba fuera de su domicilio en merendonas de chocolate y pastas, de las que era asiduo el señor cura párroco implicado de lleno en su labor pastoral.

      Don Emilio Morente, que así se llamaba el sobrino de Don Gumersindo, terminó encaprichándose de Micaela. Aprovechaba las ausencias de su señora para insinuársele, rechazando ésta, una y otra vez, las cada día más asiduas proposiciones deshonestas que le llegaban.

      La pobre de Micaela, a pesar de que casi no había pasado por la escuela, tenía la inteligencia, gracia y desparpajo propios de aquellas mujeres educadas en la escuela de la vida. Las propuestas de Don Emilio llegaron a tal extremo de machaconería, que viendo peligrar el trabajo que le servía de sustento terminaría accediendo, aunque con condiciones. La aceptación de las mismas se tradujo en la inmediata ampliación del servicio.


     Su iluminación y razonamientos los hago míos en el momento actual: “Si hay que barrer se barre, y si hay que f—-r se f—a, pero barrer y f—-r al mismo tiempo, como que no”.


     Para rematar esta especie de manifiesto reivindicativo y narrativo, habida cuenta de la inminente convocatoria de huelga a la que estamos llamados los trabajadores de la Educación Pública en contra de la LOMCE y de la política en materia de educación del gobierno central, había pensado insertar un himno proletario acorde a la situación (“A la huelga compañeros”). Pero como en la actual coyuntura socio laboral ya no sabe uno contra quién dirigir los dardos envenenados haremos como el grande de “Pedrito Villar”, consultarlo con la almohada y fumarnos un Paxtón mentolado.

     Mientras llega la hora de reposar la cabeza, casi que mejor una maravillosa canción del gran José Luis Ozores: “El Niño Berrendo”.


LA SUERTE DE ELIZONDO

     No se trata de una suerte taurina ni del arte del rejoneo, como pudiera parecer a simple vista y oido. Nos serviremos de este llamativo encabezamiento para adentrarnos en la biografía de un joven anarquista aragonés, poco conocido, llamado Joaquín Elizondo, que encontró el final de sus días en la campiña de Córdoba. Pereció ahogado arrastrado por las bravas aguas del río Guadajoz en el mes de enero de 1915.

     Nacido en Zaragoza en torno al año 1891. A temprana edad se quedó sin padres lo que le empujó a buscarse la vida por sus propios medios casi desde que era un niño. Encauzó su vida hacía una existencia bohemia e itinerante.

     Las primeras noticias que disponemos sobre él son del año 1907, en que se hallaba alojado en la cárcel de Estella (Navarra). Muy probablemente, por estas fechas, no se habría iniciado aún en ideal alguno y esa corta estancia en presidio obedeciera a pequeños hurtos a los que se viera avocado para poder subsistir (1).

      Parece ser que estuvo seducido en un principio por el ideario político del socialismo. El el nº 144- Epoca 4ª de Tierra y Libertad (1913) recoge un artículo remitido por Galo Díez desde Vitoria, en el que se refiere a él en los siguientes términos:


     “Hará cosa de cuatro semanas se descolgó en ésta un charlatán, un vividor, una especie de judío errante, uno de esos que mas comen del pico que del producto de su trabajo (según me han informado de otros puntos), llamado Joaquín Elizondo, diciendo que había discutido con el camarada Anselmo Lorenzo.

      Sus correligionarios, los adormideras, al ver que maneja tan bien el pico, aprovecharon la ocasión para organizar una conferencia pública sobre el tema “Anarquismo y Socialismo”, con la intención de poner en ridículo el ideal ácrata, hacernos tragar todos los insultos que le vengan en gana soltar y a la vez destaparnos, ya que si decíamos algo la policía se daría cuenta de quienes componíamos el grupo ácrata en Vitoria” (2).



    Al año siguiente ya aparece vinculado al movimiento obrero anarquista. En marzo de 1914 participa en un mitin societario en la Casa del Pueblo de Alicante organizado por la sociedad de fábricas y almacenes “La Defensa”. Durante el acto, presidido por Manuel Esquembre, hicieron uso de la palabra los ciudadanos Botella, Gomis, Esquerdo y “el joven anarquista zaragozano Joaquín Elizondo” (3).


     A renglón seguido dirige sus pasos hacia la región andaluza donde sus conferencias y mítines tendrán gran acogida en los medios libertarios, que por aquella fecha intensificaban sus campañas de propaganda con José Sánchez Rosa al frente.

     Jose Sanroma, un ecijano compañero de Sánchez Rosa y su hija Paca en sus giras por la provincia de Córdoba y Sevilla, testigo presencial de las peroraciones de Elizondo durante una conferencia impartida en la Casa del Pueblo de Ecija (mayo de 1914), nos ha transmitido una lisonjera semblanza de Joaquín Elizondo:


¿Quién es Joaquín Elizondo?


      “El que hoy ocupa mi atención, y al que le dedico estas mal hilvanadas líneas, es un imberbe, casi un niño, pues apenas cuenta veintitrés años. A pesar de que su capacidad mental se levanta gigantesca ante los hombres de mayor edad, debido a esto y reconociéndose a sí mismo, la casualidad lo ha lanzado a servir de algo más útil que para lo que la mayoría de las juventudes se emplean hoy.

     Joaquín Elizondo es en apariencia sumamente modestísimo a la vez que de simpática figura. Nacido en la heroica Zaragoza, desde muy pequeño perdió a quienes le dieron el ser, siendo esta quizá la fatalidad que le indujera a su vida bohemia.

     Su corazón falto de los cariños paternales se sintió empujado a buscar el espiritual alimento en el bullir de la multitudes, que ávidas de doctrinas redentoras, quedan poco menos que extasiados ante el joven Mesías, que les fascina con su elocuente, sincera y vibrante oración.

     Elizondo, a pesar de su excesiva juventud, durante su peroración no se exalta en ningún momento, se declara abiertamente anarquista, pero en unos términos tan puramente filosóficos, que sus palabras no envuelven más que amor universal. Con clarísimo castellano, admirable oración y gallarda postura, consigue que el auditorio fije su atención en él durante dos y tres horas, cosa muy difícil hasta para los oradores de gran talla. Envuelve su elocuencia con palabras tan sinceras, y de doctrina tan fraternal y humanitaria, que sus argumentos son plenamente convincentes.

     Hace apología de todos los grandes hombres, aunque hallan militado en distinto campo, admira a Pi y Margall, Costa, Benot, Zorrilla, Esquerdo y otros muchos entre los republicanos, a Carlos Marx, August Bebel, Bakunin, Kropotkin y todo aquel que con sus actos haya sido ejemplo de sus ideas. Ataca con dureza a los obreros que llamándose anarquistas siembran la discordia entre sus compañeros. Aconseja al mismo tiempo que el proletariado está obligado como medio a ayudar a los partidos puramente demócratas, pero nunca admitirlo como fin. Sus viajes por Francia, Italia y Suiza le han demostrado que cuando el estado es más democrático es mayor la cultura del obrero y su libertad, sin negar por eso que no exista la tiranía propia de todo Gobierno” (4).



     El resto de su vida lo pasaría en la campiña de Córdoba donde sus propagandas tendrían una excelente acogida. Colaboró con los núcleos sindicalistas de la comarcal de Castro del Río a la hora de reafirmar y extender su ideario por aquellas poblaciones en las que por la competencia no había arraigado el anarcosindicalismo.



     Un ejemplo claro, lo encontramos en la controversia mantenida con Eloy Vaquero en su pueblo natal. El republicano lerrouxista cordobés en su libro “Del Drama de Andalucía” se ocupa de aquel respetuoso cruce de pareceres sostenido con Elizondo en el Centro Obrero Radical de Montalbán:



“Otra vez me encontré en M. con Elizondo, un joven que parecía proceder de lejanas tierras, haber leído muchas cosas y pertenecer al tipo de los anarquistas místicos.

      El y uno que le acompañaba, y el Presidente del Centro Radical y yo, sostuvimos en público una controversia.

      Mi contradictor, que se expresaba con facundia brillante y apasionada, se elevó a lucubraciones sutiles sobre materia religiosa, y sobre el amor libre y otras bellezas de la sociedad futura. Nada de soluciones concretas y actuales.

     Yo tenía una argumentación especial para casos análogos.

……


      Declaré que aceptaba todas y cada una de las hermosas síntesis del Ideal Supremo por mi recordadas, y también la esbozada por Elizondo; porque cualquiera de ellas era inmensamente superior en verdad y en bondad, a las formulas del régimen social presente.

      Añadí que tampoco desconocía ni repudiaba la aspiración sindicalista de apoderarse de los instrumentos de la producción y organizar ésta sobre las bases de los sindicatos; que así mismo tenía informados a mis amigos acerca de la táctica sindicalista, de acción directa por la huelga, el boicot, el label, el sabotaje; que encontraba excusables las más suaves de esas armas, y, en ocasiones, hasta la más violenta.

……


     Elizondo y yo quedamos amigos francos y leales. Y experimenté un sincero pesar, cuando no mucho tiempo después de aquella polémica respetuosa, me dieron la terrible noticia de que huyendo de Espejo por temor a las persecuciones de las autoridades, había perecido ahogado al pasar el Bajosillo” (5).


      Juan Díaz del Moral, también testigo directo de aquellos movimientos sociales, le reserva un hueco en su Historia de las agitaciones campesinas andaluzas:


     “Sin que nadie le llamara ni supiera exactamente su nombre y su procedencia, a principios de 1914 se presentó en la comarca sindicalista el joven Elizondo, de palabra fogosa y elocuente, que por su actuación y su trágico fin dejo perdurables recuerdos entre los trabajadores. En los ocho o diez meses que permaneció por aquí pronunció infinidad de discursos y sostuvo duelos oratorios no sólo en los pueblos profesos en el sindicalismo, sino en los que empezaban a iniciarse en él, como Montalbán. Su osadía verbal en los mítines corría pareja con su miedo a la Guardia Civil. Huyendo a todo correr de una persecución que no tenía más realidad que la que le prestaba su fantasía, se ahogó al atravesar el Guadajoz a principios de 1915” (6).


El  Guadajoz a su paso por Castro del Río (Fot. Castella)
     El 1º de Junio participó en un mitin pro-presosorganizado por el CIO-SOV de Castro del Río. Una vez finalizaron en el uso de la palabra los oradores locales Ildefonso Bello, Juan Lucena Villatoro, Pedro Algaba, Antonio Pérez Rosa, Rafael Peña (Espejo) y el maestro del centro obrero Salvador Cordón Avellán, Elizondo desplegó sus dotes de oratoria en un maratoniano discurso que duró algo más de dos horas (7).

    Terminado aquel acto marchó en compañía de Rafael Peña con dirección a la vecina villa de Espejo en la que permanece mientras se obtiene el permiso de la autoridad para dar otra conferencia.

    A los pocos días desaparece y no se vuelven a tener noticias suyas hasta el 20 de febrero de 1915, en que un vecino de la aldea de Santa Cruz, llamado Antonio Ventura, al pasar de mañana por el sitio denominado la Vega de las Arcas, vio el cuerpo de un hombre sujeto a un taraje en la margen izquierda del rio Guadajoz. Inmediatamente puso el hallazgo en conocimiento del comandante de puesto más cercano de la capital cordobesa, a cuyo término pertenecía el lugar en el que se halló el cadáver. Se personó el juzgado en el lugar de los hechos, donde efectivamente vieron a un hombre ahogado que vestía blusa clara a listas ceñida, camisa de franela, también listada, chaleco, pantalón, faja y botas negras. Según el estado de descomposición del cuerpo debía de llevar en el agua aproximadamente un mes.

   Identificado, resultó ser el joven de 22 años Joaquín Elizondo, conocido en la comarca por sus propagandas de ideas avanzadas. La crónica refiere una última conferencia pronunciada en Espejo el día 18 de febrero.

    Sus restos mortales, por mandamiento del juez, fueron trasladados al Cementerio de la Salud de la capital cordobesa (8). 

     La fosa común del cementerio acogería los restos del joven Elizondo, que durante el tiempo que estuvo en la comarca sindicalista había adoptado la indumentaria propia del jornalero. Como creo que se conservan los libros de registro del Cementerio, esperaremos a ver si nos surge la oportunidad de comprobar su inscripción y así completar sus apellidos y certificar su naturaleza. Tal cometido queda abierto a cualquier voluntario que se preste a la colaboración.
    Recientemente se ha publicado en un «BOJA Full»  (9) la creación de la Dirección General de Des-Memoria Libertaria de la Comarcal Cordobesa de la CNT.    

    Provisionalmente el mantenedor de este espacio se ha hecho cargo de tal responsabilidad, de momento, sin partida alguna con cargo a los presupuestos generales de la comunidad autónoma. Pretendemos acumular méritos, con vistas a que, para cuando mejore la situación económica, podamos tener acceso a uno de esos puestos de libre designación que nos liberen de la actual tiranía laboral a la que nos hallamos sometidos algunos trabajadores del sector público. De manera que, a partir de ahora, de una manera regular, se irán publicando entradas con la etiqueta de “Biografías Obreras” y “Castro Libertario”. Queremos extender nuestras investigaciones a poblaciones de la comarca que tuvieron un peso significativo en el obrerismo de signo anti político: Bujalance, Espejo, Fernán Núñez, Montemayor, Baena, etc,  e incluso, a algunas de la vecina provincia de Jaén como Lopera, que durante el Trienio Bolchevique se movió en su órbita organizativa, Torreperogil, Peal de Becerro, Ubeda o Torredelcampo.

     En preparación aproximaciones biográficas a las destacadas personalidades de José Dios Criado “El Decano” y Antonio Elías Herencia “Parraguilla”.


NOTAS


(1)   El Eco de Navarra (2 de mayo de 1907).

(2)   Tierra y Libertad. Epoca 4ª – nº 144 (15 de enero de 1913).

(3)   La Unión Democrática: órgano oficial del Partido Republicano Progresista de la provincia de Alicante (31 de marzo de 1914).

(4)   El País (27 de mayo de 1914).

(5)   Eloy Vaquero / Del Drama de Andalucía: Recuerdos de luchas rurales  y ciudadanas. Colección Díaz del Moral. Córdoba 1987. Apéndice biográfico y notas de Juan Ortiz Villaba.

(6)   Juan Diaz del Moral / Historia de las agitaciones campesinas andaluzas. Alianza Editorial 1984.

(7)   Tierra y Libertad Epoca 4ª (mitin celebrado en Castro del rio en enero de 1915).

(8)   Diario de Córdoba (26 de febrero de 1915).

(9)   Boletín Comarcal de las sociedades e individualidades adscritas o cercanas a la Regional Andaluza de la Confederación Nacional del Trabajo (pedidos a http://decastroero.blogspot.com.es)



TOROS EN MOTRIL: LA PLAZA NUEVA (1914-1916)

    Estas fotografías, según unos fascículos publicados recientemente por el Museo Municipal de Historia de Motril, se corresponden con una plaza de madera instalada en el año 1907 en un denominado “Corralón de Castro”.

   Nos hemos sumergido en diferentes hemerotecas en busca de festejos taurinos que pudieran haberse celebrado durante aquel año al objeto de poder certificar dicha fecha que desconocemos si es real o estimada, con un resultado totalmente infructuoso.

    Por la indumentaria de los espectadores y los tipos de la segunda de ellas, en que se pueden apreciar detalles de la actuación en Motril del célebre Don Tancredo o de cualquier émulo de de los muchos que le salieron, si parece corresponderse con los inicios del siglo XX.  Con respecto a la primera no lo vemos tan claro. Pudiera tratarse de un ciclo festivo de mojigangas o festejos menores que no llegan a trascender a las páginas de la prensa periódica.


    Será para la Feria de Octubre (antigua Feria de Ganados) del año 1914 cuando volvamos a tener constancia documental de la celebración de festejos taurinos en Motril.

    Dos novilladas fueron incluidas en el Programa Oficial de Festejos (días 16 y 18)  para los prometedores novilleros granadinos Antonio Samos “Moni”, Manuel Moreno “Lagartijillo IV” y Antonio Zúñiga “Espartero”, con sus correspondientes cuadrillas.


    El primer festejo fue mediocre y marcado por unos incidentes previos ocurridos en una de las puertas de la plaza. El jefe de los municipales, Juan Pérez Jiménez Cazorla,  y el Teniente de Alcalde, D. Francisco Jiménez Cuevas, que eran parientes, discutieron y llegaron a las manos, siendo agredido el primero, que automáticamente presento la dimisión del cargo. No se cerraron las diferencias.  A  la noche volvieron a encontrarse degenerando nuevamente en riña, efectuándose un disparo de arma de fuego que hirió en la pierna a la segunda autoridad municipal.

    Del segundo festejo no disponemos de crónica, sólo que tuvo que soportar la competencia del mitin organizado a la misma hora por la naciente agrupación socialista “La Democracia Social” en la Rambla de Capuchinos. Sobre un escenario acondicionado al efecto dirigió la palabra a los motrileños que se congregaron (más de 5.000 según El Defensor de Granada) el padre del socialismo español, el carismático y admirado Pablo Iglesias, venido ex profeso hasta Motril para participar en este acto.


     Esta fotografía, que hemos localizado en todocolección (plaza de toros primitiva de Motril), creemos que debe de corresponderse con el modesto coso en que se desarrollaron aquellas novilladas. Se trata de una edificación mixta de madera y obra, y por las características de los edificios que se ven al fondo, pudiera tratarse del Barranco de las Monjas, el mismo emplazamiento elegido para la construcción de la plaza de toros permanente inaugurada dos años después.


     Las novilladas de feria despiertan la afición taurina entre un selecto y cerrado grupo de motrileños. A principios de 1915 se constituye una tertulia cofrade de taurómacos, denominada “Las Animas”, integrada por 25 miembros y hermanada con otra de similares características existente en la ciudad de Granada que tenia por nombre “La Oración de la tarde”. Los motrileños brindaron hospitalidad a los granadinos en más de una ocasión, mediante la organización de encerronas de becerras rematadas con suculentos almuerzos a la orilla del mar. Entre los invitados a participar en las mismas encontramos a matadores de toros como el granadino Lagartijillo Chico o el sevillano Juan Belmonte, homenajeado y admitido como miembro honorario de tan peculiar cofradía en un banquete dado en la playa. 


    Entre los anfitriones se destaca en alguna crónica el valor derrochado en la suerte de banderillas por D. Emilio Moreu “Emilichi”. La plaza de madera que mostrábamos en la cabecera y cuya fecha cuestionábamos, bien pudiera tratarse de un coso provisional construido por la “Cofradía de los 25” para su recreo.
   El 3 de junio de ese mismo año, en el la plaza todavía provisional del Barranco de las Monjas o en la de madera referenciada, se lidiaron novillos de Pérez Quijano para el novillero “El Tato” de Granada. No constan nuevos festejos desarrollados durante ese año.



Plaza Nueva de Motril (octubre de 1916)

    El 18 de octubre de año 1916, con un lleno rebosante, se verificó la inauguración de la nueva plaza de toros de Motril construida en un tiempo record. Cuatro toros de la ganadería de Pérez Padilla para el diestro de Triana Curro Posada.


   “La afición acude ávida de entusiasmo por contemplar las hazañas de Curro, por tener hambre de toros y por no haber toreado hacia ya treinta y tres años ningún matador de toros en Motril, cuando existía la plaza vieja de madera que se construyó en Capuchinos”.

                                    



    Preside el festejo el alcalde Sr. Francisco Pérez Santiago, asesorado por el conocido aficionado granadino Eladio Pericás, Prior de la Cofradía de “La Oración de la tarde”

    Una pareja de alguaciles, montados en briosos potros enjaezados y vestidos con unos flamantes trajes de de terciopelo negro hacen el despeje de plaza. 

Obligada referencia al ramillete de bellas señoritas que ocupan los palcos.

    Un toro castaño, marcado con el nº 61 de la ganadería de Pérez Padilla (antes Marquesa Viuda de Cullar de Baza) llamado “Brujito”, fue el primero en salir de chiqueros.

El marcado con la cruz es Brujito

    Curro Posada se mostró voluntarioso y entregado durante la lidia, a pesar de hallarse afectado anímicamente por el accidente de automóvil sufrido cuando viajaba hacia Motril en el que perdió la vida el chofer de su cuadrilla. De azul y oro brindo la muerte del primer toro a la presidencia y a Motril por la feliz inauguración de la plaza. Un espectador le arroja el sombrero, que Posada, al terminar un molinete, lo cuelga en el cuerno del astado. Se cortaron dos orejas y un rabo, siendo sacado a hombros de la plaza y llevado hasta la fonda “La Granadina” en la que se hospedaba. Como sobresaliente actuó Lagartijillo III. 

Vista parcial del tendido de la Plaza Nueva

   “Resumen: El ganado manso perdido, escurrido de carnes, sin edad ni pitones, impropio para correrse como toros y menos en una corrida de inauguración. Para una novillada hubieran sido aceptables. Entre todos tomaron doce varas y mataron en el ruedo cuatro caballos. El único que sobresalió algo fue el primero y se pensó mandar cortar su cabeza para disecarla, pero no se llevó a efecto”.

    En vista del éxito alcanzado la empresa le contrató para una nueva corrida a celebrar el domingo 22, en la que habrían de lidiarse cuatro toros de la ganadería de Romualdo Jiménez de La Carolina (Jaén). 
    Se perpetró una gran estafa con la consiguiente decepción de quienes pasaron por taquilla. Se anunció como gran corrida de toros la de cuatro becerros. Parece ser que estos estaban reservados para unos novilleros a los que Posadas consiguió desplazar del cartel original.


   “Si los toros de la anterior corrida encajaban en una novillada, los becerros de hoy eran a propósito para una capea; yo los hubiera puesto en adobo que es como menor están los chotos. A estas horas desde que hay toros en Motril, no hemos visto matar a un toro, ¡ bien matado!, más que al “Moni” hace dos años en la Plaza de Retana”.


(De una crónica remitida por un revistero motrileño que firma como Paquiro)    


CUADRO ARTÍSTICO DE LA CASA DEL PUEBLO DE PORCUNA

   “El Socialista”, órgano de prensa oficial del PSOE tuvo periodicidad semanal desde sus orígenes (1896) hasta el 1º de abril del año 1913 en que se convierte en diario. La Fundación Pablo Iglesias alberga en su Hemeroteca Digital la colección completa. 

    Al carecer de buscador, la consecución de informaciones se convierte en una auténtica odisea. Todavía hasta 1913, mientras tuvo periodicidad semanal y el número de agrupaciones socialistas era relativamente pequeño, resulta factible estrujar sus números a base de paciencia, constancia, y perseverancia. Así lo hemos hecho con algunos años, lo que nos ha permitido elaborar varias entradas relacionadas con los orígenes del movimiento obrero en Porcuna.

    Con nuevas incursiones a salto de mata en “El Socialista Diario” anterior al año 1936  y otras publicaciones afines, hemos podido ir haciendo acopio de nuevas noticias sobre el obrerismo local inspirado por Pablo Iglesias Posse.



    De esta carpeta vamos a extraer las relacionadas con el Cuadro Artístico nacido en el seno de la Casa del Pueblo de Porcuna que desplegó una voluntariosa labor cultural entre los años 1928 y 1934. Muy posiblemente tras las elecciones ganadas por el Frente Popular en febrero de 1936 retomaría su habitual actividad hasta el inicio de la Guerra Civil.

    Un nº especial publicado en mayo de 1933 por el Boletín de la UGT dedicado a las Casas del Pueblo, donde aparecen fotografiadas o litografiadas un buen número de las más importantes existentes en España, incluye una pequeña reseña sin foto de la de Porcuna adquirida en el año 1912 y que se hallaba por entonces en fase de reconstrucción:


    “Nobles y  generosos, porque constantemente han aportado en cantidades de cinco,  tres y otra vez cinco pesetas por afiliado, más las prestaciones personales gratuitas,  para así poco a poco ir levantando la casa que después ha de convertirse en mansión de paz, estudio y trabajo de los obreros del pueblo.

    Obreros panaderos, sastres, carpinteros, agricultores…se convierten en expertos albañiles  y van colocando piedra sobre piedra con esa fe inmensa y noble que hacen ganar las batallas más hermosas. Conviven en ella ocho organizaciones, teniendo además su cuadro artístico y una biblioteca más que regular la cual esparce el pan espiritual entre las clases obreras”.



Fotografia de posguerra (el edificio que sobresale a la derecha es la casa)
    No nos consta que durante el periodo de exaltación obrerista del trienio 1918-1920, durante el cual la sociedad Paz y Libertad de Oficios Varios alcanzó un importante potencial numérico, llegara a conformarse formación teatral u artística alguna en su seno.

    Tendremos que esperar a los años de la dictadura de Primo de Rivera  para que ésta surja, coincidiendo con un periodo marcado por la baja afiliación. El obrerismo de signo socialista fue tolerado por el Dictador,  y su actividad política y social se limita a una simbólica participación en los comités paritarios creados en el seno de una legislación laboral de corte corporativo.

   Ya en la celebración de la fiesta del trabajo del año 1925 se celebró una velada teatral:




    Tuvo que ser una función aislada preparada ex profeso para aquella celebración. No será hasta el año 1928 cuando, en ese mismo marco festivo, se constituya un cuadro artístico con carácter permanente:


    “Bajo la dirección del camarada Ruano ha quedado constituido el Grupo Artístico de la Casa del Pueblo, que ha celebrado ya dos veladas teatrales, constituyendo para sus organizadores otros tantos éxitos.

     Posiblemente celebrará una nueva velada en la que se representará el drama en tres actos “El huerfanito de Suiza”.



     Se trata de una lectura católica, publicada por la Librería Salesiana de Sarria (Barcelona) en el año 1898, lo que nos puede servir para hacernos una idea de sus repertorios estarían presumiblemente controlados y supervisados por la autoridad competente a la hora de autorizar las representaciones.

     Al año 1929 pertenece una nueva reseña:


    “En el salón teatro de la Casa del Pueblo, y con la asistencia de muchos trabajadores, ha celebrado el cuadro artístico de esta sociedad una velada en la que se pusieron en escena el drama en dos actos del compañero T. Piñar titulado “Octavio”, y el juguete cómico en un acto titulado “Hambre Atrasada”. Las dos obras fueron muy bien interpretadas por los elementos que componen el cuadro”.


     Teodulio Piñar de Torres, un barbero natural de Cañete de las Torres avecindado en Porcuna, no era autor dramático, su contribución consistiría en adaptar las obras para facilitar su puesta en escena, amén de la dirección artística de la que debió ser corresponsable.

   Al año 1929 se corresponde una  nueva crónica teatral remitida desde Porcuna por Antonio Gómez. El grupo artístico aparece bautizado como “Amigos del Arte” y además se relacionan los nombres de sus integrantes:


   “El grupo artístico Amigos del Arte ha celebrado varias funciones a beneficio de nuestra Sociedad. La final, por ser la última de este año, ha sido gratuita. Pusieron en escena el drama social “La agonía de los humildes” y dos juguetes cómicos: “Clemente el bonito” y “Príncipe a la fuerza”.

    El simpático grupo juvenil ha sido muy aplaudido por los muchos compañeros y compañeras  que han asistido a las representaciones.

    Sus componentes son: Benito Jalón (primer actor), Manuel Hueso, Manuel Moreno, Andrés Cabeza, Segundo Rojas, Lorenzo Santiago, Rafael Torres (niño de nueve años) y Manuel del Pino (apuntador). Todos ellos están dispuestos a luchar con energía y entusiasmo por el Partido Socialista Obrero”.



     Se aprecian algunos cambios con respecto a los repertorios anteriores. Junto a obras como “Príncipe a la fuerza”, perteneciente a la galería dramática Salesiana, encontramos por primera vez con una obra de teatro de corte estrictamente socialista: “La agonía de los humildes”. Su autor un destacado militante socialista de Villanueva del Duque (Córdoba) llamado Miguel Ranchal Plazuelo. Ofrecida a un módico precio por la Librería de El Socialista:



    A partir de 1929 se había intensificado notablemente la propaganda socialista ante la necesidad de propagar la implantación de los comités paritarios entre los obreros del campo. Desatados miembros de la ejecutiva nacional del partido realizaron giras por la provincia de Jaén. En la Casa del Pueblo de Porcuna mitinearon y conferenciaron Anastasio de Gracia, Manuel Cordero o Antonio Fernández Quer. Incluso los elementos más activos y comprometidos del socialismo local se implicaron en la extensión de estas propagandas en aquellas poblaciones limítrofes hasta las que no pudieron llegar.

     Desde la Casa del Pueblo se apuesta fuerte por la labor de extensión cultural. Un ciclo de conferencias que no pudo desarrollarse en el año 1923 por el advenimiento de la Dictadura, se retoman en 1929. El Doctor Fernán Pérez, que con el seudónimo de Juan Fala escribía artículos sobre higiene y llevaba una sección de crítica musical en El Socialista, impartió una conferencia de vulgarización desarrollando el tema “Eugenesia y Puericultura”. Otros tribunos fueron el notario Manuel Aleu y el ex diputado a Cortes Emilio Sebastián González, que tenía una deuda con la agrupación socialista de Porcuna que le prestó su apoyo en las elecciones de 1923.


Banquete en honor del Dr. Fernán Perez (abril de 1929)
     Tras este pequeño paréntesis, que nos permite comprender el auge del socialismo en Porcuna, retomamos el tema objeto de estudio con unas últimas informaciones pertenecientes al periodo de la Dictablanda.

      La celebración del primero de mayo en Porcuna del año 1930 estuvo revestida de una “inusitada animación”:


     “Se aprobaron una serie de conclusiones en Asamblea que fueron remitidas al jefe de gobierno. A continuación hicieron uso de la palabra varios compañeros que explicaron el significado de la fiesta.

     Además el compañero Serafín Jalón leyó un informe sobre los actos de inauguración del mausoleo a Pablo Iglesias, siendo ovacionado.

    Por la tarde se rindió un homenaje a los veteranos, amenizando el acto los compañeros que componen nuestra orquesta, que tocaron, entre otras cosas, la Internacional.

    Por la noche el grupo artístico efectuó una representación teatral interviniendo también la orquesta.

    Ha sido una jornada que dejara honda huella en los trabajadores – J. Bellido”.


Casa del Pueblo de Lopera (Jaén)

     Ese mismo día, en función matinal, participaron en una velada organizada por la Casa del Pueblo de la vecina localidad de Lopera, cuyo obrerismo, después de moverse en la órbita organizativa del anarcosindicalismo durante el Trienio, retomaba su actividad con José López Quero a la cabeza, ahora dentro de las filas socialistas.

      La citada orquesta (sería más bien una orquestina) creo que debió estar dirigida por Benito Cabeza Borrego, que cuando se proclama la República se convierte en el nuevo director de la banda del municipio en sustitución de D. Emilio Ruiz y Ramírez de Aguilera, que por lo visto era alérgico a los himnos proletarios que demandaban los nuevos tiempos.

     La foto que mostramos se corresponde con el Cuadro Artístico Musical de la Casa del Pueblo de Orihuela (1927-1928), donde se puede reconocer en la fila superior a la derecha al joven poeta Miguel Hernández.

     Como entre las informaciones que hemos trasmitido aparecen nombres y apellidos de los jóvenes que integraron el Cuadro Artístico de Porcuna, así como el de otras personas vinculadas al mismo, abrigo la esperanza de que pudiera emerger alguna de esas fotografías antiguas sin identificar que nos permita sustituirla.

     Curioso y sorprendente es que se citen sólo a los varones. Se trata de algo bastante generalizado. Ensayos a deshoras por motivo laborales, los típicos prejuicios morales y culturales que recaían sobre a mujer en las zonas rurales y las también características trabas familiares hacia el asociacionismo (niña no hace falta que te señales) vetarían la presencia de la mujer en este tipo de recreos. La participación femenina se limitaría según la mentalidad de la época a «las labores propias de su sexo»: preparación del vestuario, decorados o a fabricar flores que luego vendían o regalaban a los espectadores.